Nadie frena la anarquía que impera en El Tajín

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El INAH e IVEC, ciegos y sordos, ante la invasión de áreas verdes, cobro indebido por estacionamiento y venta de mercancía extranjera, incomodan a los visitantes

 

María Elena Ferral

 

Un panorama sumamente deprimente, que muestra una mala imagen para todo el mundo, es el que continúa ofreciendo la zona arqueológica de El Tajín, sitio donde el comercio informal se ha apoderado de áreas verdes, calles y estacionamientos aledaños, donde las víctimas vienen siendo los turistas nacionales y extranjeros, que se incomodan por esta mala imagen que se ofrece.

 

 

Instalados completamente en el acceso principal así como en calles aledañas y estacionamientos de la Zona Arqueológica, los ambulantes hacen y deshacen en esta zona, sin ningún respeto hacia su cultura, sin que las autoridades que administran y están obligadas a proteger la zona arqueológica de El Tajín, realicen acciones para proteger a los miles de turistas que visitan este centro ceremonial totonaco, la cual fue declarada Patrimonio de la Humanidad.

 

De igual forma, grupos de vivales se han apoderado de los estacionamiento que se encuentran a la entrada de la ciudad sagrada, pues en cuanto arriban los turistas y estacionan sus vehículos, indistintamente son abordados por personas, quienes les hacen la observación de que es una cooperación “obligatoria”, lo que ha generado quejas contra estas personas, las cuales llegan a cobrar hasta 50 pesos para estacionarse, indebidamente, porque no debería cobrárseles, ya que los turistas pagan por entrar a la zona.

 

Sigue sin conocerse a manos de quién va a parar el dinero que se genera diariamente por el indebido cobro del estacionamiento, pero a cada vehículo que llega se le cobra una tarifa, sin embargo, no se sabe este dinero en manos de qué líder habrá de terminar y tampoco quiénes están confabulados con este jugoso negocio, que lleva años y que ninguna autoridad es capaz de frenar.

 

De igual forma, el mercado regional para la venta de artesanías locales ha sido desplazado por mercancía pirata y extranjera, al arribar a este lugar los turistas son abordados por vendedores, quienes ofrecen desde lentes, sombreros, cámaras desechables, playeras, entre un sinfín de artículos a precios muy elevados, lo peor viene cuando los mismos ambulantes venden licor de vainilla sintética, pues  engañan a los turistas vendiendo vainillina, (esencia de vainilla) y hacen pasar a este producto como si fuera vainilla de Papantla, lo cual representa un fraude.

Ni a los directivos de la Zona Arqueológica, por parte del INAH,  ni a los del Instituto Veracruzano de Cultura -IVEC-, parece interesarles esta situación, por el contrario, la solapan y la propician, aún dentro de la misma Zona Arqueológica, nadie toma cartas en el asunto, en este grave problema que afecta considerablemente a un sitio histórico y milenario, que merece todo el respeto y un mejor trato por las autoridades encargadas y que está convertido en un verdadero muladar por las organizaciones que lo tienen bajo su control absoluto.