Al maestro con cariño…

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Por CARLOS HASCHMED NAVA

Mucho se ha criticado, últimamente, el desempeño de los maestros de escuelas públicas y la tendencia parece haberse vuelto una moda; el imaginario social ha convertido a los profesores en sus villanos favoritos, pero poco se habla del sacrificio que centenares, quizá miles de ellos realizan gustosos, día con día, para cumplir con una labor que se ha convertido en apostolado: educar.

 

 

Lo mismo es en escuelas ubicadas en el corazón de ciudades altamente urbanizadas, que en las más alejadas comunidades de municipios serranos; el maestro cumple con su labor, apenas motivado por el deseo de transmitir conocimientos, porque el sueldo promedio- ocho mil pesos mensuales- apenas les alcanza para mantener a sus familias y sufragar los gastos que esto  implica.

 

A ello se suma que los apoyos de la Secretaría de Educación de Veracruz (SEV) son casi nulos o llegan tardíamente; “Las historias de maestros que tienen que comprar el pizarrón o gises de su propio dinero son muy frecuentes, principalmente, aquellos que son novatos y tienen la ilusión de sembrar el conocimiento entre sus alumnos”, admite la maestra Dulce María Bauza del Mazo, delegada de la SEV en la zona norte de la entidad.

 

Con poco más de 40 años como profesora, Bauza del Mazo sabe de lo que habla, lo mismo ha impartido clases en planteles de esta ciudad como en municipios netamente rurales, y como delegada de la SEV conoce los reclamos y necesidades de los maestros, quienes diariamente le entregan oficios, solicitando apoyo para sus escuelas.

 

“Lo que más solicitan son cosas tan esenciales como infraestructura escolar y mobiliario, aulas, pupitres y sanitarios, y les damos seguimiento, pero no siempre es posible apoyarlos porque los recursos dirigidos a la educación siempre son menores a las necesidades”, señala la Delegada de la SEV, quien recuerda que cuenta con una oficina para tramitar dichas gestiones.

 

Oficialmente, seis escuelas de Poza Rica se encuentran en pésimas condiciones, “algunas son un riesgo para los alumnos, y estoy segura que son por lo menos el triple las que presentan daños estructurales”, aclara.

 

Bajo su jurisdicción están Poza Rica, Cazones, Coatzintla, Papantla, Gutiérrez Zamora, Tecolutla, Ixhuatlán de Madero, Huayacocotla, Castillo de Teayo, los ochos municipios de la Sierra del Totonacapan y parte de Tihuatlán. En todos ellos, “los maestros enfrentan una realidad de carencias, incomprensión y, a veces, desinterés de los propios padres por la educación de sus hijos”, lamenta.

 

La problemática a enfrentar en la región es enorme, si se considera que bajo su control están 512 preescolares, 665 primarias, 353 secundarias y 239 bachilleratos, con casi 200 mil alumnos, los cuales son atendidos por 9 mil 227 maestros, “y todos los planteles tienen sus necesidades y carencias”.     

 

EL PANORAMA

Los maestros de la zona norte de Veracruz enfrentan una realidad apabullante en las aulas: niños desnutridos, con bajo nivel de aprovechamiento porque llegan al salón con el estómago lleno de nada, pretenden asimilar lo que no podrán aprender, algunos de ellos tienen que trabajar para contribuir con la comida en su casa, mientras, otros sobreviven a la ausencia de sus padres porque ambos trabajan y a esta situación se suma el hecho de que algunos viven en situación de calle.

 

Por si esto fuera poco, los profesores encuentran pupitres rotos, las ventanas sin cristales, lámparas y ventiladores que no funcionan y puertas sin picaportes, cuando hace calor, los salones se vuelven auténticos hornos y, cuando hace frío, los niños se congelan, pero resisten las inclemencias del tiempo.

 

Donde alguna vez hubo Enciclomedia, un viejo y oxidado soporte metálico deja constancia de que alguna vez, en el lugar hubo un televisor, pero los ladrones lo sustrajeron y no hay suficiente dinero para comprar otro, los padres se niegan a más cooperaciones porque se aburrieron de hacer lo que corresponde al gobierno o simplemente no pueden dar más.

 

“Te puedo contar historias de maestros que tardan hasta seis meses en cobrar su primera quincena, otros que de su propio dinero compran chanclitas o zapatos a algún alumno porque todos los días llega descalzo al salón tras caminar dos o tres kilómetros desde su casa; el maestro se vuelve carpintero para arreglar pupitres rotos, sicólogo para escuchar y apoyar a sus alumnos, gestor para solicitar mobiliario ante las autoridades de la SEV, pero poco se habla de eso”, dice con un dejo de tristeza en su voz.

 

El salario inicial de un maestro es de ocho mil mensuales, lucha por años para mejorar su sueldo a base de constantes capacitaciones, las cuales costea él mismo, “pero cuando se jubila no puede ganar más de diez salarios mínimos. Muchos maestros se van a vivir a las comunidades donde trabajan o tienen que viajar hasta tres horas diarias para llegar a su salón, pero nadie fuera del gremio les reconoce el pundonor y entrega a su labor” señala con tristeza.

 

La realidad es así; se capacitan ellos mismos. La autoridad les envía por Internet sus planes de actualización y ellos habilitan a una persona para que la imparta, pero todos los costos los solventan los maestros, cuando la ley dice que la capacitación es obligación del patrón, en este caso, la SEV.

 

Un maestro, como muchos, entregado a su labor

 

Geremías Hernández Quintana, tiene 28 años como profesor, los últimos cuatro años de su carrera profesional ha sido director de la escuela primaria pública Adolfo López Mateos, un plantel de más de 40 años de haber sido fundado, el cual se ubica en la prolongación 20 de Noviembre, en la colonia Tepeyac.

 

Recuerda que cuando llegó a dicha escuela se encontró con que no había Dirección, así que habilitó como despacho un espacio de un salón y para ello contaba sólo con un viejo escritorio. “Aquí no sobraba nada porque faltaba de todo”, dice dibujando una sonrisa en su rostro, para recordar que él mismo pidió esa escuela porque conocía sus falencias.

 

“Cuando llegué, en 2010, la escuela sólo tenía 68 alumnos, hoy día, contamos, ya, con 200 y vamos por más” dice entusiasmado el profesor Geremías, quien al inicio de su gestión encontró padres apáticos y profesores desesperanzados.

 

Hoy, la situación en su escuela es diferente, la participación de los padres en las actividades escolares es superior a la del promedio y la comunicación entre el directivo, maestros y los propios paterfamilias, la han convertido en una escuela segura.

 

Reconoce que durante muchos años se ha forjado una mala imagen de los maestros de escuelas públicas, y aunque no lo dice directamente, deja entrever que es una acción gubernamental y de grupos de derecha decididos a privatizar la educación, “el gobierno quiere gastar menos en el sector educativo y los empresarios quieren convertirlo en un negocio, pero olvidan que (la educación) es un apostolado y aún hay muchos maestros por vocación, somos muchos más que aquellos que llegaron a un aula con la única idea de tener una quincena segura”.          

 

De origen humilde, recuerda que desde pequeño quería ser maestro porque encontró en esa labor las armas que conducen a la igualdad y la liberación del individuo “con conocimiento somos mejores personas, mejores hijos, mejores padres y seremos mejores ciudadanos” dice convencido este profesor, quien también imparte clases en el segundo año del turno vespertino en la escuela Artículo 123, María Enriqueta.

 

 

Hernández Quintana dice disfrutar ampliamente de ambas labores, “dirigir una escuela y educar niños son facetas diferentes, pero complementarias y la ventaja en ambas es que siempre se reciben las sonrisas de los niños y el respaldo de los padres si se predica con el ejemplo”, asegura el profesor normalista, quien resume que su labor sigue siendo una motivación para él “y seguramente, para muchos, muchos maestros que como yo, disfrutan este trabajo” finalizó.