Yuriria Sierra - Especie fallida
Érika Kassandra Bravo Caro, era enfermera y cuando se trasladaba a su trabajo desapareció. Días después, su cuerpo fue encontrado a la orilla de la carretera que comunica a Uruapan con la localidad Los Reyes. Tenía lesiones de arma blanca, también fue desollada. La bestialidad. El horror.
Anayeli Bautista Tecpa, era estudiante de excelencia en la UNAM, tenía 23 años. Hace dos semanas la secuestraron. Hace un par días su cuerpo fue encontrado en Magdalena Petlacalco, en Tlalpan. Le dispararon en la cabeza. Lo incomprensible. El horror.
Silvia Paredes Moedano tenía 17 años de edad. Tenía una relación amorosa con Yael Eduardo Espinosa Guerrero. El 3 de diciembre, Silvia fue reportada como desaparecida. A inicios de esta semana, su cuerpo fue encontrado al interior del clóset de su novio. Murió asfixiada. Lo impensable. El horror.
Roberto Jonathan Barrera Hernández tiene 31 años. Fue detenido por la Fiscalía Especializada en Atención a Mujeres Víctimas del delito por Razones de Género. Hay 30 denuncias de violación agravada, robo y amenazas. Todos los casos coinciden en mujeres que fueron atacadas mientras se dirigían a su trabajo, entre las 4:30 y 5:30 de la mañana. Todas las víctimas trabajadoras en la industria maquiladora. La monstruosidad. El horror.
Un informe presentado en el Senado de Estados Unidos, detalla los métodos de tortura a los que la CIA somete a quienes se presume son terroristas. Sus “técnicas reforzadas de interrogatorio de repetición durante días y semanas” consistían en simulacros de ahogamiento, rehidratación rectal, aislamiento y confinamiento y, claro, agresión sicológica. Dick Cheney había dado la autorización para la ejecución de tales prácticas. Lo abominable. El horror.
Un grupo de yihadistas arrojaron a un hombre desde lo alto de un edificio. El Estado Islámico hizo público el video en donde se observa tal asesinato. Eso ocurrió en la provincia de Éufrates, un territorio ubicado en los límites de la frontera sirio-iraquí. El castigo que recibió este hombre fue a razón de ser homosexual. La barbarie. El horror.
James Foley fue también asesinado por el Estado Islámico. El video de tal hecho le dio la vuelta al mundo, fue el primero en ser decapitado frente a una cámara. Ahora, los yihadistas aseguran tener su cuerpo y que tal reconocimiento puede hacerse vía una prueba de ADN. Planean venderlo en un millón de dólares. El ensañamiento. El horror.
Y estos son apenas algunos de los hechos que han ocurrido tan sólo en los últimos siete días. Los que más ruido generaron en la opinión pública. No me cabrían aquí todos los que han sido reportados en la prensa nacional e internacional que no hacen sino estrujar el corazón, cuestionar acerca de la descomposición ética de nuestras “civilizaciones”. Eso, los reportados, pero ¿cuántos que no conocemos, de los que ni la prensa ni el público nos enteramos, se contarán anónimos al costado de cada una de las historias resumidas en estas líneas? No quiero siquiera pensarlo.
Atrocidades todas. Los seres humanos que de “humanos” ya conservan prácticamente nada. ¿En qué nos estamos convirtiendo? Michel Houellebecq, en Las partículas elementales, definía a la humanidad como “una especie dolorosa y mezquina, apenas diferente del mono, que, sin embargo, tenía tantas aspiraciones nobles. Esa especie torturada, contradictoria, individualista y belicosa, de un egoísmo ilimitado, capaz a veces de explosiones de violencia inauditas, pero sin embargo, no dejó nunca de creer en la bondad y en el amor...” Y a esto último es a lo que debemos aferrarnos; de lo contrario corremos el peligro de deshumanizarnos casi tanto como ellos: no por acción, pero sí por carencia de espanto, por el corazón hecho granito, por la razón en exilio. Y entonces sí, todos nosotros, seremos también miembros de esta “especie fallida”... Porque hoy, con estos ejemplos, parece que estamos regresando al más primitivo, animal e irracional estado de conciencia. Pero no seremos tanto mejor que estas bestias humanas, si renunciamos a pronunciar lo que parece impronunciable, si permitimos que el horror deje de horrorizarnos. Si nos volvemos insensibles al punto de que tanta insensibilidad no nos haga sentir absolutamente nada.