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¿Por qué, a pesar de los estímulos, el mundo no  sale del bache económico?

Pascal Beltrán del Río

El debate es muy viejo: ¿El gasto gubernamental genera crecimiento económico y empleos?

Durante décadas, los argumentos se han apilado en un sentido y en otro.

Sin embargo, hoy vuelve a ser relevante, cuando han pasado más de seis años desde el desplome de Lehman Brothers y el comienzo del más reciente ciclo recesivo de la economía mundial, y en la mayor parte del mundo desarrollado —marcadamente Estados Unidos y la Unión Europea— las tasas de crecimiento del PIB previas a la crisis no se han vuelto a ver.

Entre 2004 y 2008, EU, Reino Unido, Alemania, Francia e Italia crecieron anualmente, en promedio, 2.28, 2.36, 2.00, 1.8 y 1.06 por ciento, respectivamente. Entre 2009 y 2013, esos países crecieron, en promedio, 1.2, -0.08, -1.1, 0.16 y -1.54 por ciento, en ese mismo orden.

 

Y eso que los gobiernos de esas naciones han gastado sobradamente, con la esperanza de que ayude a reactivar sus economías.

Por ejemplo, entre 2009 y 2013, el gobierno federal estadunidense gastó cada año lo equivalente a tres economías mexicanas (sólo en 2013, alrededor de 3.45 billones de dólares o casi la quinta parte de su PIB), sin lograr la reactivación económica y la consecuente alza en la creación de empleos que algunos esperaban como efecto del mayor gasto gubernamental.

Como decía, el debate es viejo, y hay diversas explicaciones sobre lo sucedido. Pero ahora ha saltado a la palestra un nuevo vocero del liberalismo económico, dispuesto a demoler las visiones de que el gasto público genera crecimiento: el flamante primer ministro de Finlandia, Alexander Stubb.

Ayer vi una interesante entrevista con este político —por cierto, profundamente europeísta— en el programa Hard Talk de la BBC.

Como se lo podrá imaginar, entre los temas de la conversación estuvo la vecindad de Finlandia con Rusia (comparten una frontera de mil 600 kilómetros), y las recientes tensiones derivadas de la anexión de Crimea, pero también el de la esquiva recuperación económica de la Unión Europea.

“Estoy muy preocupado”, fue la respuesta que dio cuando se le preguntó por la falta de crecimiento en su país y en casi toda la UE.

El país escandinavo lleva dos años consecutivos de contracción económica. La baja demanda en la zona euro ha lastimado sus exportaciones, de las que depende una tercera parte de sus ingresos.

Me llamó la atención que el excanciller Stubb no intentara siquiera jugar a la diplomacia en el tema de los estímulos económicos, considerados para muchos la panacea.

Fue muy directo: “Me propongo desmantelar la ilusión de que los gobiernos pueden generar crecimiento económico y empleos”.

Y agregó: “El que puede hacer eso es el sector privado”.

El economista estadunidense Anthony Davies, de la Universidad de Duquesne, especialista en econometría y políticas públicas, ha estudiado el tema del gasto gubernamental y su relación con el crecimiento y la generación de empleos.

En una plática reciente dijo que “existe la creencia de que cuando el gobierno gasta dinero crea trabajos. Pero es una idea errónea, pues no considera el hecho de que el dinero no llega desde el espacio. El dinero que gasta el gobierno proviene de los impuestos o de empréstitos.

“El gobierno no crea empleos, simplemente los mueve de un lugar a otro. Los empleos desaparecen cuando el gobierno grava y pide prestado y aparecen cuando el gobierno gasta.”

El doctor Davies comparó datos sobre el gasto gubernamental en Estados Unidos y el crecimiento económico desde los años 50. “Si la teoría del estímulo fuera correcta, veríamos que la economía crece en función del gasto público y no es así”.

Ni siquiera aparecía esa conexión, dijo, cuando se comparaba el gasto gubernamental del año anterior con el crecimiento del año siguiente. “En el mejor de los casos vemos que no hay relación; en el peor, vemos una relación negativa: que en la medida en que el gobierno aumenta su gasto, la economía en realidad se contrae”.

Otra forma de ver los estímulos económicos, argumentó Davies, es “entender que no es que el gobierno le está dando al ciudadano dinero para que gaste sino está tomando el dinero que él paga en la forma de impuestos y ordenándole cómo gastarlo”. 

También alegó que los estímulos aplicados no lograron bajar en forma rápida la tasa de desempleo del país —pasaron cuatro años para que descendiera de 9.8 a 5.9 por ciento—, por lo que “debe haber algo muy descompuesto con esos estímulos si se ha gastado todo ese dinero (casi 14 billones de dólares en cuatro años) sin lograr una reducción drástica del desempleo”.

E igual que Stubb, Davies propuso que el estímulo económico provenga de dejar en libertad al sector privado para decidir en qué gasta.

Por supuesto, las visiones de Stubb y Davies pueden y deben ser contrastadas con otras, pero sus argumentos tendrían que ser tomados en cuenta para tratar de entender por qué la recuperación de la economía mundial, como reconoció ayer el Fondo Monetario Internacional, ha tenido un ritmo tan decepcionante y ha dejado mal parados todos los pronósticos.

Después de seis años quizá es tiempo de intentar algo distinto.