Pascal Beltrán del Río - El “Ya Basta” de EPN

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Si hay un rasgo notable en las palabras de ayer del presidente Enrique Peña Nieto es el reconocimiento de que existen dos Méxicos: uno inserto en la economía global y otro con rezagos ancestrales que no han podido resolverse por generaciones. Y la necesidad de que el primero incorpore en su dinámica al segundo, y no a la inversa.

Esta visión es la que realmente marca un antes y un después en el discurso gubernamental, si es que ese fue el propósito de la posición fijada al cumplirse dos meses de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. No se esperó al lunes, que se cumpliera el segundo año del sexenio, para dar un golpe de timón simbólico. Y esta especie de adelantamiento es en sí, también, un simbolismo de enorme significado.

 

El Presidente citó la consigna del “Todos somos Ayotzinapa”, y sinceramente no veo en esto un acto de oportunismo —como seguramente acusarán sus detractores— sino el reconocimiento implícito de que un acontecimiento como el ocurrido en Iguala caló en la sociedad de una manera profunda y sin estar necesariamente influido por el oposicionismo a ultranza.

A diferencia de los primeros meses de la administración, en los que el tono conciliador buscaba convencer, sobre todo a los partidos y legisladores de oposición, de la necesidad de impulsar reformas estructurales, esta vez vi a un Presidente esforzado en tratar de ponerse a tono con el sentir del ciudadano común, aquel sinceramente conmovido por la desaparición de 43 estudiantes y que ha salido a la calle exigiendo que reaparezcan con vida. No es casual que en una de sus frases haya reconocido la unión y solidaridad de los mexicanos en momentos de dificultad: a estas pulsiones son justo a las que está convocando en esta nueva e indispensable ronda reformista.

Tampoco dudo de la sinceridad del mandatario cuando asume como suyo el dolor colectivo provocado por los hechos ocurridos en Iguala hace ya dos meses. El desafío de los próximos días es que la autenticidad del propósito expuesto ayer por el mandatario corresponda con la eficacia de las medidas que se pondrán en marcha en los próximos días.

De entrada, es de destacarse la visión integral implícita en los diez puntos de la estrategia enunciada, en la que las medidas estrictamente de seguridad están acompañadas por acciones encaminadas a incorporar al desarrollo a las regiones del país menos favorecidas, en las que unas no tienen sentido sin el cabal cumplimiento de las otras.

En este último punto, es saludable el reconocimiento de que ya no es posible seguir conteniendo la pobreza con medidas asistencialistas, y buena parte de la solidaridad que se deberá tener con el sur del país es que esta región también forme parte del México “con crecientes índices de ingreso, desarrollo y bienestar” como dijo el Presidente.

Un primer paso es el decreto para dar un trato fiscal diferenciado a los productores del campo en Chiapas, Guerrero y Oaxaca, las inversiones en infraestructura y el establecimiento de tres zonas económicas especiales que atraigan a empresas que generen empleos de calidad e infraestructura moderna.

Este último punto está impulsado por un irrefutable ánimo de innovación, que para llevarse a cabo efectivamente requiere, más que de la solidaridad, de una verdadera voluntad de los habitantes de aquellas regiones de incorporarse a la dinámica de desarrollo nacional.

Justo hay que recordar que esas tres entidades son las que más han defendido la permanencia de sus tradiciones y patrones culturales como parte de su patrimonio social, y muchas veces esta causa suele estar reñida con las estrategias de modernización.

En ese contexto, no hay que olvidar, sin ánimo de parecer pesimista, los obstáculos con los que se ha topado la reforma educativa, anulada en los hechos por la inercia de los “usos y costumbres” del magisterio local en Oaxaca. ¿Habrá empresarios que se animen a invertir en zonas en las que los trabajadores pretendan resolver los conflictos laborales con asambleas de votación a mano alzada?

El resto de las acciones enunciadas requerirá de un análisis más profundo que seguramente no se agotará en unos días o semanas. Particularmente, habrá que esperar el contenido de la iniciativa para la creación de las policías estatales únicas, en el que el mando de la seguridad local será transferido de los presidentes municipales a los gobernadores.

Otros puntos de aplicación más inmediata, como el establecimiento de un número telefónico único para emergencias y la Clave Única de Identidad, eran asignaturas pendientes que quizá no debieron esperar a que ocurrieran hechos como los de Iguala para llevarse a cabo. Pero enhorabuena que ya existirán.

Por lo pronto, habrá que ver cómo responden los actores políticos y la ciudadanía al “Ya Basta” pronunciado ayer por el Presidente. Es de esperarse que se unan a su clamor. Pero más valdría que este grito conjunto se transformara en una genuina voluntad del cambio que necesitamos todos los mexicanos para salir de este atolladero.