ENTRE OVNIS Y ALIENS / Visitantes del tercer planeta: Tercera Audiencia Pública del Congreso Estadounidense sobre Fenómenos Aéreos no Identificados / MARCIANO DOVALINA

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Ayer, mientras miraba el cielo desde mi azotea, pensé en cómo la rutina nos ha vuelto ciegos a lo extraordinario, no me refiero a los pequeños milagros de la vida diaria—el café perfecto, la risa inesperada de un niño—sino a lo que, literalmente, podría estar volando por encima de nuestras cabezas. Sí, hablo de ellos: los visitantes que algunos llaman OVNIs, otros UAPs y que yo llamo “los silenciosos observadores del tercer planeta”.

En la tercera audiencia del Congreso estadounidense sobre Fenómenos Aéreos No Identificados, se mostraron videos que parecían sacados de un guion de ciencia ficción… pero no lo eran, un misil Hellfire disparado por un dron impactó un objeto esférico frente a Yemen. ¿Resultado? Nada, ni un rasguño, si esto fuera un videojuego, estaríamos viendo un “jefe final” indestructible que nos recuerda que, tal vez, aún somos los novatos en este universo.

La sala estaba cargada de una tensión casi palpable, las luces fluorescentes del Congreso se mezclaban con el brillo azul de las pantallas, proyectando sombras sobre los rostros de los congresistas, cada parpadeo parecía un intento de procesar lo imposible, se escuchaba el roce de los papeles, el clic nervioso de los bolígrafos y los susurros entre legisladores, como si hablar demasiado alto pudiera romper la frágil frontera entre la incredulidad y la verdad. Algunos se inclinaban hacia adelante, otros se recostaban, tratando de comprender lo que veían: un objeto que desafía las leyes conocidas de la física, resistente a un misil diseñado para destruirlo.

Los veteranos militares que testificaron caminaban lentamente hacia el podio, cada paso resonando en el silencio expectante, sus rostros reflejaban años de secretos y el peso de lo invisible. Dylan Borland habló de un objeto triangular de 30 metros que emitía un plasma dorado, desapareciendo en un instante ante sus ojos, Jeffrey Nuccetelli relató cómo una nave rectangular del tamaño de un campo de fútbol se movía con velocidades y giros imposibles, burlando radares y ojos humanos, cada palabra era medida, cada pausa, un universo entero de emociones: miedo, asombro, y la desesperación de quienes han visto lo inimaginable y aún no se atreven a nombrarlo.

Los congresistas hicieron preguntas incisivas, buscando respuestas en la lógica, en protocolos y en leyes, la sala se convirtió en un escenario de contrastes: la solemnidad del gobierno enfrentando lo inexplicable; la tecnología más avanzada frente a la resistencia de lo desconocido; la incredulidad frente al asombro puro, cada gesto, cada silencio, cada respiración contenía la certeza de que algo estaba más allá de nuestra comprensión, algo que ni los radares, ni la ciencia, ni la experiencia podían contener.

Mientras tanto, aquí en el tercer planeta seguimos corriendo de una cita a otra, atrapados entre el correo electrónico y la serie que dejamos a medias. Pero ¿y si estos visitantes no vinieran a conquistarnos, sino a enseñarnos algo sobre nosotros mismos? Tal vez su viaje sea un espejo: nos muestran que nuestros límites son solo lo que creemos imposibles.

Esta audiencia no es solo estadounidense: es un llamado mundial a reconocer que lo desconocido ya toca nuestras fronteras, y que comprenderlo podría redefinir nuestra visión del planeta y del universo.

Así que los invito a mirar al cielo esta noche. No busquen naves ni luces extrañas busquen la sensación de que algo grande y desconocido está ahí afuera, recordándonos que la curiosidad sigue siendo la mejor forma de resistencia y si tienen suerte, tal vez el universo les dé un guiño.

Porque, al final, en este tercer planeta, la maravilla sigue siendo un acto de valentía y recuerden: lo extraordinario no siempre golpea con estruendo; a veces llega silencioso, suspendido en el cielo, y solo quien levanta la mirada puede comprender que la realidad es más extraña, más profunda y más poética de lo que jamás nos atrevimos a imaginar.

Lo que creemos que entendemos es solo un fragmento; el universo insiste en mostrarnos lo que aún no podemos comprender.