OPINIÓN / “RUSIA NO SERÁ FELIZ” / JEAN MEYER

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La enésima reelección de Putin lo pone en competencia con Iván el Terrible, Nicolás I “la Macana” y Stalin para saber quién reinó más tiempo. Putin ya cumplió 24 años y pretende durar hasta 2036. No ha traído ni traerá la felicidad a su patria. Alexéi Navalny, había puesto finalmente a su partido el nombre de “Rusia feliz”. “Rusia no será feliz”, dijo a sus jueces Olga Smirnova, arquitecta de San Petersburgo, quién, desde 1914, tomó la defensa de los ucranianos presos por la voluntad de Putin.

Recuerden que la guerra empezó hace diez años exactamente, con la anexión de Crimea, una operación militar bien preparada, con anticipación, prolongada enseguida por la guerra “híbrida” en el Donbas de Ucrania. La expresión la acuñó entonces el general Valeri Guerassimov, jefe del Estado Mayor General, tan inamovible como el ministro de la Defensa, Serguei Shoigu, y el Supremo, Vladímir.

Olga Smirnova fue arrestada en mayo de 2022 por su toma de posición en las redes contra la “Operación Militar especial”. El solo hecho de usar la palabra “guerra”, en lugar de OME, era un delito, como es delito ahora depositar flores en ciertos lugares, lo que hacen los que creían en Navalny, o las esposas de los soldados que desean su regreso con vida. Los jueces condenaron a Olga Smirnova a seis años de “colonia penitenciaria”, “por difusión de falsas noticias sobre el ejército por motivos de odio político”.

Sentencia sorprendentemente benigna, si uno piensa que ahora regalan veinte años. En su última declaración después de escuchar al fiscal que pedía siete años, ella denunció la mentira del Estado-KGB que sigue pintando a los ucranianos como nazis, mientras que el Supremo reescribe la historia en su calidad de “historiador en Jefe”. (Así se autonombró).

Escuchemos a Olga Smirnova: “Asimilar a los agresores a sus víctimas, lo que hace la propaganda oficial al referirse a la Segunda Guerra Mundial, es para mí un insulto particularmente cínico a la memoria de los que dieron su vida para defender a su país contra los agresores nazis (1,500,000 soldados ucranianos, nota de J.M.) Cuando dibujan la imagen del “Ucronazi” y dicen que la Ucrania en su casi totalidad estaba del lado de Hitler, cometen un nuevo crimen contra la historia”.

Después de precisar que ella no es ucraniana, afirma: “El actual régimen político me robó mi patria. Con Rusia había caminado en la vida y por eso no me perdono haber entendido demasiado tarde la gravedad de la amenaza. Entendí en 2014, demasiado tarde. La “reprogramación de las conciencias” estaba bastante adelantada.

Y ahora voy a decir algo que no va a gustar a los que, con Pushkin, “esperan con una ilusión lánguida el minuto de santa libertad”. Rusia no será feliz, no puede ser feliz el país que, en Ucrania, causa tanto dolor, tantas muertes, tantas pérdidas. La felicidad y la marcha “positiva” de Rusia hacía un porvenir auspicioso violarían la ley de la justicia suprema”.

“No puede ser feliz el país donde el cinismo se ha vuelto un reflejo de protección, donde quien distingue el bien del mal pasa por loco. No puede ser feliz el país que teme enfrentar su pasado para conocer el nombre de sus héroes y de sus criminales, para dar su merecido los unos a los otros, y llorar las inocentes víctimas de los crímenes cometidos.

Ciertamente, sí, soy una enemiga, enemiga declarada. Es hereditario. No he perdonado a esta fuerza mala la condena de mis tres tíos abuelos a diez años de campo en el Gulag por haberse reído de los planes quinquenales en una canción. Sólo uno volvió, en 1956. No he perdonado los diez años de campo que dieron a la hermana de mi tatarabuela porque trabajó un día primero de mayo en su jardincito y explicó que hacía su plan quinquenal personal. Al analizar que el mal había regresado, pensé que era mi deber gritar: “¡Maldito seas!”. Los siete años de detención que requiere el fiscal son para mí una apreciación digna y hasta una alabanza de mis esfuerzos”.