No hay descanso en la tercera edad
“No tengo de otra, mi’jo”
COATZINTLA
Es pequeña de estatura (apenas aproximadamente 1 metro con 40 centímetros). Delgadita –de unos 40 kilos de peso- de piel arrugada por la edad, cabello cano y una postura ligeramente encorvada. Pero su personalidad es achispada. Hace plática a la primera y siempre con una sonrisa en sus agrietados labios.
Su andar es pausado, sus movimientos lentos, pero su mirada es lúcida y posee percha fuerte, altiva. Con un solo jalón de su brazo derecho se echa al hombro una bolsa de plástico en color negro cargada con botellas vacías y hace el amago de irse, pero lo piensa mejor y saluda.
“Soy María Ríos”, comparte dulcemente y a la vez confiesa: “tengo 84 años de edad”.
Dado que a lo largo de varias calles ha recogido botellas de plástico vacías la pregunta del reportero tiene como finalidad indagar cuáles son las razones que le llevan a esa actividad.
“No tengo de otra mi’jo. Trabajo diario porque tengo que comer todos los días, si no trabajo ¿quién me va a mantener? Yo solita me mantengo, no tengo a nadie que me ayude”.
En el atardecer de su vida cuenta que tiene que trabajar todos los días, porque no tiene una pensión que garantice su alimentación, ni esposo en quien apoyarse, ni ahorros y sus hijos hace años que no los ve.
“Se fueron a Chihuahua, están en Ciudad Juárez. Hace muchos años estuve con ellos, pero hacía mucho frío allá y a mí me afecta el frío. Por eso me regresé”, dice, con voz pastosa y suave.
En un arrebato de sinceridad comenta que sabe poco de ellos, que a veces le envían dinero y a veces no, por lo que se ve en la necesidad de recoger botellas de plástico vacías para venderlas en industrias locales dedicadas a reciclaje.
“Me dan 600 pesos por mil bolsas como estas que acumulo. ¿Que cada cuánto tiempo? Pues para reunir todas esas bolsas con botellas de plástico vacías pasan como cuatro meses. Eso es lo que me tardo para poder cobrar ese dinerito”.
--¿No es muy pesado?, la pregunta.
--¡Nooo, qué va! Si el plástico ni pesa, jajajaja.
Su respuesta con desenfado es hilarante. Tiene una actitud positiva que contagia.
Ahora sí se despide pues tiene mucho qué hacer, se excusa. Agradece la plática y se va, con su andar despacio, su bolsa negra con botellas de plástico al hombro y su buen humor… Tal vez perdió la juventud, pero conserva las ganas y un espíritu jovial.