Los Voladores de Papantla
-Este ritual inició como una ceremonia en la época prehispánica, para pedir lluvia tras pedir lluvia por una prolongada sequía, preservan este ritual, declarado Patrimonio Cultural de la Nación
DE LA REDACCIÓN
Una sensación muy diferente es ver los videos subidos a YouTube o la información que se encuentra en portales de internet acerca de un ritual de la prosperidad, en el que cinco individuos sostenidos únicamente por un lazo amarrado a sus cinturas dan un salto al vacío, desde la cúspide de un poste de 30mts de altura y otra, muy distinta, es asistir en primera fila para apreciar la magnitud de la proeza de estos danzantes.
A 180 km de la costa norte de Veracruz, en México, aproximadamente a 3 horas y media por vía terrestre, está Papantla, conocida en la época prehispánica como Totonacapán, territorio indígena ancestral y cuna de este ritual. De allí se debe avanzar por carretera unos 10 km para llegar al Tajín, reserva arqueológica y antigua capital de Totonaca, en la cual se pueden apreciar las ruinas de las pirámides que hacen alusión al sol, la lluvia y al tiempo.
Al llegar al Tajín, se encuentran los toldos de ventas de artesanías, tejidos y bordados elaborados a mano y decorados con arte y dedicación; una frase muy común se escucha entre los vendedores: “Lo que escoja se le da precio”.
Con un fuerte olor a vainilla en el ambiente, se sigue adentrando hacia donde se realiza el ritual de la prosperidad y hasta una plazoleta llena de turistas. En medio, un poste de unos 30 mts de altura de acero inoxidable y con peldaños para subir hasta lo más alto. El detalle del mástil de acero evidencia que el pasar de los años no ha sido en vano y la leyenda de la época prehispánica que da cuenta de una sequía de grandes proporciones en estos territorios sí afectó los cultivos y la vida de los lugareños. Se dice que los sabios ancianos decidieron escoger a un grupo de jóvenes que deberían ser castos para que se internaran en la selva a cortar el árbol más alto de la zona, el cual serviría para realizar el ritual, que consistía en danzar y tocar música en lo alto del tronco, para así agradar a los dioses y recibir la bendición de las lluvias. La respuesta de los dioses fue tan complaciente, que la tribu decidió realizar este ritual todos los años, a principios de la primavera.