Manuel Zepeda Ramos - Frontera Sur

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Manuel Zepeda Ramos

Propios. Propios y extraños. Más extraños que propios.

Todos se sienten obligados a opinar, lo hace el especialista, o el estudiante recalcitrado, o el ama de casa que no le alcanza el gasto. Lo hace el militante perdedor que siente que lo que obtuvo en sus negocios se le va de las manos al no haber continuidad. Lo hace el chofer de taxi, termómetro de la sociedad informada y desinformada. Lo hace el académico que se siente obligado a decir algo presionado por el medio en el que trabaja y el prestigio que puede perder ante sus alumnos, porque ya dijo mucho con sus predicciones que no le salieron. Lo hace el que vive de los estudios de opinión pública que también se siente obligado a decir más de lo que ya opinó, aunque mienta en el intento. Qué bueno, pues, que todos opinen; pero lo que digan y piensen sea el resultado de información de calidad y no especulaciones de quien no quiere a México.

 

Tiene razón Peña Nieto.

Los resultados que ha obtenido en su gestión, junto a su capacidad plural de concertación a menos de dos años de haber iniciado su mandato constitucional, han movido a México.

Hay tema para decir muchas cosas. Y la inteligencia mediática, desde el micrófono, también dice.

Desde el aferrado y enfermizo analista que, ante la demostración evidente de resultados del cimiento necesario -que en conjunto y de un solo envión resultan francamente impresionantes por la cantidad de reformas realizadas-, dichos en conjunto desde el Palacio Nacional, critica con cara de rabia  “el abuso” de haber tomado como estacionamiento al Zócalo de la Ciudad de México. O el otro que ve en el discurso del Presidente un retroceso del PRI hacia lo que fue en el siglo XX, sin haberlo vivido porque no había nacido. O el que dice que ahora hay que exigirle a Peña Nieto que todo le salga bien. O el que afirma que el Presidente es un Estadista valiente que ve para adelante, hacia el futuro nacional proponiendo reformas cuyo gobierno no lo va a ver,  acaso sacrificando su futuro político y el de su partido.

México se mueve.

Tengo 65 años, estudié la Enseñanza Media en una escuela del Estado de la que me siento profundamente orgulloso, de la que fui comandante de la mejor banda de guerra de la época y defendí con pasión sus colores en diferentes disciplinas deportivas. Lo que mis maestros me enseñaron con tanto amor en la Secundaria, resultaron suficientes para poder pasar el examen de admisión en la centenaria UNAM. Más adelante, cuando pude formar un hogar, mis hijas nacieron en Instituciones de Salud que el Estado mexicano supo construir y que han sido emblemáticas en la construcción del México contemporáneo.

Cuando los partidos de la época no podían crecer por su poca capacidad de penetración y convencimiento al no tener presencia legislativa un hombre importante, don Jesús Reyes Heroles -algún Presidente que se sintió rebasado le llamó el Ortega y Gasset de México-, propuso una reforma política que le dio entrada al Congreso de la Unión a los partidos chiquitos. Uno de ellos, el PRD, pudo crecer al grado de contender por la Presidencia de la República con serias aspiraciones para ello. Actualmente ocupa el segundo lugar de las preferencias electorales nacionales. Desgraciadamente, han perdido cohesión interna por la ambición, en todos los sentidos, de sus integrantes. Su líder fundador, viejo y cansado, ha dicho que quiere volver a ser presidente de su partido, pero que no quiere contender, no quiere competir. Quiere que lo nombre la militancia por dedazo, no sea que alguien le gane, puede leerse entre líneas. Mientras, preparan un plebiscito para echar para atrás la reforma energética, pero no las pueden terminar porque no pasaría ninguna norma de calidad por las irregularidades en el proceso.

Molesta a muchos que el PRI construyó el siglo XX nacional. Tan lo hizo, que el PAN lo sacó de los Pinos. Eso se llama lucha democrática y el PAN demostró estar listo para ganar las elecciones con Fox a la cabeza e iniciar la alternancia necesaria. Pero el PAN en el poder no resultó lo que se esperaba y decepcionó. Dos sexenios después, perdieron las elecciones presidenciales con una derrota indiscutible que lo llevó hasta la tercera posición. El PRI volvió por la voluntad de los electores; pero el que volvió es otro PRI, que ya aprendió lo que es ser oposición y viene a trabajar por la reconstrucción de México y lo intenta con resultados indiscutibles.

¿Por qué el PAN no pudo lograr el consenso para proponer su reforma?

Porque no trabajó de manera conjunta como el PRI, si lo hizo ahora con un Presidente concertador que sí trabaja y ahí están las consecuencias. Decir más allá de eso, es rasgueo inútil de vestiduras. El cabildeo es una capacidad que se adquiere con la práctica parlamentaria, constante y de muchos años, con principios fieles a la ideología de partido. Esto no lo hizo el PAN para defender su cometido y si demostraron una profunda arrogancia por haber ganado la Presidencia de la República. De los muertos en el Gobierno de Calderón ni hablemos. Perdieron la presidencia y punto. El que manda es el pueblo, a través del poder inmenso del voto.

Me quedo con quien dice que Peña Nieto le apostó al futuro de la nación sin importarle el presente que mantendría en el poder a su partido después de los millones de votos de diferencia con su más cercano perseguidor. Pero también agrego que si estas reformas empiezan a dar resultados, que repunte el crecimiento económico, que se creen nuevos empleos y que se reflejen en el bolsillo de las clases populares y medias, la elección del 2015 acabará con la especulación de quien quiere ver la derrota intermedia del PRI a como dé lugar. Hoy día, el partido que sabe crear consensos para poder hacer y que piensa en el futuro nacional, es el PRI; que ya aprendió a ser oposición y sabe también del sabor dulce y amargo de la alternancia.

Personalmente creo que así va a ser y que Peña Nieto habrá de ver resultados de sus reformas que permitirán el triunfo electoral en el 2015 y en el 2018.

 

México se mueve.