Sergio González Levet - Los Juegos y el éxito

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Sin tacto

 

Por Sergio González Levet

 

Los Juegos y el éxito

 

Caminaba la semana pasada por la calle de Enríquez y me encontré a un viejo conocido, al que saludé con gusto. De inmediato caímos, como muchos otros en estos momentos, en un tema de conversación que está de moda: la realización de los Juegos centroamericanos y del Caribe.

—Seguro no se van a hacer —me dijo exaltado—. No pudieron construir las villas olímpicas a tiempo y todas las obras están retrasadas. No se van a entregar a tiempo para que se hagan los juegos.

—¿Todas las obras? —le pregunté haciendo eco de mi duda.

—Todas, todas, ¡todas! —fue su respuesta.

Yo traté de hacerle ver que aunque había retrasos evidentes, se tenía el tiempo necesario para que se entregaran completas antes de dos meses, que será cuando se celebre la justa en las ciudades más populosas de Veracruz. Le puse como ejemplo el Estadio Xalapeño, que ha sido remozado integralmente (lo que por cierto le urgía y no se le había hecho en décadas al inmueble señero que construyó el gobernador Heriberto Jara) y ahora luce majestuoso, con las pistas y el campo relucientes para que compitan en ellas los mejores deportistas de los países que integran la federación centroamericana.

Le dije que cosas similares habían dicho antes de la celebración de los Juegos Panamericanos de Guadalajara y que sin embargo terminaron siendo considerados uno de los mejores de la historia de esa justa.

 

—Ya verás —le porfié— cómo el día de la inauguración y durante todo el torneo veremos el entusiasmo jarocho en todo su esplendor y cómo los juegos finalmente traerán a la economía estatal beneficios inmediatos por la derrama de los turistas y los participantes.

Al ver que iba perdiendo en su discusión -aunque yo no competía con él-, me insistió que no, que en realidad eran obras de relumbrón, mal hechas, y que no servirían más que para hacernos quedar en ridículo.

Y no se quedó ahí: sin darme tiempo a contestar empezó con una retahíla de quejas contra el Gobierno, contra los organizadores, contra el cambio climático y hasta contra el nuevo look del Potrillo, Alejando Fernández, que no atiné a entender cómo pudo meter en el tema.

Al ver tanta exasperación por mis comentarios, yo preferí retirar el asunto de esa plática y le hice una pregunta sobre algo que sabía le interesaba más que hacer sus lamentaciones estériles.

Nos despedimos, y me quedé pensando cuál era el motor que movía a este ciudadano a querer que los Juegos Centroamericanos y del Caribe salieran mal, aunque sufriera por ello la economía estatal, y el prestigiado y querido nombre de Veracruz quedara manchado con el baldón de unos juegos mal organizados y peor celebrados.

A mí y a muchos ciudadanos nos interesa que los Juegos sean un éxito, porque las mieles de ese triunfo no serán para el disfrute exclusivo de los organizadores o de las autoridades, sino de todos los veracruzanos.

Por ellos, hay que hablar bien y fomentar el optimismo.

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