Opinión / Xóchitl y el narcicismo maligno / Sabina Berman

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El desgaste de Xóchitl proviene de un vacío. No tiene un Proyecto para el país. Es decir, no tiene un relato de lo que pasaría en México si ella es presidenta.

Y no lo tiene porque sus asesores le dijeron muy claramente: "No distraerse con pendejadas" "como la estupidez de un Proyecto para la Nación”.

Cito directo del texto que publicó en la revista Nexos, Jorge Castañeda, titulado precisamente “No distraerse con pendejadas”, recién Xóchitl fue nombrada candidata del Frente Opositor.

"El mensaje es la mensajera", sigo citando a Castañeda.

Xóchitl debía recorrer el país y en cada foro de radio o televisión que se le cruzara en el camino, ante cada trío de cámaras de televisión o ante cada micrófono, debía “insistir en su historia personal” de éxito: en “las gelatinas" que vendía de niña, "la computación" que la había sacado de la pobreza, el esfuerzo que la había vuelto rica y famosa. “Y tres o cuatro ideas básicas”, “no más”, tiradas al viento.

Bastaría machacar “su éxito personal” ante los electores para que ellos, convertidos en sus fans rendidos, le entregaran su voto, devotos.

Ahora sí está en problemas la Izquierda, dijo por aquellos días en Latinus una analista política.

—La Oposición tiene una candidata chaira y ellos una candidata fifí. ¿No se apellida Sheinbaum su candidata?, ¿No estudió en el extranjero, No habla inglés?”

—Ja ja ja— se rieron los otros ocho “analistas” de la mesa.

Y bueno, ahora sabemos qué ocurrió.

Xóchitl se disciplinó a la estrategia de forma milimétrica y primero ascendió a capturar ese 30% de mexicanos que detestan a la 4T —pero luego no ha remontado y más bien ha descendido: ha perdido uno o tres percentiles cada mes.

Confieso que a mí desde un inicio me asombró la superficialidad de la estrategia. En esta columna expresé mi asombro en más de cinco ocasiones. ¿En qué cabezas cabía la idea de que la gente-gente, los electores comunes, esos millones de personas que la Derecha se niega a llamar “pueblo”, serían seducidos por los atributos personales de la candidata?

Respuesta: en las cabezas de varios narcisistas.

Hoy día también me pregunto en qué cabezas cabía la idea de que la prensa de Izquierda no revisaría el relato narcisista de Xóchitl y delataría su intrascendencia para el resto de la población.

Respuesta: en las mismas cabezas incurablemente narcisistas, que suponen que quienes no son ellos mismos no existen —o son imbéciles despreciables.

Pero sobre todo asombra que esas cabezas ilustres no detectaran a tiempo que la estrategia no estaba resultando con los electores.

Los electores mostraron muy pronto que esperaban de una candidata a presidir la Nación que hablara como una estadista, no como una simpática vecina más exitosa que ellos. Que hablara no de su vida, sino de las vidas de ellos: de las condiciones materiales que las dificultan. Y que ofreciera un plan concreto para mejorar esas condiciones. Vaya, los electores esperaban que Xóchitl hablara de un Proyecto de Nación.

La Oposición entra en periodo de reflexión estos días. Ojalá se tienda en un diván y confiese a un sicoanalista que su autoestima está herida. Cualquier sicoanalista le replicará:

—Lo primero que tenemos que hacer es aliviarte de ese narcicismo maligno.

Me temo que la respuesta del paciente será:

—Váyase al carajo, usted no es nadie como para decirme a mí nada.