PERAS Y MANZANAS / ENTRE LO NECESARIO Y LAS CAMPAÑAS / VALERIA MOY

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Aunque a algunos nos parezcan ya eternas, las campañas formalmente acaban de empezar. Con ellas vienen las listas de compromisos, promesas, ocurrencias y algunas propuestas que, en teoría, llevarán a cabo los candidatos en caso de llegar a los puestos que tanto ansían. En estos pocos días, llaman la atención propuesta como la de bajar la edad de las pensiones, ampliar sin mayor análisis los programas de transferencias de efectivo, una mejor coordinación con el gobierno, la defensa del país e ideas tan contundentes como “México será un país de energías limpias”.

Quienes aspiran a gobernar han tenido siempre el reto de ganar la elección antes de poder implementar cualquiera de sus propuestas y para ello tienen que pelear primero en el terreno narrativo. ¿Cómo explicar que bajar continuamente la edad para recibir las pensiones no tiene sentido en este momento? No lo tiene no porque no sea justo que los adultos mayores reciban una pensión cuando dejen de trabajar, sino porque la expectativa de vida aumenta y no es financiera ni fiscalmente responsable bajarla. ¿Cómo llevar la conversación a un contexto más cercano a la realidad y no dejarla en el terreno de las promesas huecas?

¿Cómo proponer obras serias de infraestructura que tendrían un impacto perjudicial en la vida diaria de los votantes en el corto plazo? A cada grupo de votantes, claro, hay que decirles lo que quiere oír o se corre el riesgo de perder su voto. ¿Cómo convencer a alguien de votar por un proyecto que implica —por ejemplo— la construcción de más kilómetros de Metro y que tendrá que lidiar por meses o años con tráfico, contaminación y caos? ¿La idea de una ciudad más transitable y amigable en un futuro será suficiente para convencer a los electores que votan en junio?

El sistema de salud pública del país ha tenido un deterioro abismal, como lo ha evidenciado Animal Político. El sistema de cuidados —sobre todo con una perspectiva de género porque más allá de la opinión de cada uno sobre el tema son las mujeres las que se encargan de ello— es para fines prácticos inexistente. No hay escuelas de tiempo completo ni ayuda de ningún tipo para el cuidado de los adultos mayores. Me atrevería a pensar que el valor de lo público, el rendimiento social, de un sistema de salud funcional y de uno de cuidados que permita a las mujeres incorporarse al mundo laboral, es mayor al retorno que pudieran tener los programas de transferencias de efectivo que no están acompañados de una política social. Pero claro, cuando se trata de programas de este estilo el rendimiento es electoral. Los políticos lo saben muy bien.

Empiezan ya las campañas y el reto es evidente. A los electores poco les interesará hablar de erosión institucional, de deterioro democrático o de la conformación de la Suprema Corte. Tampoco de los órganos autónomos ni los fideicomisos ni de la caída en los ingresos petroleros.

Y ahí estará el reto. ¿Cómo transformar el interés público al interés individual del voto? ¿Cómo hacer de lo necesario una campaña electoral exitosa? ¿Cómo quitar el ruido de lo esencial?