Pascal Beltrán del Río - Canción de Navidad

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Canción de Navidad

Pascal Beltrán del Río

Have yourself a merry little Christmas (Date un poco de Navidad) es uno de los clásicos que cantantes de habla inglesa entonan en estos días de diciembre.

Es una balada lenta y melancólica cuya letra propone abrir una pausa en medio de las desgracias para compartir al lado de familiares y amigos. “Ahora tus problemas estarán fuera de tu vista (...), estarán a millas de distancia”, dicen dos de sus versos más memorables que rematan con esta estrofa: “A través de los años, todos estaremos juntos y si el destino lo permite, una estrella brillante colgará desde lo más alto”.

Sin embargo, esta canción no siempre tuvo esta vocación esperanzadora. Una nota escrita por Chris Willman para Entertainment Weekly en enero de 2007 cuenta que fue compuesta en 1943 por el músico Hugh Martin para que la interpretara Judy Garland en la película musical Meet me in St. Louis.

 

Su primera versión decía “Date un poco de Navidad, puede ser la última (...) fieles amigos que fueron queridos por nosotros no volverán a estar cerca”. Se pidió a Martin cambiar la letra, a lo que se resistió en un principio. Finalmente accedió y quitó el “no”, pero dejó una línea al final que sí aparece en la cinta y que reza: “A través de los años, todos estaremos juntos... y si el destino lo permite, hasta entonces tendremos que salir del paso de algún modo”.

El tono oscuro era explicable por la época: la Segunda Guerra Mundial había separado a miles de soldados de sus familias y en el ambiente permeaba la nostalgia por los ausentes, los que no estarían esa Navidad sin saber si volverían la próxima.

Como bien apunta Willman, la tristeza que emana de la canción —un sentimiento que experimentan muchas personas en Navidad— hizo que muchos otros intérpretes rescataran la versión original, como fue el caso de James Taylor, que grabó su cover después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 201. Y hay otras versiones que incluyen la mención a la estrella brillante y terminan con el llamado a salir del atolladero.

Una ambivalencia análoga a la de la canción navideña permea hoy en la sociedad mexicana, en estas fechas de obligada reflexión.

El sentimiento agridulce de celebrar la cercanía con los seres queridos mientras se extraña a los ausentes permea a buena parte de los mexicanos, genuinamente conmovidos por el infausto mes de septiembre que puso de nueva cuenta en relieve nuestra vulnerabilidad.

La desaparición de 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa en Guerrero desató una mezcla de sentimientos colectivos, desde la comprensible solidaridad con los padres de los alumnos que dio la vuelta al mundo y ha hecho tomar las calles a miles de personas, hasta la crispación política propia de las contiendas electorales.

Aunque aquí hay una diferencia que tiñe al futuro de desesperanza: la ausencia de liderazgos o corrientes políticas dotadas de una autoridad moral que envíe luz para salir de la crisis.

No exagero al señalar que los acontecimientos de Iguala han provocado una sensación de orfandad en los mexicanos respecto de su clase dirigente.

Un escenario distinto se había bosquejado en la primera mitad de 2014: los acuerdos para sacar adelante las leyes secundarias de las reformas Energética y de Telecomunicaciones rompieron con una inercia de inmovilismo que postró al país durante décadas. Y si bien falta por ver su correcta aplicación, es preferible tener este nuevo andamiaje legal frente a los escenarios críticos que plantean la volatilidad financiera y la caída de los precios del petróleo.

Sin que signifique echar las campanas a vuelo, es importante recordar que en medio de conflictos complejos —como el surgimiento de autodefensas en Michoacán, que amenaza con desbordarse de nuevo— hubo acontecimientos destacados en materia de seguridad como las capturas de líderes delincuenciales.

En lo social, es saludable que antes de que concluyera el año terminara el conflicto en el Instituto Politécnico Nacional en un diálogo que por momentos parecía alargarse demasiado, pero cuyos actores —estudiantes y autoridades— supieron proteger para que se contaminara con dinámicas perversas.

Y aunque pertenecen a la esfera del entretenimiento, no sería justo regatear el reconocimiento a mexicanos como Miguel Herrera y Alfonso Cuarón, exponentes de una nueva mentalidad triunfadora en el futbol y el cine, respectivamente, aun cuando quedara también el sabor agridulce de la eliminación del Tri, así como el hecho de que Gravedad no pudiera ganar como mejor película.

Aun para los no creyentes, los días de Navidad y las vísperas de Año Nuevo significan una pausa colectiva para mirar hacia atrás y cobrar impulso para el futuro.

Por encontrados que puedan ser los sentimientos de este fin de año mexicano, como en aquella melodía que ha servido de consuelo para generaciones de estadunidenses víctimas del dolor, bien vale la pena un breve espacio para el abrazo y la esperanza.

 

Que la oscuridad de la incertidumbre no eclipse las luces emanadas de quienes apuestan por la creatividad y la innovación. Y estos días de convivencia con nuestros próximos generen la reflexión para el cambio que tanto necesita el país, y en el que tienen que participar activamente clase política y ciudadanía.