Opinión / El populismo punitivo de la oposición / Hernán Gómez

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Primera semana formal de campaña: La oposición decide explotar el tema de la violencia y la inseguridad que se vive en el país. Se entiende: no solo es uno de los asuntos más sensibles para la gente, también es el principal flanco débil de esta administración.

Gálvez —que iba a empezar su campaña en Guanajuato— decide hacerlo en Fresnillo. Claro, ¿cómo enarbolar ese tema en uno de los estados más violentos del país si este es gobernado por su mismo partido? Por eso opta por un municipio de Morena: aquél donde los ciudadanos tienen más miedo, según INEGI.

Ya con eso podemos anticipar la estrategia: lucrar con el miedo.

Mientras Xóchitl revisita el fantasma calderonista, creyendo que el problema se soluciona con más cárceles y más policías, Álvarez Máynez evoca a Nayib Bukele. Una y otro, en el fondo, coquetean con la mano dura, aunque el segundo lance la piedra y esconda la mano.

Como senadora, Xóchitl tenía un discurso “progre”, sobre todo para estándares panistas. Se mostraba preocupada por los derechos humanos y las libertades. Hoy, por lo visto, la estrategia electoral exige otra cosa. De ahí que la candidata haya iniciado su campaña con una narrativa belicista, lanzándose a la brillante idea de construir tres cárceles de alta seguridad con “tecnología de punta”.

Asumir que una prisión severa y bien resguardada inhibirá las conductas delictivas es infantil; es populismo punitivo del más chafa. Incluso es partir de un diagnóstico equivocado: Como ya lo hizo notar Carlos Pérez Ricart, las cárceles federales no tienen hoy un problema de sobrepoblación, como sí algunas estatales.

Sorprende también el planteamiento de Xóchitl sobre el Ejército. Tal vez el pueblo no tenga memoria, pero en 2022, cuando se discutía el papel de la Guardia Nacional, la entonces senadora discursaba: “Estamos dando un poder desmedido al Ejército (…) De verdad quieren poner en sus manos un tema tan delicado como es la seguridad del país?”

Cómo ha cambiado la Gálvez, que en su arranque de campaña prometió: “Vamos a sacar a los soldados y marinos de las tareas civiles que los distraen de su misión principal: defender a México de la mayor amenaza a nuestra soberanía, el control territorial del crimen organizado sobre vastas zonas del país. ¡A los militares lo que es de los militares!”

Pese a la maroma, la propuesta de sacar a los militares de las actividades civiles y ponerles a “defender el territorio del crimen organizado” es, precisamente, usar al ejército en tareas de seguridad. Es lo mismo que hasta hace poco la propia Xóchitl condenaba.

¿Y qué decir del bukelismo de Máynez que plantea un plan de seguridad como el del popular presidente salvadoreño, pero sin atentar contra los derechos humanos? Algo así como si pidiera un guacamole sin aguacate, una limonada sin limón o una salsa picante sin chile.

Convenientemente, el candidato naranja apela a Bukele –como en el fondo también lo hace Xóchitl con sus cárceles— porque sabe que en un sector importante ve sus resultados con buenos ojos, cuando en realidad estos habrían sido imposibles sin un estado de excepción.

Es entendible que el tema de la inseguridad ocupe un lugar central entre las oposiciones, y que estas busquen aprovecharse de uno de los puntos débiles del oficialismo. De eso se tratan las campañas electorales. Lo inadmisible es que sus planteamientos sean tan débiles e inconsistentes. Necesitamos una oposición capaz de plantear verdaderas soluciones alternativas para el país.