El amor ágape
Por: Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo
Se habla mucho de amor, mucho más desde el individualismo, centrándolo y enraizándolo en nosotros mismos. Pero que importante también es poder hablar del amor ágape. El cual toma de partida la buena voluntad, la benevolencia, y el placer voluntario en el objeto del amor. Dicen que es aquel que viene de Dios y por lo tanto, no es un amor meloso, es un amor que está en su naturaleza y en la expresión de su ser, entonces, si estamos hechos a su imagen y semejanza, porque no tratar de amar como él, con misericordia, bondad y siempre buscando el beneficio de los que amamos, sin esperar nada. Las creencias cristianas establecen que el espíritu santo ha derramado esta capacidad en todos nosotros, a pesar de nuestra “naturaleza caída”. Yo, no estoy aquí para taladrar creencias, no es mi objetivo, todos somos libres de poder discernir y escoger lo que más le traiga la paz y tranquilidad que cada uno necesita. Pero lo que sí creo es, que el concepto, el acto, la posibilidad de amar, es un ejercicio que hay que desarrollar día a día y que no podemos dejarlo de lado, pues nos alejaría de la naturaleza humana dentro de la que estamos.
Que importante es hablar de amor a los que están a nuestro rededor, pero más, intentar llevar a cabo una vida rodeada de este.
Necesitamos quitarnos ese “outfit” de dureza, de independencia autómata que nos aleja de lo más sublime y que nos orilla a una vida de mucha soledad.
Hay muchos que por aquello de no verse débiles a los demás no manifiestan ni media palabra y mucho menos, medio acto de amor.
Y no quiere decir que con esto perdamos autoestima o valor, al contrario, el amor ágape va de la mano de la autovaloración, de la aceptación propia, la confianza de sentirse amado, de nuestra propia felicidad, la cual podemos replicar con nuestros semejantes. Es sacrificio sí, pero pleno, acompañado de un sentimiento genuino y transparente. Incondicional, sin traición, encima de cualquier engaño, sobresaliente de tentaciones y pensamientos malignos. Es el que protege y apoya, paciente, afectivo, confiado, sincero, sencillo, perseverante, sin interés ni presuntuoso.
Y sí, ya sé que estará pensando: pero en “la actualidad” nadie ama así. Y lo único que puedo responder ante eso es: porque no empezar y ser de los primeros.
En la música escucho tanta violencia. En las redes el 80% de lo que se lee y escribe son discursos de odio y rencor. El mundo está tan afanado en autodestruirse que lo único que nos queda es retornar a lo básico, y eso es simplemente el amor. Es tan sencillo. El amor perdura en el tiempo. Las semanas pasadas hablé un poco de como los recuerdos nos construyen, y eso me lleva a entender y apoyarme más en este dicho, pues cuando los recuerdos son positivos, cuando están empapados de amor, hacen crecer el espíritu.
Sí es un desafío, pero segura estoy que puede ser el mejor de los retos. Controlemos las emociones y busquemos ejercer la voluntad, de amar a quien no nos ama, aquel que es difícil, porque seguramente es quien más lo necesita.
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