Crónica del Día de las Madres, amor a la madre al menos una vez al año

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Álamo

El 9 de mayo por la noche, el movimiento por el mercado y los negocios de temporada era febril, la gente andaba en busca del regalo. Aunque la economía de cada comprador se encontraba un tanto maltrecha por los gastos hechos en la Semana Santa y seguidamente en la Feria de la Naranja, la fecha no admitía ni demora ni aplazo, ya que al día siguiente la madre de cada cual sería objeto de una veneración exacerbada por los medios de comunicación y probablemente por las “mordidas” que suele darnos la conciencia, cuando al hacer un análisis de nuestro comportamiento hacia  nuestra madre, nos percatamos de que la mayoría de las veces somos ingratos con la autora de nuestros días.

 

Los que tienen a la madre muerta les invade una nostalgia comprensible por la gente que tiene a la madre con vida, la mima, al menos un día al año, en tanto que el hijo de la madre difunta procura encontrar en sus pensamientos los momentos gratos que pasó con su madre en vida, por más que estas evocaciones no hayan sido muy frecuentes.

Al otro día, nos encontramos con el sobreprecio de las flores y con multitudes en derredor de los puestos que hacen “su agosto” en pleno mes de mayo.  Al preguntarle al vendedor, nos dice que en promedio cada comprador gasta 200 pesos, aunque observamos grandes arreglos de mil 500, aunque los más vendidos son de 500. Los más pobres optan por pequeños ramilletes de flores blancas que intercalan con pocas flores más caras, para darle vistosidad a la ofrenda floral que depositarán en el panteón donde se encuentra enterrada la madre.

En algunos casos y casas, la madre termina trabajando intensamente porque ha preparado el mole con el arroz; mientras hijos, nietos yernos y nueras se atragantan con las viandas que ha preparado la aparentemente festejada. Le regalan por lo general artículos de trabajo como una licuadora o les llevan una sartén y raramente una tele.

 

Cuando los hijos y toda la prole se marchan, la madre cae en la cuenta de que el trabajo no ha terminado en ese 10 de mayo, porque alguien ha de levantar todo el tiradero. La mesa, el fregadero, el piso reclaman una limpiada, y ese día la madre duerme intensamente y sin sobresaltos, porque el cansancio la ha vencido, pues la intromisión de los hijos ha dado inicio desde que han tenido la mal ocurrencia de despertarla a la cinco de la mañana con las famosas Mañanitas.