HORIZONTES DESCONOCIDOS / El Llamado del Tiempo Nuevo / MARCIANO DOVALINA

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Cuando la última noche del año nos envuelve, un silencio peculiar parece descender, como si el universo mismo contuviera el aliento. Es un instante sagrado que no pertenece a ninguna religión ni cultura; es un pulso del tiempo que atraviesa fronteras, idiomas y creencias. En ese preciso momento, todos estamos unidos por algo más grande, algo que no puede medirse ni definirse, pero que nos conecta de una forma que solo el corazón puede comprender.

El inicio de un nuevo ciclo no es simplemente un cambio de calendario; es un recordatorio de nuestra esencia: seres que caminan entre el polvo y la luz, cargando en su interior la energía del cosmos. Todo lo que somos, todo lo que hemos sido, converge en este instante, y el universo parece susurrarnos al oído: estás vivo, y eso es un milagro.

La llegada de un año nuevo es un acto de fe en el tiempo, aunque no lo entendamos del todo. Porque aunque el tiempo avanza sin descanso, llevándose consigo lo que fuimos, también deja en nuestras manos una promesa: la oportunidad de transformar, de crear, de amar más profundamente. Es la certeza de que, aunque no podamos detener la corriente, podemos aprender a navegarla con propósito y compasión.

Cada ser humano, en cada rincón del planeta, siente este cambio de alguna manera. No importa si es en la soledad de una habitación o en medio de un bullicio lleno de abrazos. En todos nosotros habita esa chispa que nos dice que hay algo más, algo por lo que vale la pena seguir. Y ese algo no es riqueza ni éxito; es la búsqueda constante de sentido, de conexión, de dejar el mundo un poco mejor de lo que lo encontramos.

El año nuevo es un espejo que nos invita a mirar hacia adentro. Nos muestra las cicatrices que hemos acumulado y los sueños que aún no hemos alcanzado. Pero también nos recuerda que dentro de nosotros hay una fuerza inquebrantable, una capacidad de renacer tantas veces como sea necesario. Somos el amanecer después de la noche más oscura. Somos la semilla que rompe la tierra para alcanzar la luz.

En este nuevo año, el desafío no es ser perfectos, sino ser humanos en el sentido más profundo de la palabra. Reconocer nuestras fallas, abrazar nuestra fragilidad, y aun así seguir adelante con valentía y bondad. Porque en un mundo que a menudo parece fragmentado, lo que realmente importa es lo que nos une: el amor, la esperanza, y la certeza de que no estamos solos en este viaje.

Que este tiempo nuevo sea un canto compartido, una danza que celebre no solo lo que hemos logrado, sino también lo que aún podemos soñar. Que sea una invitación a vivir con más intensidad, a amar con más profundidad y a recordar, siempre, que en el breve instante que nos ha sido dado, somos parte de algo infinito. Porque la vida, aunque frágil, es el regalo más hermoso que el universo nos ofrece.