Manuel Zepeda Ramos - Minas
Piedra Imán
Manuel Zepeda Ramos
Minas
México. Con el nombre de nuestro país se constituyó hace años un grupo de ingenieros inteligentes, la mayoría egresados de la UNAM, para dedicarse a la construcción de grandes obras de infraestructura hidráulica que le dio a la Comisión Federal de Electricidad sello y característica.
La Constructora México, antecedente inmediato del Grupo México, construyó en Chiapas y en otros países de América, entre otras grandes obras de infraestructura energética, las presas de La Angostura y Chicoasén. Siendo yo estudiante y egresado después, pude ver en el terreno de los hechos el trabajo de la Constructora México. Todavía recuerdo, por la enorme impresión que me causó, la construcción de los grandes desvíos subterráneos —entre los cerros chiapanecos—, túneles de 18 metros de diámetro, trazados por brigadas de topografía experimentada que empezaban a escarbar aguas arriba y aguas abajo para encontrarse en medio del tramo calculado ayudados por el recién descubierto “escudo”, un aparato que escarbaba el material arcilloso de los cerros para ir conformando un enorme ducto que permitiera que el caudaloso río Grijalva fuera desviado de su curso con el objeto de poder construir en su lecho la colosal cortina de materiales graduados que detendría el curso del río milenario y con ello permitir el tirante de agua necesario y suficiente para provocar en la lumbrera la caída vertical de cientos de metros de agua cuya colosal fuerza de llegada fuera capaz de mover las grandes turbinas que transformaran la energía del agua en energía eléctrica al servicio del desarrollo nacional y la calidad de vida en cada hogar mexicano. De ese tamaño son los ingenieros mexicanos. Todavía recuerdo el trabajo de la cimentación de la cortina, a más de 100 metros abajo del lecho del río, alturas inconmensurables que dejaban ver a los yukles, enormes volteos de 18 metros cúbicos de capacidad cuyas llantas eran más altas que la estatura de un basquetbolista de la NBA, como si fueran hormigas deambulando en tierra roja.
Es pues, el Grupo México, una empresa seria que se ha consolidado desde hace muchos años.
Sin embargo, el ahora Grupo México logró su repunte económico exponencial en el Planeta cuando desarrolla la explotación minera que lo convierte en un grupo de alcance mundial, reconocido como una empresa mexicana de punta en el desarrollo de esta industria. Las minas que opera y explota este grupo mexicano se encuentran en varios continentes.
Hace cinco años volví a tener contacto con el Grupo México debido a la energía de mi paisano Romeo Ruiz Albores, ingeniero de verdad y compañero de generación en la UNAM, para que analizáramos un proyecto interesante del Grupo México. Proponían la construcción gratuita de pequeñísimas hidroeléctricas —esto quiere decir que el embalse requerido no afecta los terrenos de cultivo—, ubicadas en los municipios, de tal manera que tuvieran asegurada la energía eléctrica, un remanente para vendérsela a la CFE y un sobrante para que el GM lo utilizara para sus minas que operan en el país. Me pareció un proyecto de vanguardia, socialmente viable y con visión futura. No avanzó por falta de coyunturas y, en algunos casos, por politizaciones absurdas provocadas por el PAN. En esta acción pude ver la preocupación social de este grupo que lo que le sobra es capital para ingeniársela en la búsqueda de energía para sus minas.
El manejo minero siempre ha sido un asunto delicado. Hay ejemplos de grandes tragedias en todo el mundo, debidamente registradas por la historia. El cine, inclusive, ha tomado cartas en ello.
El Grupo México no es la excepción.
Primero fue Pasta de Conchos, en Coahuila. Ahora lo está siendo en Sonora.
La prensa en este último caso, de ser una noticia aparentemente no importante para ella en dos semanas, se convirtió en asunto de amplia notoriedad de la noche a la mañana.
Sin querer especular que pudiera ser fuego enemigo de empresas que ven al GM como un gigante al que hay que someter, la preocupación por el caso es positiva, en su justa dimensión.
Las filtraciones sobre el río Sonora y sus afluentes, de importantes concentraciones de elementos nocivos para la vida, es motivo de gran preocupación, ya que de él se sirven los seres humanos para su dotación doméstica, los animales para beber lo necesario para vivir y la producción agrícola para desarrollarse. La limpieza eficiente del río, su lecho y sus márgenes debe ser asunto de profundo interés ya que estaría en juego la vida de muchos seres vivos. Sin duda es responsabilidad de la empresa y ésta debe de asumirla con gran dignidad en toda su dimensión, precisamente por esa larga experiencia social que el GM ha tenido a lo largo de su historia, más allá de la obligación legal contemplada en la Constitución.
Es de destacarse la respuesta de los organismos federales de gobierno para ello, quienes acudieron oportunamente para tomar el control del problema. Están obrando en consecuencia.
Pero también es necesario revisar la actual situación legal para contingencias al respecto. En Nuevo León hay también un problema de tipo ambiental producido por el robo de un ducto de hidrocarburo. Se hace necesario definir claramente responsabilidades, sobre todo cuando empiecen a operar empresas extranjeras en la petroquímica y en la extracción de crudo y gas.
Las empresas informativas también tienen que calificarse en el manejo profesional del tema. El desarrollo del periodismo científico está sostenido claramente desde el seno de la ANUIES al contemplar la divulgación de la ciencia como un asunto de interés generalizado. Estos cambios fundamentales de la vida constitucional nacional obligan a un mejor periodismo científico y de investigación como norma cotidiana de conducta de los medios.
La petición de la cabeza del GM es desproporcionada. A una empresa de prestigio mundial no se le hace eso, por los resultados que ha dado a la Nación. Pero sí debe de responder a sus errores.
Cuidemos a México.