Yuriria Sierra - ¿Y si legalizamos..?

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What if?... reza aquella frase anglosajona para referirse a una posibilidad. A un pensamiento hipotético. Partiendo de ahí, pensamos entonces: ¿qué pasaría —haciendo la traducción al español— si se legalizara, al menos, la mariguana? Esta es la gran pregunta a la que se le ha dado la vuelta. Apenas se ha encontrado quien se ha atrevido a poner en la mesa un debate con el que no ha pasado nada. Y, bueno, aunque pocos, muchos de ellos de mucho peso. Como expresidentes de todo el continente; no sólo los mexicanos Vicente Fox, y sí, Ernesto Zedillo, sino también Fernando Henrique Cardoso, de Brasil; César Gaviria, de Colombia, y Ruth Dreifuss, de Suiza. Para todos es evidente que ésta no es una discusión sencilla. Cómo podría serlo. Tendría que serlo. Y si no sencilla, al menos sí urgente…

 

Basta con mirar la coyuntura nacional. Tanto derramamiento de sangre. Sangre de culpables, de criminales; pero tristemente, sangre de inocentes en la que el país ve ensuciado su suelo, sus paredes, sus fosas. Siempre que hemos escrito en este espacio al respecto, nos planteamos aquella pregunta que escribíamos al inicio. Porque es necesario que se hable sobre ello con más decisión, con más convicción de que se debe encontrar una nueva estrategia para combatir al narcotráfico.

Lo mismo volví a pensar ayer por una nota publicada en Excélsior: “Se fuma más mariguana que tabaco en DF...”. El dato es la conclusión a la que se llega con los números que arrojan los Centros de Integración Juvenil A.C., que observó esto después de que en nuestro país se reformó para hacer legal la portación de hasta 5 gramos de cannabis para uso personal. La ley contra narcomenudeo no da pie para la posesión de drogas, más bien autoriza que, bajo ciertas circunstancias y señalando cantidades, un consumidor pueda libremente hacer uso de éstas. Claro que es una reforma mucho muy ambigua —me atrevería tal vez a decir que absurda— porque hace legal este mínimo consumo, pero sigue haciendo ilegal lucrar legal y controladamente con él. Entonces, lo ilegal es el mercado que se ha creado y es ahí donde está el origen de una realidad que hoy tiene a México como lo hemos visto y leído en los últimos días: con una problemática generada no por los efectos que produce el consumo de drogas, sino por los que produce su demanda.

Actualmente, y desde que se aprobó la reforma que referimos y que sucedió en 2009, en nuestro país estas son las dosis máximas de portación de drogas para consumo personal. ¡Ojo!, no sólo se habla de mariguana, de la que, ya sabemos, son 5 gramos: opio, 2 gramos; heroína, 50 mg; cocaína, 500 mg; LSD, 0.015 mg; metilendioximetanfetamina, MDMA y metanfetamina: 40 mg en su presentación en polvo (o cristal) y 200 mg en tableta o cápsula. Ésas, las dosis legales. Pero en el mercado todas las dosis siguen comercializándose al margen de la ley, de la fiscalización, de los mercados regulados y a los que, además, garantizan que la competencia no se resuelva matando personas.

Entonces, nuestra realidad autoriza, como lo hace con el tabaco o el alcohol, el consumo personal en esas pequeñas dosis, pero, a diferencia de aquellas otras drogas (por que fumar y beber también crean adicción), no tienen un posicionamiento en el mercado de forma legal. No tienen publicidad, no son empresas establecidas, no pagan impuestos. Y muy importante, no derraman sangre para continuar operando. Todas estas drogas, las legales y las ilegales, enferman y pueden matar a las personas que las consumen. Pero al menos, en un marco de legalidad, los peligros serán los riesgos que el libre albedrío de las personas que las consumen conlleven. La demanda por cualquier droga, legal o ilegal, es sumamente inelástica. El que desea consumirla, lo hará con o sin el beneplácito del Estado. La diferencia, insisto, es que el mercado negro trae consigo muchas más muertes asociadas no a la decisión de consumo de los individuos, sino a la disputa brutal y sanguinaria por arrebatarse el mercado en el que esa decisión de consumo se concreta.

Cuando ayer escribía esto en mi cuenta de Twitter, algunos me contestaban que el cáncer (para referirse al tabaco) y los accidentes automovilísticos (para hacer lo propio con el alcohol) producían más muertos al año en nuestro país. Y es cierto, pero también es cierto que su consumo, como el de las llamadas “drogas duras”, es una responsabilidad y decisión estrictamente personal. Además, su control tiene más que ver con políticas de salud pública que de seguridad. E insisto: la demanda por drogas es tan inelástica como la demanda por tabaco o por alcohol. El que los quiere consumir, los consume sin importar si lo tiene que comprar en el Oxxo o con un dealer.

Aunque son grandes golpes a las estructuras de las organizaciones criminales el que se detenga a piezas clave, como ayer Héctor Carrillo Fuentes, El Viceroy, como hace una semana Héctor Beltrán Leyva, El H (y antes de ellos El Chapo Guzmán, El Barbas, etcétera), porque hablan también de un trabajo de inteligencia por parte del Estado, resultan a su vez golpes insuficientes porque éstos no provocan a corto plazo una disminución de los conflictos y la violencia que derraman sangre que, repito, es en su mayoría de inocentes; de civiles que, tal vez, en su vida probaron droga ninguna... Y ése tendría que ser un argumento moral, filosófico, ético más que suficiente para transitar hacia ese urgente debate.