ENTRE OVNIS Y ALIENS / Encuentros Cercanos del Tercer Tipo: Cuando las Estrellas Nos Miran de Regreso / MARCIANO DOVALINA

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Imagina esto: estás en una carretera solitaria, la noche se desborda de un negro absoluto, salvo por las estrellas que, desde siempre, han sido testigos silenciosas de nuestra arrogancia humana, de pronto, un resplandor, no un faro, no un truco de luces, no un dron juguetón, algo más, algo que desafía lo que conoces, lo que crees, lo que juras que es posible y entonces, lo ves, no una nave, no un objeto, los ves a ellos… Y, amigo mío, bienvenido: acabas de tener un encuentro cercano del tercer tipo.

Sí, suena a película de domingo por la tarde, de esas que ves con una manta, y piensas: “Esto no pasa en la vida real”. Pero, ¿y si te digo que pasa? ¿Y si te digo que en México, en nuestro querido y surrealista México, estas historias no solo se cuentan: se viven? Desde los cerros de Tepoztlán hasta los desiertos de Chihuahua, pasando por cada pedazo de cielo en La Rumorosa, los relatos de contacto directo con seres no humanos se repiten con una consistencia que no deja espacio para reírse del “loco del pueblo” que dice haberlos visto.

Un encuentro cercano del tercer tipo es mucho más que una simple historia de ovnis, no es solo mirar al cielo y gritar: “¡Allí está!”, mientras todos te toman por un excéntrico, es cruzar esa delgada línea entre la fantasía y la realidad, es cuando ellos bajan de la nave, y tú, que siempre pensaste que eras el protagonista absoluto de este planeta, te das cuenta de que quizás, solo quizás, no somos tan especiales.

Y aquí está la gran pregunta que nos carcome: ¿qué hacemos con esto? Porque el ser humano tiene una habilidad fantástica para negarlo todo, ponle una momia extraterrestre en frente y dirá que es de cartón, enséñale un video grabado por pilotos de combate y dirá que es IA, el problema no es la evidencia, es nuestro miedo, miedo a aceptar que el universo es tan grande que no somos el ombligo de nada.

Pero hay otra cosa, algo más grande, los encuentros cercanos del tercer tipo no son un evento científico, son un evento emocional. Es el momento en que todo lo que crees, todo lo que defiendes, todo lo que eres, se tambalea como una torre de cartas, porque si ellos existen, ¿qué significa eso para nosotros? ¿Qué significa para nuestras guerras, nuestras religiones, nuestras luchas diarias por sobresalir en un mundo que, de pronto, se siente tan pequeño?

No sé tú, pero yo prefiero pensar que estos encuentros no son una amenaza, sino una invitación, una oportunidad para ser humildes por primera vez en nuestra historia, para mirar hacia el cielo y, en lugar de temer, decir: “Estamos listos”.

O tal vez no lo estamos, tal vez seguimos siendo esa especie testaruda que cree que lo sabe todo, cuando en realidad no sabemos nada.

Pero ahí están ellos, esperando pacientemente a que dejemos de pelearnos entre nosotros y levantemos la mirada.

Y cuando lo hagamos, tal vez las estrellas nos devuelvan la mirada. ¿Qué haremos entonces? ¿Escaparemos, o nos atreveremos a dar el primer paso hacia lo desconocido? La respuesta, querido lector, depende de ti.