Jorge Fernández Menéndez - Guerrero, un nuevo Aguas Blancas
Los activistas de la normal de Ayotzinapa, en Guerrero, son indefendibles: han hecho de la violencia y la provocación una forma de vida y las agresiones que han generado son innumerables: robo de camiones de carga y de pasajeros, incluyendo el despojo de los bienes de unos y otros; toma de gasolineras, de tiendas y supermercados, portación ostensible de armas; mal uso de recursos públicos; las normales rurales como escuelas de militantes de todo tipo de grupos porriles y radicales. La gama de delitos que han cometido es larga y de vieja data.
La inoperancia y corrupción de la policía, municipal y estatal en Guerrero, es tan célebre como provocadora la actividad de los normalistas de Ayotzinapa. En Guerrero se suceden los crímenes más violentos, muchos de alto significado político y casi nunca hemos visto un caso resuelto por las fuerzas locales. En realidad, de una u otra forma, son éstas las que terminan estando involucradas en los mismos. Todo eso no podría ser una realidad si no fuera porque las autoridades terminan siendo parte de todo ese esquema de corrupción, inseguridad y clientelismo político. Y como siempre sucede en ese tipo de situaciones, como los acuerdos se dan con base en la fuerza, lo que se dispara es la violencia más irracional.
En el último fin de semana, vimos en Guerrero cómo, en eventos que no tienen siquiera una explicación oficial, hubo duros enfrentamientos, a balazos, entre normalistas de Ayotzinapa que intentaban secuestrar autobuses en Iguala, con fuerzas policiales, mismos que se prolongaron con emboscadas, tiroteos aislados y se saldaron con varias muertes, incluyendo jóvenes inocentes y la desaparición, se dice, de alrededor de 58 normalistas que estarían detenidos por fuerzas de seguridad.
Los hechos, incluyendo los actores que participaron en los enfrentamientos, no pueden más que hacernos recordar lo sucedido hace 19 años en Aguas Blancas, cuando el entonces gobernador Rubén Figueroa, ordenó emboscar a un grupo de campesinos de la Sierra Sur, que era un secreto a voces que estaban ligados con grupos armados que poco después se dieron a conocer como el EPR, lo que terminó en una masacre. Le costó la gubernatura a Figueroa que dejó en el cargo a uno de sus más cercanos colaboradores, Ángel Heladio Aguirre, ahora nuevamente en el gobierno, pero después de haber ganado la elección con el cobijo del PRD.
Ya otra muerte de dos estudiantes de Ayotzinapa estuvo a punto de costarle a Aguirre el cargo al inicio de su administración, pero logró superar esos eventos. Luego fueron la escalada espectacular de la inseguridad y los continuos asesinatos políticos (de priistas, panistas, perredistas, empresarios, caciques, líderes radicales) en el estado. Libró también los bloqueos continuos a las carreteras y la negligencia inicial con la que se encararon las tormentas Ingrid y Manuel e incluso las denuncias de malos manejos en las tareas de reconstrucción. Habrá que ver cómo se libra el gobierno estatal de este nuevo Aguas Blancas, ocurrido ahora en Iguala, que viene adicionado con el asesinato, en pleno Acapulco, de Braulio Zaragoza Maganda, secretario general del PAN en el estado. Asesinato, como todos, también impune.
Probablemente no pase nada. Habrá investigaciones, algunos detenidos (que no siempre terminan siendo procesados) y se esperará que el tiempo juegue su papel. La razón es sencilla: el estado vive en una situación de descontrol mayor que cualquier otro, desde hace años; no hay grupos políticos fuertes que puedan generar otro tipo de opciones; el gobierno federal no puede intervenir como lo hiciera en Michoacán, entre otras razones porque hay elecciones en Guerrero el año próximo y una intervención en un estado perredista provocaría disensiones políticas y también, no nos engañemos, porque la profundidad de la crisis es tal que ella no puede solucionarse en unos pocos meses y con autoridades bajo sospecha.
Claro, todo eso mientras se perciba que la situación está relativamente bajo control y confinada a esa entidad. El peligro es que los hechos de Iguala y la violencia de Ayotzinapa se traslade al DF, en vísperas del 2 de octubre y confluya con el movimiento de los grupos anarquistas, la Sección 22 y el Politécnico. Un coctel explosivo en términos de estabilidad social.
Llegar a Marte
La India acaba de colocar una nave espacial en la órbita de Marte, es la cuarta nación en el mundo en lograrlo, después de Estados Unidos, Rusia y China. La operación costó al gobierno indio 73 millones de dólares, unos mil millones de pesos, un poco menos que la Estela de Luz o 20 veces menos que la Línea 12 del Metro. Pero ¿a quién le importa llegar a Marte?