Cómo enseñar a los hijos a establecer prioridades

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Prioridad es intentar realizar con antelación, en orden o en el tiempo, una cosa respecto de otra, en función de su importancia y está relacionada con las virtudes y valores humanos del esfuerzo, del orden, de la disciplina, del dominio personal, etcétera. Establecer y ejercer las prioridades es la antítesis del desorden, del despilfarro, del pasotismo, del autocontrol, etcétera.

 

No se puede andar a trompicones haciendo las cosas según apetezca o según vayan sucediendo, dejándose llevar por los instintos o acontecimientos. Hay que tener prioridades en todos y cada uno de los distintos aspectos de la vida. Pero las prioridades acordadas deberán estar en función de los objetivos propuestos, de los medios puestos para cumplir esos objetivos y de los controles que determinen las desviaciones ocurridas.

Para practicar las prioridades establecidas y que las decisiones no sean hechas de forma atolondrada, impulsiva o caprichosa, deberían estar precedidas por su análisis y planificación dentro de los objetivos familiares, personales y sociales. Este análisis permitirá determinar qué es lo importante y qué es lo superfluo para las acciones que los padres tengan que tomar, evitando que caigan en el viejo sistema de ir postergando, hasta que caen en el olvido, las cosas que no nos gusta hacer o que tienen dificultades.

Los padres deben hacer, y enseñar a hacer a sus hijos, el formidable ejercicio de su auto conocimiento, que consiste en hacer un listado de las prioridades, que se tienen en cada uno de los principales conceptos, que conforman la vida en cada una de las etapas, empezando desde que tienen la edad del discernimiento. Los hijos nunca son demasiado pequeños para enseñarles a que comprendan, cuáles son sus prioridades y a que hagan las cosas en función de ellas, sin que confundan prioridades con caprichos. Tienen que enseñarles a distinguir, según su importancia o necesidad, lo que hay que hacer ahora, luego o mañana.

Las prioridades en la familia deben ser examinadas, dialogadas, determinadas y compartidas, primeramente entre los cónyuges y cuando sea posible, entre los hijos y los padres, para que juntos poder afinarlas y realizarlas, intentando previamente fijar y planificar los objetivos, medios a emplear y los controles, para conocer si se están llevando a cabo. Esta participación servirá también, para que nadie confunda los deseos con las realidades. Así aparecerán los puntos fuertes y los puntos débiles, de cada uno de la familia y entre todos, podrán ayudar a mejorarla en los aspectos que sean necesarios.

Para cumplir las prioridades establecidas, todos tenemos los días de 24 horas, nadie los tiene de 23 ó 25 horas, pero hay que saber administrar esas horas, con buen criterio para poder hacer primero, lo primero. Primero lo que necesito, después lo que quiero, por eso es muy conveniente preguntar: ¿Sí lo quiere o lo necesita? No haciendo caso a cuando nos quieren presentar la mentira como verdad y la verdad como mentira.

Es imprescindible hacer una lista de las prioridades, en cada una de las actividades presentes y futuras a plazo corto, medio y largo, para poder administrar bien las energías, manejar bien las situaciones, no sentirse abrumados y con estrés, al querer hacer muchas cosas a la vez. Saber separar las cosas que son importantes y las que son secundarias, de acuerdo con los objetivos previstos y las prioridades establecidas, dando la atención necesaria, a cada cosa y un tiempo para cosa.

20 prioridades que deben tenerse en cuenta, poniendo una a una, en orden de importancia, de mayor a menor, las cosas que en la vida familiar verdaderamente importan. Separando la paja del trigo, las que se deben hacer y las que no se deben hacer, relacionadas con la familia en conjunto, las relaciones personales y conyugales, las relaciones con los hijos, familiares, amigos y sociedad. También, las relacionadas con la realización religiosa, la salud, el trabajo, la profesión, la escuela de los hijos, la formación académica y realización profesional de los padres, las actividades políticas, la vivienda, el presupuesto de ingresos, gastos, ahorros, etcétera. La lista de conceptos puede ser tan larga, como lo sean los principales temas de la vida familiar, pues es allí donde se invierte el tiempo, los medios y las energías, para conseguir una familia fuerte. En cada uno de estos temas, habrá una prioridad y un orden de hacer las otras cosas, en función de las posibilidades familiares.

Hay que tener muy buen criterio para definir bien cuál debe ser la prioridad en cada uno de estos conceptos, teniendo mucho cuidado en no mezclarlos, ni ir dando bandazos de un concepto a otro y muchos menos, haciendo lo primero lo que tendríamos que hacer lo segundo, llevados por impulsos caprichosos o carentes de razón. Solamente se deberán alterar las prioridades, cuando haya una situación de fuerza mayor o por razones muy justificadas. Definir las prioridades permite enfocar todas las energías para cumplir las actividades acordadas y minimizar, todo aquello que esté en segundo plano.

Definir las prioridades es una tarea muy importante, pero no muy difícil. Deben quedar escritas, así como sus objetivos, medios y controles. No tienen por qué estar escritas en piedra, pues deben admitir una cierta flexibilidad, que permitan ser cambiadas según determinadas circunstancias familiares o por hechos externos, ajenos a nuestra voluntad. Es posible que realizar las prioridades, obligue a la familia a cambiar su estilo de vida, hasta conseguir ponerse en el camino, para alcanzar las acordadas, que permitan obtener los objetivos propuestos.

Los padres deben que tener coherencia entre sus principios, palabras y obras. Si no tienen muy claras las prioridades en cada tema, la ambigüedad se convierte en uno de los rasgos principales, que desgraciadamente caracterizan a la vida de muchos padres y por ende, a la sociedad. Los padres no pueden estar continuamente moviéndose o jugando a las medias verdades, a las medias mentiras y a los intereses personales, no siempre confesables, ante la familia. La vida de una persona íntegra y coherente, no puede andar oscilando, según sus propias conveniencias o circunstancias, entre el sí y el no. Aunque duela, en las prioridades el sí, tiene que ser sí, y el no, tiene que ser no. La incertidumbre, eventualidad y provisionalidad de muchos acontecimientos en la vida deben hacer reflexionar y replantear nuestra vida y nuestro compromiso con la misma. Procurar el bien y hacer el bien, nos hace mucho bien.

La prioridad de los padres es formar una familia fuerte, así como definir muy claramente las prioridades en cada una de las actividades y objetivos de esa familia y de cada uno de sus componentes. En cada caso particular, son los que tienen que decidir lo que conviene a sus hijos, mientras son menores de edad, en función de las posibilidades, apetencias, capacidades, etcétera. Tienen que buscar todos los asesoramientos y consejos posibles para adquirir los conocimientos, técnicas y medios disponibles y así poder definir el estilo de funcionamiento y educación de ellos mismos, de su cónyuge e hijos,  para poner en marcha las prioridades imprescindibles, que les lleven a conseguir el buen fin de su familia, así como la prevención y resolución de los conflictos familiares. La definición y cumplimento de las prioridades, permiten tener iniciativas y adelantarse, con la prevención de los problemas familiares, que se quiera o no, siempre surgen.

Cada familia es soberana con sus determinaciones, pero también es responsable de lo que haga en contra de la educación de sus hijos, ya que algunas decisiones, pudieran ser irreversibles. Para ello cuentan con los inmejorables consejos, que ofrecen los expertos en familia, como son los sacerdotes, pastores, rabinos, imanes, maestros y otros orientadores. En algunos casos especiales, también pueden consultar con médicos, pedagogos, psicólogos o trabajadores sociales. Así como en las bibliotecas públicas, páginas de Internet especializadas, etcétera, donde encontrarán amplios conocimientos familiares, criterios de orientación y técnicas educativas, adaptables a cada circunstancia familiar.

Los padres tienen que educar a sus hijos en muchos conceptos, pero hay unos muy importantes relacionados con las prioridades. Deben enseñarles a distinguir, para que se puedan definir, entre lo que es importante y lo que es superfluo, lo que quieren y lo que necesitan y si tiene que ser ahora mismo, en este mismo instante, cuando sea conveniente o cuando se pueda.

Los hijos en las escuelas o colegios tienen marcadas las actividades y deben cumplirlas, pero en su tiempo libre o cuando salen de la escuela pueden tener la posibilidad de fijar sus propias preferencias. Ahí es donde tienen que conocer perfectamente las prioridades, entre estudios, familia, diversiones, amistades, etcétera, por lo que no pueden ir dejando las cosas importantes para cuando sea el momento de cumplir con otras obligaciones.

Las prioridades tienen que estar soportadas por unos objetivos bien definidos y una estrategia, una táctica y unos planes bien diseñados en función de los medios y capacidades disponibles. Definir y realizar en orden las prioridades, para que sean eficaces, conlleva disciplinar el propio temperamento, realizando un esfuerzo sistemático, continuo y medido. El auto dominio, el auto control y la auto disciplina son partes muy importantes -y casi imprescindibles-, para tener éxito en la fijación de prioridades. De lo contrario, cada uno hará lo que quiera, cuando quiera y como quiera.

Nunca se debe aplazar lo que cuesta hacer, ni dar prioridad a las cosas que gusten más o exijan menos esfuerzo. No se debe dejar el trabajo para mañana, si se puede hacer hoy. La prioridad no debe relegarse a otras posiciones en el tiempo o en el lugar, dejándose llevar por la falsa excusa de la comodidad, conformándose con vanas disculpas. Hay que hacerlo cuando hay que hacerlo, ni antes, ni después. No vale hacer, como que se hace, evitando hincar el diente al problema o haciendo algo superficial para salir del paso, dejándose arrastrar por razonadas sinrazones.

Las prioridades, sobre todo en la educación de los hijos, tienen que ser más cerebral y menos visceral. Las prioridades de los padres, tienen que estar constantemente presididas, por la primera obligación de los padres. “Los hijos, siempre lo primero”.

Las prioridades deben estar establecidas de forma muy clara, pocas, pero muy definidas, principalmente las que sean en beneficio de la familia. Las que estén relacionadas con los gastos, sobre todo cuando están definidos como necesarios o superfluos. Los padres tienen que ser realistas, para distinguir y separar los deseos de la realidad. Valorando bien las posibilidades, para hacer lo que sea correcto, sin que importe lo que otros piensen.

 

Los padres deben entender que son los primeros actores de la familia y por ende de la sociedad. Que cuando educan bien a sus hijos, en las virtudes y valores humanos, están ayudando también -con su propio ejemplo y el de sus hijos-, a educar a los demás niños, participando en una empresa grande, bella y multiplicadora de beneficios. Producen una “inteligencia emergente compartida” que es una verdadera, práctica y real red educativa, no teórica.