Vianey Esquinca - #Yamecansé

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Seguramente el procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, aprendió a lo largo de su extensa carrera política que la constancia paga. Tal vez por eso, en el caso de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa ha sido tan perseverante y tenaz en el error.

Tan sólo en la última semana cometió dos erratas injustificables. La primera, el día de la captura de la pareja imperial, José Luis Abarca y su esposa María de los Ángeles Pineda. El operativo fue en la madrugada del 4 de noviembre, pero la primera confirmación oficial no la hizo un alto funcionario del gobierno federal, sino el jefe de Información de la Policía Federal, José Ramón Salinas.

 

Efectivamente, a las 4:49 am, Salinas confirmaba la detención, que tres horas después secundaba el comisionado de general de la Policía Federal de México, Enrique Galindo. ¿Después? Silencio, dejando que los vacíos de información se llenaran con rumores y especulaciones. A las 17:00 hrs finalmente, el procurador salió a los medios informando lo que todo mundo ya sabía para esas horas. Además, olvidó avisarles a los padres y familiares de los jóvenes desaparecidos, a pesar de que había un compromiso presidencial de comunicarles todo lo relacionado sobre el caso. “Tantos años de Marqués y no sabe mover el abanico”.

Pero su mayor yerro fue el pasado viernes. En la conferencia de prensa donde señaló que todo indicaba que los 43 estudiantes de Ayotzinapa fueron asesinados y calcinados. Sí, se cuidó el fondo, el contenido del informe, pero no la forma. Se vio un procurador nervioso, fastidiado, molesto por las fallas en la transmisión de videos y fotografías. La catarsis de una conferencia atropellada llegó en la sesión de preguntas y respuestas de los medios, cuando se deslizó el ahora famoso: “Ya me cansé”. Dejando en evidencia su verdadero estado de ánimo.

Sí, se refería a un cansancio que le producía responder a la insistencia de los reporteros, pero su desliz freudiano le valió la indignación de la gente que inmediatamente hizo suya la frase para transmitir su hartazgo de la situación, del gobierno, de la corrupción, de la negligencia, de la omisión, del sálvese quien pueda, de la deslindocracia, de los políticos, de los partidos, de todo lo que huela a autoridad incluyendo por supuesto al creador de la expresión: el procurador. 

No es la primera vez que al exgobernador de Hidalgo se le chispotean esas declaraciones. En febrero de 2013, durante el encuentro con medios donde daba avances de las pesquisas de la explosión de la Torre de Pemex que provocó la muerte de 37 personas, tuvo el mal tino de señalar que lo único que habían encontrado en una sospechosa maleta era algo “muy peligroso para los hombres: cosméticos de mujer”.

Si Murillo Karam fuera un inexperto, un novato de la política, se podría entender que en medio de la crisis, los nervios lo traicionaran. Pero su currículum lo delata. Ha sido prácticamente de todo incluyendo gobernador, diputado, senador y alto funcionario público, así que lo único que justifica su lapsus es una enorme arrogancia.

El hidalguense olvidó que representa un gobierno federal al que ya no le faltan problemas, que cuando habla no lo hace en nombre de la PGR sino de una estructura encabezada por Enrique Peña Nieto. En sus manos está no sólo una investigación sino la credibilidad de un gobierno.

A esta administración se le ha culpado de falta de sensibilidad, y con Murillo Karam haciendo declaraciones tan desafortunadas, se sigue cavando la fosa y ésta no es clandestina. En ese lugar se ha ido enterrando la confianza. A pesar de un informe bien estructurado y aparentemente sólido, lo acompaña la duda y la falta de certeza.

Por ello, el procurador es cada vez más insostenible al frente de la PGR. Aun cuando permanezca en la dependencia para concluir la investigación del caso Ayotzinapa, ¿con qué calidad moral y con qué credibilidad seguirá siendo el abogado de la nación? Por eso, si Jesús Murillo Karam ya se cansó, entonces ha llegado el momento que el Presidente lo mandé a descansar a su casa.