Manuel Zepeda Ramos - La rifa del tigre

el

Piedra Imán

Manuel Zepeda Ramos

La rifa del tigre

Literal. Así lo dijo el pasado lunes, antier, en su segunda conferencia de prensa al lado de la Secretaria de Desarrollo Social del Poder Ejecutivo Federal. Antes y el mismo lunes, tuvo la primera al lado del Presidente de la República, en donde anunciaron juntos trabajos inmediatos para restablecer el orden y la tranquilidad en aquella entidad, intentando cerrar heridas de las que siguen saliendo efluvios a borbotones.

Hablo del nuevo gobernador del estado de Guerrero, Salvador Rogelio Ortega Martínez.

Surgido de la sociedad civil, como pensó atinadamente el Congreso del Estado, el nuevo gobernador era hasta el domingo 26 de octubre Secretario General de la Universidad Autónoma de Guerrero.

Su formación académica es sólida. Es doctor en Ciencia Política por la Complutense de Madrid, España; además de tener una vida académica respetable y respetada por docentes y estudiantes.

 

Pienso que es un buen principio.

Al estado que ha dado grandes hombres emblemáticos e importantes a nuestras luchas libertarias desde la guerra de la independencia, le ha tocado siempre la chichi ciega; la que no da leche, la que marca la diferencia de tamaños entre él y sus cachorros hermanos. A Guerrero se la ha tenido olvidado o, para que no protesten los que piensen lo contrario, desigualmente tratado. Acapulco e Ixtapa son un buen ejemplo: Emporios turísticos a la orilla de la playa, con pobreza extrema a unos cuantos kilómetros de la riqueza.

Guerrero y Guatemala se parecen mucho. Son tierras de contraste.

En el caso del país centroamericano, el 10 por ciento de su población corresponde a la gran burguesía que hoy marca, además, el desarrollo agropecuario —industrial y productivo—, superior al nuestro en los mismos renglones. El resto de la población, el 90 por ciento pues, vive en la pobreza extrema, tanto, que su población va a México, a Chiapas específicamente, a la pisca del café y plátano, consuetudinariamente año tras año, como mano de obra barata. Ese 10 por ciento que puede acceder a la educación de calidad, hasta antes de la guerra civil iniciada con el asesinato de Juan Jacobo Árbenz y que produjo 30 mil muertos, tenía dos caminos: ser empresario exitoso de la producción e industrialización agropecuaria para de allí acceder al poder político, o ser comandante guerrillero. Un ejemplo me viene a la cabeza. El presidente Colom, honesto y trabajador que puede andar por las calles de aquel país sin que nadie le reclame, tiene una hermana que fue comandante de la guerrilla. La Quintalera le decían cuando estaba movilizada, porque podía cargar en pertrechos el equivalente a un quintal de café y caminar por la selva como si nada.

Por esa desigualdad lacerante que ha existido en Guerrero, la guerrilla ha surgido como signo inevitable; como en Guatemala. Nada más que en el estado sureño han sido maestros rurales.

Y si la historia nacional nos ha enseñado que Guerrero ha sido cuna de patriotas, parecería que poco ha importado.

Dentro de la inmensa tragedia que hoy invade a ese estado, a nuestro país y que el mundo entero reclama por una solución lo antes posible; que deseo, vehementemente, que nunca más vuelva a suceder y mucho menos con lo más valioso de México que es su juventud, pienso que el cambio en Guerrero se empieza a vislumbrar, a pesar y por motivo —con una tristeza infinita lo digo—, de una tragedia de esta envergadura.

Hoy llega al gobierno de Guerrero un académico universitario que, en Guerrero y por historia, es símbolo de respeto. Un académico del que Rosalío Wences Reza, Arquímedes Morales Carranza, Jaime Castrejón Díez, Efraín Bermúdez si viviera, el Doctor Imaz padre, la organización de danza contemporánea Barro Rojo entre muchos más, están satisfechos de la llegada al gobierno del estado de un hijo brillante de la Universidad de Guerrero, por vez primera.

Los escarceos mediáticos no se hicieron esperar.

Mientras que los jóvenes comunicadores del monopolio televisivo le reclaman al nuevo gobernador su tono festivo y no la tristeza que le debería embargar por la tragedia que fue por eso y no por otra cosa su arribo al poder, los viejos comentaristas del mismo monopolio denuncian su “filiación” a la guerrilla y urgen investigarlo y separarlo si es necesario.

Yo vi a un nuevo gobernador de ánimo sereno. Preocupado, si, por el enorme reto asumido: la rifa del tigre le llamó y creo que no se equivoca. El compromiso es inmenso: resolver la tragedia.   

Pero también veo un final del túnel para Guerrero.

Veo una alianza laboral entre poderes; veo a un estadista y a un académico decididos al golpe de timón necesario para un pueblo que ha sido eternamente engañado. Veo por vez primera al Pacto Federal en acción y sin dobleces ni corrupción, trascendiendo. Espero resultados.

Veo a un estado rico en recursos naturales que lo puede tener todo; pero también veo a un pueblo con “hambre y sed de justicia”.

Quiero verlos caminar; quiero ver a la federación y al estado trabajando juntos. El nuevo gobernador se inspira en 80 mil guerrerenses que representan a la comunidad universitaria y no es poco. Es una real fuerza que habrá de incorporarse al trabajo, estoy seguro, como me gustaría ver a los universitarios de todo México al servicio de su pueblo.

El desenlace de la tragedia está por llegar.

Estoy preparado para lo peor.