OPINIÓN / Cosechando soberanía / RICARDO MONREAL
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En su novela La tierra, Émile Zola nos ofrece un retrato crudo y conmovedor de las y los campesinos y su lucha constante por la supervivencia. Publicada en 1887, esta obra refleja la relación visceral entre el ser humano y la tierra, mostrando cómo dicha conexión define no sólo el trabajo, sino también las aspiraciones, los conflictos y sacrificios de quienes dependen de ella.
En este relato, Zola retrata las dinámicas complejas de las familias campesinas y muestra cómo, incluso en un entorno aparentemente idílico, la lucha por la tierra puede desentrañar los lazos más profundos y revelar las fibras más esenciales de la condición humana.
Además, en su descripción detallada de los ciclos naturales y el arduo trabajo del campo, plantea una reflexión universal sobre el poder de la tierra como fuente de vida, convirtiéndose en un testimonio de la importancia de proteger y valorar nuestra relación con el campo y reafirmar su papel en el tejido económico y social de las naciones.
En un mundo marcado por aranceles, tensiones económicas y los efectos del cambio climático, México da un paso firme hacia la autosuficiencia alimentaria con el programa Cosechando Soberanía, anunciado por la presidenta Claudia Sheinbaum. Se trata de una estrategia integral, contundente y profundamente transformadora para el campo mexicano y para todo el país.
Había un gran vacío, luego de la desaparición de Financiera Rural, que dejó a millones de pequeños y medianos productores sin acceso a financiamiento justo. No obstante, ese vacío se ha comenzado a llenar con visión de Estado, al ponerse en marcha un programa que recupera la posibilidad de crédito accesible para el campo, pero además lo hace desde una lógica de justicia social.
Cosechando Soberanía representa una inversión inicial de 54 mil millones de pesos, destinada a beneficiar a 300 mil productores, con créditos accesibles —a una tasa anual reducida al 9 por ciento— y con respaldo de seguros agropecuarios para enfrentar riesgos climáticos, plagas, sequías y precios bajos.
Pero esto es mucho más que una cifra o una tasa de interés; es una apuesta por rescatar el papel de las y los campesinos, del productor local, del pequeño agricultor como columna vertebral del presente y futuro de la economía nacional.
Con lo anterior, nuestro país da un giro estratégico: se trata tanto de producir más como de hacerlo mejor. Se prioriza la producción de alimentos básicos como el maíz blanco, el frijol, el arroz y la leche, que son esenciales para la dieta de las familias mexicanas.
De igual manera, se busca que el valor agregado de esos productos se quede en manos de quienes los siembran, con un modelo de comercialización más justo y con acceso garantizado a precios dignos.


