Opinión 8/4/17

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Donald Trump es fan de AMLO

Por Juan Manuel Asai

Los mandos del nuevo gobierno norteamericano son una manada de chivos haciendo cachitos una cristalería. Están sorprendidos porque sus ocurrencias no transitan. Hace un par de días, el señor Kelly, secretario de Seguridad Interior, se dijo preocupado porque las elecciones presidenciales del 2018 en México las gane un izquierdista antiestadunidense, lo que, consideró, no sería bueno para nadie.

Curioso que lo diga el señor Kelly. En  los últimos meses el gobierno norteamericano le ha hecho la campaña al tabasqueño. La ofensiva de Trump contra México exacerbó el sentimiento antiestadunidense en el país. Su obsesión por humillar al gobierno y sus personeros tuvo como resultado un repunte de las intenciones de voto a favor del presidente de Morena. Obrador está echado en la hamaca, cachando los votos que  Trump le hace  ganar.

Parecía que lo hacían a propósito, que su intención final era despachar a los priistas, tratarlos como víboras prietas, y darle alas al izquierdista antiestadunidense. La gente de Trump no conoce a México, o hace como que “la Virgen le habla”. Cada desaire al presidente Peña es una carretada de votos para la izquierda anti-gringa. Que ahora se digan preocupados sólo se  explica, citando al clásico, porque no entienden lo que está pasando o ya pasó lo que estaban entendiendo.

Sergio en 2666.- El mal existe y está entre nosotros. La frase, terrible, es el saldo de los trabajos de la crónica periodística de Sergio González Rodríguez, quien falleció hace unos días en la Ciudad de México, víctima de un infarto. Su registro como escritor fue muy amplio, pero los libros Huesos en el desierto (2002) y El Hombre sin cabeza (2009) tuvieron un fuerte impacto social y le dieron justa fama y prestigio dentro y fuera del país. En esos libros Sergio documenta que México es, en ciertas regiones, un país salvaje, brutal. Aborda  el caso terrible de las llamadas muertas de Juárez y también explica cómo la violencia se consolida como mecanismo de relación entre grupos.

También fue un promotor cultural, director de suplementos y secciones culturales en los que dejó huella. Tuvo una aparición curiosa, extraordinaria diría yo, en la novela 2666 de Roberto Bolaño. Esta novela es considerada una de las obras cumbres de la narrativa en español del último cuarto de siglo. La leí hace poco, equivale a las cataratas del Niágara de la literatura. Un torrente colosal. Pues bien, en esa novela Sergio González aparece como Sergio González, un reportero de cultura que se sumerge en ese laberinto del terror que fueron las muertas de Juárez. Es un lugar común, pero el mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor es leer su obra. Si usted puede, consiga un libro de Sergio y tendrá una experiencia fuerte, pero enriquecedora.

No puedo presumir que fui amigo de Sergio. Lo vi con frecuencia durante un tiempo, pues me invitó a colaborar con él en la sección cultural de La Jornada, un diario que dice ser progresista e incluyente, pero que por aquella época era una olla de grillos intolerantes. Un grupo golpista no descansó hasta conseguir que Sergio saliera del diario. González soportaba  un mal ambiente  todos los días. El tiempo puso a cada quien en su lugar. González Rodríguez siguió su carrera ascendente con más éxito y los que se quedaron en el diario todavía se regodean con lo que  ven en el espejo negro.