Jorge Fernández Menéndez - Michoacán...
Michoacán suma sus vientos, o por lo menos intenta hacerlo, a la tormenta perfecta, misma que se ha alimentado de errores evidentes de gobiernos y funcionarios, pero a la que también importantes grupos de poder le han insuflado olas y ventarrones. Esa tormenta tiene ámbitos delimitados en la geografía política del país: son el DF, Morelos, Guerrero, en parte Oaxaca y Chiapas, y ahora se intenta reincorporar Michoacán, que había quedado temporalmente fuera de ese juego.
Que no se malinterprete: hay temas que son críticos para todo el país: por ejemplo, el malestar con la economía o la disconformidad con los políticos y los partidos, con la corrupción. Pero la combinación de esos temas, con la violencia, la inseguridad y una lógica de desestabilización, se da en ese corredor político que, casualmente, es el mismo que abonan una serie de fuerzas políticas que en el plano electoral se reúnen en torno a Morena y, en el social, en torno a la Coordinadora y sus numerosos aliados. Y hay, insistimos, quienes alimentan esos vientos y esos fuegos.
En Michoacán, en apenas una semana, confluyeron tres fenómenos que intentan cambiar la lógica que ha privado en ese estado durante buena parte de este año. Con todas sus limitaciones, Michoacán es una de las historias de éxito en el terreno de la seguridad: no porque ésta se haya restaurado al máximo ni mucho menos, pero sí porque el Estado logró recuperar el control y un poder que tenía perdido y en manos de los delincuentes, o de grupos sociales armados que disputaban ese control con ellos. Hoy no sólo la mayoría de las estructuras delincuenciales están seriamente debilitadas, sino que también en muy buena medida están desarticuladas las redes de protección política y económica que las alimentaban.
A diferencia de lo que ocurrió en Guerrero, donde no se pudo hacer lo mismo por la resistencia y la desidia de las fuerzas políticas locales, en Michoacán la intervención federal quitó presidentes municipales y desarticuló policías municipales y estatales que estaban coludidos con criminales, hizo caer funcionarios, un exgobernador está preso y el hijo del entonces gobernador en funciones también.
Ahora, en unos pocos días, confluyeron varios elementos difíciles de explicar como una simple coincidencia. Por una parte, José Manuel Mireles y su familia rompieron con los grupos que se habían apropiado de su representatividad política y legal, las que lo habían llevado a alejarse de los demás líderes de las autodefensas y a proponer movimientos armados nacionales, etcétera. Mireles lo que busca es, obviamente, su libertad y tiene todo el derecho a hacerlo, pero sus exabogados y supuestos aliados querían que continuara en la cárcel porque lo necesitaban como mártir, no como dirigente.
Cuando se comenzó a especular con que Mireles podía salir en libertad después de la ruptura con Talía Vázquez y su grupo, repentinamente apareció en el Congreso la idea de una amnistía general para todos los autodefensas detenidos. La propuesta, como estaba planteada, era y es una barbaridad porque, primero, no queda claro quiénes sí y quiénes no son autodefensas, pero, además, porque hay delitos de todo tipo por los cuales están detenidos estos señores. Algunos por delitos menores, pero otros por delincuencia o por homicidios. No se puede juzgar a todos por igual.
Cuando se debate sobre la amnistía, que finalmente se queda en las comisiones del Senado, estalla otro conflicto: concluye el periodo por el cual puede haber movimientos de autodefensas y de grupos de las fuerzas rurales operando fuera de sus demarcaciones municipales. Se les acota, como se había establecido, su movilidad. Algunos lo aceptan y unos pocos lo rechazan con el argumento de que así no pueden perseguir a líderes delincuenciales. El argumento es endeble, por decir lo menos, pero sí se puede entender que se quiere esa movilidad extraterritorial porque así se puede apoyar o proteger a ciertos grupos o intereses. Y, en todo eso, el grupo de El Americano, y otros que no se incorporaron a la fuerza rural, deciden atacar a los de Hipólito Mora, matando incluso a su hijo mayor.
La verdad es que parece una crisis prefabricada que, sin embargo, Alfredo Castillo tendrá que desmontar para evitar que, como algunos quieren, Michoacán sea un frente más de la tormenta perfecta.
EL OPTIMISMO DE PEÑA
Ayer tuve la oportunidad de platicar unos minutos con el presidente Peña. No fue una entrevista, así que no tiene sentido divulgar lo platicado. Sí vale la pena resaltar que lo escuché tranquilo, optimista y de buen ánimo, convencido de que vienen cambios y mejores perspectivas, pasados estos momentos, para 2015. Ojalá así sea.