Lo que hace el hombre, o los oficios varios por ganarse el pan de cada día

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Su clientela es la comunidad cristiana, pues entona cánticos religiosos mientras se hace acompañar por una botella de plástico que hace sonar contra su mano como llevando el ritmo. Cuando ha acabado su repertorio predica y le pide al Altísimo salud para que todos sus hermanos sean compasivos o mezquinos, pues como el mismo razona, sólo el ser supremo puede juzgar a los hombres.

Deambula por la avenida Independencia y suele sentarse a la vera de la banqueta en busca de la moneda que le habrá de dar el sustento. Bien documentado, su perorata religiosa es combinada con episodios bíblicos, lo que le confiere alguna credibilidad por parte de quienes  escuchan sus gritos estentóreos.

 

No se cansa de citar episodios del Antiguo y el Nuevo Testamento, inclusive cuando no trabaja y acude a la taquería para comerse algunos de barbacoa, su conversación versa siempre sobre la palabra de Dios, y hasta el taquero, impresionado por su discurso, suele hacerle algún descuento.

El otro personaje suele llegar los domingos al parque  vestido como minero y agarrando una pala, se queda rígido sin mover un solo músculo del cuerpo. Los niños quedan impresionados al ver esa figura plateada y lentamente se acercan mirándole perplejos.  Inopinadamente la figura cobra vida al estirar una mano  y los chiquillos retroceden espantados.

Los padres que lo han visto todo, no desean que su niño se muestre temeroso y lo alientan para que se acerque hasta que el hombre, previa moneda depositada en una ánfora, igualmente plateada, se mueve mecánicamente como si de un robot se tratara.

 

Luego, el hombre plateado mete la mano al bolsillo y extrae un dulce que le ofrece a la criatura y entonces se convence de que este ser de aspecto metálico es su amigo. Se trata de dos maneras de ganarse la vida honradamente, como las hay tantas. Cada quien según su leal entender buscará la manera de subsistir en un mundo donde para muchos, ganarse el pan no es nada fácil.