En la tablita Luis Enrique

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Mientras que en Dortmund, el alemán Juergen Klopp no se arruga a la hora de dar explicaciones a la prensa sobre sus decisiones; en Barcelona, Luis Enrique se escuda en el secreto. Mientras uno argumenta sus decisiones y acoge las críticas con la lógica de quien ve a su equipo hundido en la tabla; el otro sentencia con monosílabos cualquier pregunta incómoda, a la vez que asegura que no le interesa "nada" lo que puedan decir los periodistas porque "no leo la prensa".

De las risas de agosto a las ironías de noviembre el camino ha sido claro en el Barça: el equipo no juega tal y como se proyectó en el programa inicial del entrenador y ha entrado en una espiral peligrosa, de la 'Messidependencia' que fue la clave del pasado se ha pasado en opinión de muchos a la 'Messitáctica', consistente en esperar a ver la situación de Leo en el campo para entender el desarrollo del fútbol azulgrana.

 

Y entre todo ello se espera todavía a conocer la trascendencia real de Luis Enrique en todo el entramado del equipo.

En 11 jornadas de Liga el entrenador ha presentado 11 alineaciones diferentes, sin explicar el cambio de hábitos en el protagonismo de un centro del campo en que pasa de Rakitic a Xavi sin pestañear a pesar de la variación que supone jugar con el uno o con el otro y que provoca que el ancla del juego, Busquets, se vea directamente perjudicado.

Sus cambios en la defensa, el ostracismo de Montoya, la invisibilidad de Douglas, el desplazamiento en Madrid de Mathieu al lateral, el castigo (negado) a Piqué, la lesión de Vermaelen. En la libreta de Luis Enrique se acumulan las preguntas en la misma medida que se niegan las respuestas.

"No tengo nada que achacar al equipo por su entrega" vino a constatar en los últimos encuentros el asturiano, en una afirmación que ha acabado por volverse en su contra, por cuanto la entrega se da por supuesta en un club como el Barcelona que, sin embargo, entiende que precisa, además, un plus de calidad futbolística que no aparece. Al entrenador se le aplaudió sin reservas el cambio respecto aL “Tata” Martino en lo que a disciplina se refiere.

Una de las acusaciones que se vertió sobre el argentino fue su poca, o nula, capacidad de liderar al vestuario y desde el primer día Luis Enrique dejó las cosas claras. "El líder soy yo" proclamó en su primera rueda de prensa, pero ese liderazgo ha acabado por ser una frase hecha que no se contempla en el ambiente.

Tras el KO del Bernabéu se filtraron diversos desacuerdos de sus jugadores, quienes escudándose en un lógico anonimato trasladaron la voz de alarma al entorno. El ascendente del asturiano en el vestuario no es, ni mucho menos, el que se sospechaba y si algo ha conseguido es que se instale la sensación de que nadie está contento plenamente.

No solo por desconocer el rol de cada uno, sino, más aún por no adivinar la ruta futbolística que realmente pretende seguir su entrenador. De la ilusión y el convencimiento a la vulgaridad, el fútbol azulgrana transita peligrosamente por el alambre.

El juego de posesión ha mutado hacia una construcción inisible, en que la búsqueda de espacios ha desaparecido y la velocidad de circulación no se observa por ningún lado. Si a todo ello se suma la poca precisión en el remate y la grandiosa separación entre líneas se llega a la conclusión de que el Barça de Luis Enrique se parece cada vez menos a lo que se prometió, y hasta pudo adivinarse, cuando comenzó la temporada.

¿ALIADOS O ENEMIGOS?

A Luis Enrique no le gusta la prensa. Ya en su época de futbolista mantuvo una relación distante con los periodistas, con los que apenas tuvo trato, y ese carácter arisco ha aumentado desde que es entrenador.

Lejos de ser aliados en su trabajo, los periodistas empiezan a ser vistos como el enemigo. Y él no hace precisamente nada por evitar esa sensación. Alejado del ruido mediático cuando dirigió al Barça B, en abril de 2012, con un año de contrato todavía por delante en la Roma, Fraco Baldini, director deportivo del club italiano, anunció la rescisión acordada por las dos partes.

Y su marcha no fue sentida precisamente.

"No cumplió con las expectativas y su relación con los medios fue tirante, difícil" apunta desde Milán Enzo Palladini, periodista del 'Corriere dello Sport', quien reconoce que la temporada del asturiano fue considerada "un fiasco". Sus comienzos en el Celta no fueron tampoco positivos.

Batió los peores registros del club vigués en sus inicios de temporada y aunque acabó convenciendo, tampoco mantuvo buenas relaciones con un entorno con el que siempre fue cortante.

"Conoce bien el entorno del Barcelona" se congratularon desde el club cuando fue el elegido para sustituir a Martino y recuperar las esencias del equipo. Pero quienes pensaban eso no cayeron en la cuenta de una realidad indiscutible: conocer el club, el Barça, no significaba ni significa estar preparado para hacerle frente. Y de repente, cuando el fútbol muestra sus primeras vías de agua Luis Enrique deja de ser un personaje 'de fuerte carácter' para ser 'esquivo'.

Ahora su incomodidad en las ruedas de prensa toma carácter principal y sus evasivas a la hora de contestar, su cortante discurso y nula argumentación empieza a pasarle factura.

Nunca se ocultó que sería el marcador principalmente y el fútbol que se realizase el mejor parapeto del entrenador asturiano en Barcelona. Y tres meses después de empezar la temporada los resultados y el juego empiezan a desnudarle.