Jorge Fernández Menéndez - La opción Mancera

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Miguel Ángel Mancera llegó a su 2º Informe de Gobierno en un punto de quiebre de su gestión. Después de muchos meses desangelados, con una administración que parecía atrapada por los propios escollos levantados por sus antecesores, por presuntos aliados (pocas cosas le hicieron más daño a Mancera en su primer año que el plantón y los bloqueos de la CNTE) y por un estilo personal diferente, que buscaba más acuerdos que confrontaciones, Mancera se encuentra, por primera vez desde que inició su mandato, con la iniciativa política de la capital en sus manos.

En las últimas semanas Mancera colocó la primera piedra de esa ofensiva con la propuesta del aumento a los salarios mínimos, que terminó siendo retomada por el gobierno federal y por el PAN. Avanzó en la distribución de responsabilidades sobre la Línea 12, lo que le permitió, además, un deslinde con Marcelo Ebrard (lo que acabó exhibiendo la baja forma política de su antecesor). Triunfó ampliamente en el proceso interno del PRD, en la capital y en el país. Y saldrá adelante la Reforma Política del DF en los tiempos en que el propio Mancera lo había planteado, evitando las presiones de que algunas de las medidas que se incluirán en la misma se aplicarán apresuradamente en las elecciones del año próximo.

 

En la política pocas cosas son más difíciles que romper con las inercias. Como se ha dicho muchas veces, Mancera ha llegado a su 2º Informe con los índices de popularidad más bajos que los que tenía al iniciar su gestión, luego de haber ganado las elecciones de 2012 con 66% de los votos. Mantener esos índices de aceptación no son posibles en un gobernante, pero hace un año, la caída de aceptación de Mancera era preocupante. Hoy los márgenes han crecido pero, sobre todo, lo que ha cambiado es la dinámica, su gobierno no está ya, como lo estuvo varios meses, a la defensiva, sino, como decíamos, con muchos instrumentos en sus manos para darle una vuelta de tuerca a su gestión.

El capítulo más importante en este sentido será el crecimiento económico. Viene para la Ciudad de México un periodo de grandes obras. Los acuerdos de Mancera con el gobierno federal le permitirán al Distrito Federal realizar obras en muchos ámbitos, quizá como no se había visto en décadas: todo lo relacionado con el aeropuerto llevará a construir vialidades, líneas de Metro, áreas verdes, incluso, escuelas y universidades, asentará empresas y generará inversiones, pero además conllevará una serie de obras hidráulicas que implicarían, realizadas en solitario, el presupuesto del ramo de nueve años para el gobierno capitalino. También la ciudad se beneficiará de las inversiones en telecomunicaciones y en otros ámbitos. Por eso es tan importante que se esclarezca totalmente y se castigue a los responsables de los malos manejos en la Línea 12: no puede haber margen para la impunidad y la ineficiencia, no puede haber obras que terminen costando el doble de lo presupuestado y que, para colmo, se construyan con negligencia y no sirvan. La Línea 12 debe servir como un antídoto para las obras que vienen.

Mientras se mantienen los programas sociales y las políticas liberales que los gobiernos capitalinos implementaron en el pasado, por primera vez desde que el PRD gobierna la capital (desde 1997) esos aspectos se complementarán con un crecimiento económico que estará incluso por encima de la media nacional. Esa será la gran apuesta, la gran oportunidad de la administración Mancera para el futuro.

Los riesgos están en dos ámbitos: primero, la seguridad. Si bien, el gobierno capitalino muestra índices de reducción de distintos delitos, existe una percepción ciudadana de que la inseguridad ha crecido. Y en estos temas habrá que recordar a don Jesús Reyes Heroles “en política (y en seguridad agreguemos nosotros) lo que parece es”. El Gobierno del DF debe cambiar la percepción y ella sólo se transforma con hechos. Por otra parte, tiene otro riesgo en la política electoral. La división del PRD con Morena dejará flancos en muchas delegaciones para las elecciones del año próximo, donde pueden presentarse alianzas de los partidos opositores, aprovechando la división de votos entre las fuerzas de izquierda. Pero incluso, aunque esas alianzas finalmente no se produzcan, el jefe de Gobierno deberá apostar en esas posiciones, en las que serán las más disputadas por Morena, su capital político para fortalecer su propia posición. Las elecciones del año próximo son para Mancera, un riesgo y una oportunidad.

Con aciertos y errores, lo que más se debe valorar de Mancera es su forma de hacer y entender la política desde la izquierda. La demostración de que la capacidad de diálogo y acuerdo rinde mucho más para la ciudad y sus habitantes, que la confrontación y el discurso estéril. Si tiene éxito, cambiará la cultura política de buena parte de nuestra izquierda y se abrirán para ella nuevas oportunidades.