Pascal Beltrán del Río - Deseos para 2015
El cambio de año siempre es ocasión para dar a conocer lo que esperamos de los próximos 12 meses. No perdamos la fe en este ejercicio, aun a sabiendas de que mucho de ello no se cumplirá.
1) Deseo que cerremos el capítulo de Iguala con la verdad. Eso implica dejar a un lado odios, prejuicios y pretextos y concentrarse en buscar la justicia. Es necesario separar esta causa de otras reivindicaciones. Los delitos no los comenten instituciones sino personas. Por eso, todo el que haya tenido que ver directa o indirectamente con la desaparición —y aparente asesinato— de los normalistas de Ayotzinapa debe ser debida y ejemplarmente procesado. Las pruebas faltantes deben darse a conocer sin dilación y con transparencia y, cuando sean inobjetables, deben ser reconocidas.
2) Que logremos vivir un auténtico Estado de derecho. Leyes válidas para todos, gobernantes y gobernados. Hay quienes piensan que requerimos una nueva Constitución. Quizá, pero ¿por qué no comenzamos todos por cumplir el marco legal que ya tenemos? Que quien cometa un acto de corrupción, pague por ello, igual que quien robe o dañe propiedad pública o privada. Que el reclamo de un derecho se haga ante tribunales —que resuelvan los casos puntual y expeditamente— y no sea justificación para afectar a terceros.
3) Que abatamos la inseguridad. Eso se logrará si cada crimen —cada asesinato, cada secuestro, cada desaparición— es tratado con seriedad, investigado hasta el esclarecimiento y sancionado mediante la aplicación estricta de la ley. Mientras haya incentivos para delinquir, los niveles de inseguridad no se reducirán. La desigualdad económica es un factor de la violencia que padecemos como sociedad, pero no el único ni tampoco el más importante.
4) Que desterremos la creencia en los atajos y las soluciones fáciles. Todo tiene un costo. Los tiempos en los que los poderes públicos podían resolver los problemas de cada ciudadano se han ido, si es que alguna vez existieron. Hoy no se puede salir adelante ni como individuo ni como familia ni como nación sin un esfuerzo constante y sin reparar en la viabilidad y sustentabilidad de cada gasto. Regalar dinero público no resuelve problemas y sólo genera dependencia política. Los subsidios deben ser dirigidos y temporales.
5) Que analicemos si las actuales políticas públicas son las más adecuadas para ir cerrando la enorme brecha que tiene el país entre quienes tienen y quienes no tienen. Esa diferencia ya es insostenible y está generando muchas tensiones. Luego de un cuarto de siglo de programas asistencialistas, podemos concluir que éstos no sirven para romper el círculo de la pobreza. La justicia social no implica que todos vivan igual sino que todos tengan un piso de oportunidades parejo. Construyamos un consenso social para lograr ese objetivo.
6) Que cada derecho tenga una obligación asociada. En tiempos recientes hemos expandido el alcance de los derechos sociales, pero no el de las obligaciones. Con ello hemos creado la impresión de que los derechos no cuestan ni hay que hacer nada por hacerlos realidad. Antes de legislar en materia de garantías, habría que pensar cómo se van a pagar y cuáles son las obligaciones sociales que generarán los nuevos derechos. Como ya hemos visto, prometer y no cumplir conduce a la frustración.
7) Que salgamos a votar el 7 de junio, pero razonemos el voto. Los hechos de los años recientes han probado que ningún partido es, por sí mismo, confiable. Todos han quedado a deber y no han sido autocríticos. Por eso, este año, en que se elegirá una cantidad inusitada de cargos, deberíamos sufragar —ahora más que nunca— por candidatos antes que por partidos. El derecho al voto debe asociarse a la obligación de saber por quién vota uno y, luego, dar seguimiento a las acciones de quien resultó electo.
8) Que volvamos a tener gobernadoras. Ya lo he escrito en este espacio: para cerrar la brecha en materia de equidad de género, hay que dar más oportunidades a las mujeres. Una mayor presencia de ellas en cargos públicos sólo se logrará si legisladores, partidos y los ciudadanos en lo individual actúan para que así suceda, y no se apueste por la inercia. Que sólo haya hombres al frente de los gobiernos estatales y los tres Poderes es una vergüenza. Por eso, entre candidatos con talentos comparables, personalmente votaré por mujeres.
9) Que la sociedad mexicana encuentre la capacidad de debatir sin ofensas y acepte que tener distintos puntos de vista es saludable para la democracia. Que la violencia deje de ser vista como un recurso para resolver el choque de intereses. Que los fundamentalismos no conduzcan más las grandes discusiones nacionales. Y que se comprenda que la negociación en la búsqueda del consenso no sólo no es una perversa maniobra en lo oscurito sino la única manera civilizada de convivir.
10) Que el poder se reforme. El servicio público tiene que dejar de ser una simple etiqueta vacía de contenido. Ya han hecho mucho daño los representantes y funcionarios que gastan mal los recursos que les son encomendados, y cuyo único pensamiento es cómo mantener en ascenso sus carreras y cómo beneficiarse personalmente de sus cargos. En otras partes del mundo, cuando una clase política se embriaga de poder, creyéndose inamovible, ha sido reemplazada por el populismo iluminado. Cambiar, pues, tiene sentido.
Si algo de todo esto se cumple, habremos dado un paso o dos hacia la resolución de los graves problemas que nos aquejan.