SERPIENTES Y ESCALERAS / ZÓCALO LLENO: EMPIEZA A TOMAR FORMA “EL FACTOR CIUDADANO” / SALVADOR GARCÍA
La demostración de fuerza que dio ayer la sociedad civil organizada es todo un mensaje para lo que viene en las elecciones del 2 de junio. Todas las encuestas que hoy dan una ventaja importante a la candidata del oficialismo, Claudia Sheinbaum, pueden palidecer y derrumbarse si el “factor ciudadano” se decide a salir masivamente a votar en los próximos comicios para expresar su opinión sobre el actual gobierno y su posible continuidad.
El Zócalo lleno, junto con las principales plazas públicas de toda la República, sin camiones mandados desde los estados, sin los burdos y costosos acarreos de las clientelas partidistas y, sobre todo, sin más consigna que la defensa de una democracia que se avizora en riesgo, es un claro termómetro de la molestia ciudadana que está creciendo ante el abandono de las principales problemáticas del país, y podría desembocar en un voto de castigo a este gobierno. Y que no se engañen los partidos opositores porque no son ellos los que mueven ni convencen a los ciudadanos inconformes que no necesariamente ven bien a sus candidatas y candidatos: la oposición ha sido rebasada y se ve muy pequeña y mezquina frente a la ola ciudadana que amenaza convertirse en un tsunami.
Y ese es el peor error que hoy van a cometer en su soberbia el presidente y su candidata, junto con todas sus hordas de bots, opinadores y demás entenados y fanáticos a los que les hizo justicia la transformación: descalificar a las manifestaciones masivas de ayer domingo en todo el país, etiquetándolas como “marcha de la derecha” y repitiendo su rosario de quejas y ataques contra Claudio X y compañía, es algo que sólo refleja la soberbia y la ceguera de los que hoy detentan el poder.
Porque sin quitar ni negar que ese y otros empresarios sí están detrás de varias de las organizaciones civiles convocantes y sí las financian y promueven este tipo de manifestaciones, la inmensa mayoría de los ciudadanos que asisten a lo largo y ancho del país y que son representativos de todos los niveles de la clase media mexicana —desde la más baja hasta la media alta— no obedecen consignas ni del empresariado ni de nadie y sólo los mueve un sentimiento de hartazgo, de enojo y de rechazo al gobernante que juró ser la “esperanza” y terminó siendo otra decepción más, pero que además se transformó en una amenaza autoritaria para el futuro de la República.
Las elecciones en México y el mundo suelen definirlas, en la mayoría de los casos, las estructuras partidistas y su capacidad para entusiasmar e involucrar a los ciudadanos con las promesas, propuestas y hasta la demagogia de sus candidatos. Pero hay también en el mundo electoral y de la democracia, fenómenos ocasionales y cíclicos que suelen romper con el dominio y el monopolio partidista para dar paso a una participación masiva en las urnas que, inevitablemente, rompe cualquier pronóstico, encuestas o poderío de las estructuras de los partidos y sus clientelas y militancias que se ven rebasadas totalmente por las olas ciudadanas cuando éstas emergen con toda su fuerza en las votaciones.
Ha pasado históricamente y sigue pasando en la actualidad. Fenómenos como el de Javier Milei en Argentina, el triunfo de Trump en el 2016 en Estados Unidos, o el del PSOE-Podemos ese mismo año en España, no se entenderían sin el “factor ciudadano” que rebasó a los partidos y logró triunfos y alternancias contundentes tanto hacia la izquierda como hacia la derecha. En México también ha sucedido en al menos dos ocasiones de nuestra joven democracia: en el año 2000 cuando la ola ciudadana se sumó al folclórico candidato del PAN, Vicente Fox, para sacar al PRI de Los Pinos por primera vez en 75 años, y más recientemente cuando los ciudadanos apartidistas confiaron en López Obrador para castigar la descarada corrupción en el sexenio peñista.