Aytor Senna la leyenda de Sao Paulo

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AGENCIA

La tumba número 11 del Cementerio de Morumbi es irónicamente el lugar con más vida de toda la ciudad. Ahí yacen los restos del mejor piloto en la historia del automovilismo, el hijo pródigo de Sao Paulo y quien sigue siendo el principal foco de atención de una ciudad que cuenta con tres de los equipo de fútbol con mayor popularidad en Brasil (Sao Paulo, Corinthians y Palmeiras), pero también con uno de los mitos más grandes en la historia del deporte.

Tomar un taxi en dirección de la calle Laérico Corte, en el Paraíso de Morumbi, significa una plática amena con el conductor. La primera impresión fue «Aytor Senna», y claro, es el paulista más querido.

«Es nuestro ídolo, no sólo lo queremos aquí, todo Brasil lo ama», comentó el conductor. Apenas al llegar, sin mencionar palabra alguna y con la cámara lista para enmarcar al mito, el vigilante nos recibe con un «vem por Ayrton Senna» (“Viene por Ayrton Senna”), un movimiento de cabeza fue suficiente para que nos señalara el lugar, el más icónico.

Está justo en el centro del cementerio, bajo un árbol que protege su grandeza y con el #11. Es la más colorida, con flores y recuerdos de los fans que tratan de mantenerla lo más viva posible. El hombre de la velocidad, que vivió entre el ruido de las arrancadas descansa entre el silencio y los recuerdos de una zona residencial en su Sao Paulo, que lo vio llegar a lo más alto del deporte motor.

Una placa con la leyenda: «Nada puede alejarme del amor al bien», así como la fecha de su accidente en el Gran Premio de San Marino -primero de mayo de 1994-, sirve para acompañarlo, sitio que se ha convertido en uno de los más concurridos de la ciudad de Sao Paulo desde aquel año. Y no es para menos. Ayrton significa un antes y un después para la Fórmula 1. El genio del volante fue dueño de unas manos prodigiosas que cautivaron a la afición y que lo hicieron ganar tres campeonatos con McLaren, antes de probar suerte con Williams. Su grandeza lo obligó a nuevos retos, siempre insaciable por querer hacer historia.

Murió como un ídolo y eso lo hizo leyenda, una que sigue vigente en una Sao Paulo que la recuerda como su hijo pródigo.