Sergio González Levet - Con la boca abierta
Sin tacto
Por Sergio González Levet
Con la boca abierta
Me dejó con la boca abierta… y fue durante un largo rato. No era tanto que yo estuviera impresionado, sino que como debería hacerlo cada seis meses acudí al dentista para que hiciera algo con mis pobres dientes y con mis valientes muelas.
(Saludo desde aquí a la doctora María Alicia Lara García, una de las mejores en Xalapa y en muchos alrededores, que trabaja y bien, sin importar que se sienta mal o que las condiciones no sean propicias, y encima no es nada carera y tiene una sabrosa plática que ameniza el mal rato acostado en el sillón.)
Y vaya, aunque sea buena, lo de ir al dentista es una de las peores tragedias que le ocurren al hombre moderno. La ciencia ha avanzado horrores. Ahora se salvan piezas que antes se arrancaban con dolor, y sin embargo el sufrimiento y el nerviosismo siguen siendo los mismos que cuando nos perforaban las muelas con una fresa que era movida por unos hules a lo largo de un intrincado brazo metálico.
Para amabilizar un poco el tema, iré poniendo algunos chistes de dentistas. Y va el primero:
Una mujer y su esposo tuvieron que interrumpir sus vacaciones para acudir al dentista.
—Necesito una extracción, pero sin anestesia porque llevo mucha prisa —le dijo la dama al doctor—. Extraiga la muela lo más rápido posible para que podamos irnos pronto.
Muy impresionado el dentista exclamó:
—¡Qué valiente es usted, señora! ¿Cuál es la pieza?
La mujer se volvió a su marido y le dijo:
—Muéstrale la muela, cariño.
Es tan malo eso de ir al dentista, que lo único peor que hay es ¡no ir al dentista!, porque entonces llega uno al sillón justiciero en las peores condiciones, agobiado de dolor, y se convierte en objeto de una verdadera carnicería.
El dentista le dice al paciente:
—Mire nomás, tiene usted la carie más grande que he visto en mi vida, la carie más grande que he visto en mi vida, la carie más grande que he visto en mi vida.
—Bueno, bueno, no tiene por qué repetirlo tanto —comenta el otro un poco molesto, a lo que el doctor le replica:
—No lo he repetido, ¡es el eco!
Dicen que algún día darán a conocer la vacuna contra las caries, y hasta hay por ahí una leyenda urbana de que esa existe desde hace muchos años, pero que la tiene resguardada la Colgate para no perder clientela, lo cual es toda una exageración.
Pero lo que sí es cierto, es que una dentadura mal cuidada puede ser motivo no solamente de mal aliento y una pésima impresión visual, sino de muchas enfermedades, que van desde un simple dolor de espalda hasta infartos y cánceres, como ha demostrado fehacientemente la medicina holística.
Sé que duele, claro que sé que duele y que da nervios, pero mientras más seguido visitemos a nuestro dentista, menores serán las molestias… y el precio.
Paciente:
—Debe ser duro pasar todo el día con tus manos metidas en la boca de alguien más.
Dentista:
—Sólo pienso que es como tener mis manos en su billetera.
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