OPINIÓN / Valentía / RICARDO MONREAL ÁVILA

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Antígona, protagonista de la obra homónima de Sófocles, es uno de los personajes de la literatura clásica que mejor encarnan la valentía y la determinación. Su historia nos muestra a una mujer que, anteponiendo sus principios a cualquier otra consideración, se enfrenta a un decreto injusto, para cumplir con lo que considera un deber moral.

Lo que hace de Antígona un símbolo de valentía es su inquebrantable sentido de la justicia y su disposición a enfrentar toda consecuencia con tal de honrar sus convicciones. Su determinación la lleva a enfrentarse a una sociedad entera que, en gran medida, permanece indiferente ante la injusticia.

La suya es una lección sobre las consecuencias de la valentía, pero también sobre la necesidad de tener valor. Es por eso que, a lo largo de los siglos, su figura ha sido retomada como emblema de la resistencia y de la capacidad humana de mantenerse firme en sus ideales, incluso cuando todo está en su contra.

De manera similar, la Presidenta Claudia Sheinbaum tomó una decisión valiente e histórica al entregar a Estados Unidos a 29 personajes de alto rango de la delincuencia organizada y el narcotráfico. Esta acción representa un golpe contundente contra el crimen organizado, pero además destaca la firmeza y el compromiso de nuestra mandataria con la construcción de la paz en el país.

No se trata de un gesto aislado ni simbólico, sino de una medida contundente, sobre todo en un contexto en el que el Poder Judicial se había convertido en un obstáculo recurrente para la justicia, concediendo amparos y suspensiones que impedían la extradición o traslado de estas personas.

Y es que cada día que pasa se hace más evidente que la reforma del Poder Judicial era por demás urgente e impostergable, y la decisión de la Presidenta también demuestra la pertinencia de las reformas que aprobamos en el Congreso de la Unión a la Ley General de Seguridad Nacional.

Con esta entrega, no sólo se refuerza la Estrategia Nacional de Seguridad, sino que también se mandan varios mensajes inequívocos. El primero es que el Estado mexicano no tolerará la impunidad ni será cómplice de quienes han sembrado el miedo y la violencia en nuestro territorio, y que tiene el control, la voluntad y la capacidad para enfrentar a quienes intenten doblegarlo.