Yuriria Sierra - 2015

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En diez meses habrá elecciones en el país. Intermedias, sí, pero no por ello menos importantes para la redefinición política de los partidos y del país, a mitad del sexenio. No tardará en empezar el suplicio electoral de todos: anuncios con enormes sonrisas de candidatos que buscarán tu voto, el de todos (vaya, si a veces no dudan en buscar, incluso, el de los muertos). Promesas muy aderezadas, a las que le quitan o agregan palabras para no sonar idénticos a la última campaña, para no sonar al partido de enfrente, para no sonar a cacofónicas copias al carbón los unos de los otros. En 2015 estarán en juego nueve gubernaturas (Campeche, Colima, Michoacán, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Baja California Sur, Sonora y Guerrero), 17 congresos locales y, por supuesto, la joya de la corona para esta elección será la conformación de la Cámara de Diputados (el Senado se queda como está hasta  2018).

Dado el estado actual de los interregnos de la política nacional, vale la pena preguntarnos desde ahora sobre el panorama que le espera a este proceso. Lo cierto es que ninguna de las tres principales fuerzas políticas puede recurrir al lugar común de que “van con todo”. Y es que van con lo que pueden.

 

Tanto el PRI como el mismo Enrique Peña Nieto no se encuentran en su mejor momento de popularidad, a pesar del enorme logro de todas las reformas constitucionales recientemente aprobadas. Que aún no rinden  frutos, vaya. Y hasta que aquellas no se reflejen en el bolsillo de los mexicanos, se antoja difícil que el mero logro del oficio político para sacarlas adelante sea el activo más apetitoso para intentar seducir a los votantes. Y para confirmar esto, basta la declaración que daba ayerMiguel Ángel Osorio Chong: “Es un Presidente que no trabaja con encuestas en mano. Un Presidente que no toma decisiones viendo índices de popularidad...”. Apenas hace unos días, Pew Research Center revelaba que la aceptación de la imagen presidencial cayó de 57% a 51%. Baja que tendrá costo para los candidatos priistas de la próxima elección. Percepción que harán todo por revertir en los próximos meses: con inversión pública, anuncios de nuevos programas sociales, mayor infraestructura, etcétera. Y, además de ello ni un ciego se atrevería a negar, es que el PRI conserva, y acaso más aceitada que nunca en el México postrancisión, esa tremenda maquinaria político-electoral que no se amedrenta ni se desanima ni siquiera perdiendo el poder durante 12 años. Quien piense lo contrario, estará cometiendo tremendo error de cálculo.

Sin embargo, el terreno del PAN y del PRD no es distinto ni es más prometedor. Ambos se encuentran en peores condiciones que en elecciones pasadas. El PAN tuvo uno de sus peores veranos, un escándalo tras otro. Apenas empieza su labor de reacomodo aventándose el paquete del asunto del salario mínimo —del que aquí ya dimos cuenta— y a pesar de que este fue un tema que puso en agenda el jefe del GDF,Miguel Ángel Mancera. El verano de los panistas fue tan malo como aquel en que perdía la elección que lo sacó de Los Pinos en 2012. Y si a eso le añadimos que las rencillas entre maderistas y calderonistas lejos están de haberse superado,  la posibilidad de que el PAN llegue con renovados bríos a la intermedia es poco menos que inexistente.

El PRD en el terreno de la ambigüedad, dedicados ahora a la preparación de su consulta ciudadana con respecto a la Reforma Energética. Sabedores de que no tienen viabilidad legal, pero pensando que un milagro hará que la SCJN le diera el sí, a pesar de que este es un tema que se inmiscuye en los egresos de la Federación. Pero la de 2015 será la primera que se avienten sin tener en el bolsillo el voto duro de AMLO, quien ya está muy dedicado a su propio molino. Y tampoco hay que ser adivino del gran Óraculo de Delfos para saber que en 2015, Morena y el PRD tendrán que dividirse el botín electoral de los bastiones de la izquierda en México.

Así, pues, el panorama de la elección intermedia, para la que los partidos tendrían que llegar con toda la fuerza, en realidad llegarán casi depanzazo. La posibilidad de la oposición de no dar chance del famoso “carro completo” para el PRI, pareciera lejana, tremendamente difícil. O mejor dicho, pareciera que al PRI le podría bastar su maquinaria tal y como la tiene para convertirse en quienes tengan mejores resultados. No vemos una oposición fuerte ni bien plantada como en otras elecciones intermedias, con un proyecto o con una estrategia echada a andar para hacer su mejor papel en las urnas. Faltan todavía diez meses, ya deberíamos verlos mejor puestos y no sólo sobreviviendo tras sus heridas internas...