La terminal de autobuses, problema de salud pública
Elevada la categoría de ciudad hace décadas, Álamo todavía da visos de “pueblote”. Se hacen esfuerzos por ingresar a la modernidad y en muchos sentidos se consigue. El transitar por el bulevar Quintana Roo nos remite a un entorno, limpio, agradable y moderno, pues el paisaje incluyendo los centros comerciales dan cuenta de una lenta pero efectiva transformación.
Sin embargo, la terminal de autobuses se encarga de decirnos abiertamente que vivimos anacrónicamente, ya que por muchos años, 30 y 40, la terminal de autobuses estuvo sobre la avenida Independencia y hoy día se encuentra frente a la Parroquia de Nuestra Señora de Los Dolores, es decir, prácticamente en la misma zona.
Quien tiene la desventura de ir manejando atrás de un autobús, ha de maldecir su suerte, pues el chofer deliberadamente maneja muy despacio en sus ansias por subir pasaje en el trayecto y se hacen unas filas interminables sobre la avenida Garizurieta, precisamente atrás del camión.
Los camiones estacionados en la calle Garizurieta hacen notar en el acto, que la terminal realmente está fuera de toda lógica. La mayoría de las cabeceras municipales se han librado desde hace años de esa incomodidad y se han construido centrales camioneras que evitan que los camiones de pasajeros acaben con calles, contaminen el centro y causen incomodidades descomunales.
En rigor, a todos les habría de convenir que la terminal fuera instalada en las afueras de la ciudad. El aire en el centro sería más puro, los taxistas habrían de obtener ingresos al llevar o traer pasaje hacia la Central Camionera y las calles por donde ahora transitan los camiones serían más duraderas.
No pasa nada, Tuxpan, Poza Rica, Naranjos, tienen su terminal lejos del centro y viven mucho mejor que los sufridos habitantes de Álamo, que forzosamente han de respirar el humo acre de motores desafinados, pues algunos autobuses echan tanto humo que cualquiera diría que en lugar de gasolina se mueven como en la antigüedad, a base de vapor.