Jorge Fernández Menéndez - Los mandaron al matadero

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Prácticamente todos los jóvenes desaparecidos en Iguala eran alumnos de primer ingreso en la normal de Ayotzinapa: por eso casi todos ellos tenían el cabello muy corto y eran, por eso, carne de cañón de sus líderes. En esa normal los alumnos de primer ingreso se tienen que ganar su lugar en la escuela con tareas de militancia política.

El 25 de septiembre fueron convocados para ir a Chilpancingo. Se llevaron unos camiones que habían sido secuestrados previamente y en el camino les dijeron que siempre no iban a Chilpancingo sino a Iguala, a muchos kilómetros de la escuela rural normal. Al llegar a Iguala se dirigieron a la central de camiones de donde se llevaron otros dos camiones de pasajeros y se dirigieron hacia donde la esposa de José Luis Abarca, el presidente municipal, María de los Ángeles Pineda, daba su informe como presidenta del DIF en un acto que era, también, el lanzamiento de su candidatura para el municipio.

 

Ya el 3 de junio pasado grupos de estudiantes de la normal y del Frente de Unidad Popular habían atacado la presidencia municipal después de que, según sus testimonios, Abarca había ordenado detener y matar a por lo menos dos de sus dirigentes locales. Era una disputa política pero, por debajo, subsistía otro conflicto: era una lucha entre personajes ligados a un grupo delincuencial contra otro como adversario, los primeros hegemónicos en Iguala, los contrincantes en Chilpancingo.

Esa noche de septiembre, según distintos testimonios, Pineda y Abarca ordenaron al jefe de la policía, Felipe Flores Velázquez, todavía prófugo, que acabara con los manifestantes. La policía local tiroteó a los manifestantes en dos oportunidades, primero, llevándose con ellos a 43 ó 44, todos los que cabían en sus patrullas, y los demás se dispersaron. Todavía dispararon contra otro autobús, donde murió un joven de 15 años, pero allí no iban normalistas sino un equipo de futbol. Esa noche en el hospital general de Iguala se atendió a 42 heridos de bala.

Los jóvenes fueron llevados al cuartel policial de Iguala, allí llegaron los delincuentes dominantes en Iguala y miembros de la policía del municipio de Cocula. Se llevaron a los jóvenes a un basurero perdido en la sierra. Algunos llegaron muertos, no se sabe con certeza la causa, otros, la mayoría, estaban vivos. Ahí fueron interrogados por el jefe de este grupo fuera del orden. Entrevisté el jueves al procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, y explicó lo que uno de los detenidos, de los autores materiales del crimen, contó en su declaración ministerial (que está grabada además en video). “En el momento en que los interrogaba el jefe del grupo delincuencial —me dijo el procurador Murillo Karam—, ellos (los jóvenes normalistas), después de un fuerte interrogatorio, no podían decir más que lo que sabían y alguno de ellos por fin se para y dice ‘el que nos trajo fue éste, él es el que sabe’. Entonces paran al que sabe, al que identifican porque es el único que llevaba el pelo largo, todos los otros estaban pelones (eran de primer ingreso), y es el que les empieza a decir que primero les dijo a los jóvenes que iban a Chilpancingo a botear para venir a una manifestación del 2 de octubre, pero que se los llevaron directo para Iguala, en el camino les dijeron que iban a impedir un acto político. Eso era todo lo que sabían los jóvenes, no sabían nada más”, me dijo Murillo.  

De los jóvenes secuestrados y desaparecidos, sólo dos, el de cabello largo y otro, que aparentemente llegó muerto a Cocula, eran los que sabían por qué estaban ahí. Está en proceso de investigación saber si otro joven apodado El Chilango y que apareció muerto, desollado, en la carretera de Iguala a Cocula, era otro de ellos.

Nadie ha podido explicar, más allá de estas declaraciones, porqué los estudiantes de primer ingreso de Ayotzinapa fueron acarreados esa noche a Iguala. Los directores de la escuela no hablan; los padres no lo saben y sus voceros, como Felipe de la Cruz y Vidulfo Rosales, que no tienen relación familiar alguna con las víctimas, tampoco. Los líderes amenazan y encabezan manifestaciones, actos violentísimos y bloqueos, pero no hacen declaraciones públicas y mucho menos asumen sus responsabilidades. Los detenidos de esa banda delictiva aseguran que la escuela está infiltrada por la banda rival. Otros testimonios aseguran que era también una pelea entre corrientes de izquierda, de dentro y de fuera del PRD, con participación también de grupos sindicales como la CETEG y armados como el ERPI, de cara a las elecciones del año próximo entrelazada con los dos grupos criminales que ya había acabado con violencia y muertes en julio pasado.

La historia de los desaparecidos en Iguala tiene muchos responsables, incluso entre los que se presentan como damnificados e indignados. Aquí las únicas víctimas reales son un puñado de jóvenes muy humildes de primer ingreso a una normal que funciona como escuela de cuadros de organizaciones políticas y que fueron mandados por sus líderes a Iguala al matadero.