Yuriria Sierra - La bilateral y la Corte

el

 

Día de Reyes en la Casa Blanca. Quién sabe si los regalos los dará el gobierno mexicano o el estadunidense. Pero Enrique Peña Nieto está hoy en Washington junto con una parte muy importante de su gabinete. Una reunión bilateral con Barack Obama con la que inicia 2015, y en la que, sin duda, ambos mandatarios tendrán su propia agenda de intereses a “empujar” con su respectivo vecino y que, en ambos casos, responde a necesidades políticas y momentos domésticos harto distintos. Peña Nieto querrá comenzar a replantear un México que, visto desde el extranjero, le ayude a retomar el camino de hace un año, cuando todo eran extraordinarias expectativas y los ojos del mundo estaban puestos en el Presidente mexicano que se había “atrevido” a emprender las reformas que reposicionaran al país como un actor competitivo y un destino atractivo para la inversión en la escena global. Pero vino la pesadilla de Ayotzinapa y de la Casa Blanca que en el mundo, pero particularmente en Washington, prendieron alarmas respecto a lo que ahora muchos consideran un error de cálculo casero (gringo, pues) respecto al soplido real de vientos de cambio en nuestro país. La crisis con la que el gobierno mexicano llega a enero lo obliga a aprovechar cualquier ventana de oportunidad respecto a lo que hoy suceda. Aprovechar, en la medida de lo posible, el tren al que Obama ha decidido subirse en ésta, la última parte de su mandato. Un tren con el que busca hacer Historia (con mayúsculas) y no conformarse nada más con ser primer presidente afroamericano de EU, sino aquel que dio la pauta para cambios importantes en la política de su país. Intención que ya no deja lugar a dudas desde sus anuncios y decretos de los últimos dos meses, como el relanzamiento de su relación diplomática con Cuba o su decreto en materia migratoria. Obama ha optado con cerrar su mandato con decisiones que no necesariamente pasan por su Congreso: el presidente estadunidense aprovechará hasta el último resquicio legal que tenga para intentar cerrar con broche de oro su Presidencia. Y ahí es en donde Peña Nieto y su equipo pueden intentar abrir un par de puertas que  permitan reencauzar un proyecto de gobierno que parecía empezar a descarrilar desde la cancelación de la concesión del tren rápido...

 

 

Pero no sólo es una oportunidad para México. También para Obama. Porque, como bien han subrayado importantes publicaciones como The Economist o el propio The Wall Street Journal, el mayor atractivo de México, tras su Reforma Energética, siguen siendo el petróleo y los importantes yacimientos mexicanos de gas natural. El hecho de que EU ya sea autosuficiente en ambas producciones no implica que no le interese invertir en las exploraciones en México, por un lado, y por el otro (tan importante como el primero), que les tenga sin pendiente quiénes puedan ser nuestros socios y clientes potenciales. A EU (potencia ferroviaria del continente) no le gustó que los chinos fueran los ganones de la licitación del tren rápido (hay muchos actores políticos que aseguran que el misil del escándalo de grupo Higa “se cocinó” justamente en las tierras del Tío Sam); menos aún les gustaría que el oro negro y el oro en estado gaseoso mexicanos terminaran siendo explotados por adversarios a los intereses de halcones y palomas (por igual) de Washington (ah, y de Texas).

 

El inicio de 2015 es también el inicio del segundo tercio del sexenio de Peña Nieto (y un año electoral de enorme relevancia para su proyecto). Ayotzinapa y el conflicto de interés seguirán siendo los dos temas a resolver: no sólo con el despeje de todas las dudas, sino también en las acciones que se tomen al respecto para evitar episodios parecidos y que éstos sigan siendo piedras en el camino de un sexenio al que todavía le faltan cuatro años. Una pinza que EU puede apretar para defender sus intereses. Y en ese contexto, Peña Nieto tendrá que jugar muy bien sus cartas frente al que históricamente ha sido nuestro socio más importante: a estas alturas, tal vez el gobierno mexicano sienta aquello de que no es tan fácil ponerse con Sansón a las patadas.

 

En fin, que la reunión bilateral de hoy deberá ser aprovechada al máximo por un gobierno mexicano obligado a abrir una perspectiva que no sólo lo ayude a salir del bache al que cayó en los últimos meses de 2014; sino que también fortalezca su posición ante los mercados extranjeros. ¿O de qué otra forma se garantizarán buenos resultados con la ejecución de las reformas? Hoy es un día para aprovechar porque no sólo hay que pensar en EU como Sansón: la historia de David y Goliat tiene algo que enseñarnos sobre los puntos débiles de los gigantes...

 

LA CORTE CORTADA. Pero en dos. Fue histórico y profundamente sintomático. Las 32 rondas de votación (o más bien 30, porque las primeras dos fueron de descarte) en las que se eligió a Luis María Aguilar Morales como el nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, evidenciaron a una Corte profundamente dividida. Frente a lo mucho que hoy México necesita poderes capaces de tomar acciones, la Suprema Corte que recibe Aguilar Morales lo obliga a tender puentes con aquella otra ala, la que votaba por Arturo Zaldívar, conocido como un ministro de perfil muy liberal. Y eso —los puentes, el diálogo, los acuerdos— será lo primordial en un país que necesita que sus leyes no sólo sean bien entendidas, sino bien ejecutadas. El papel de la Corte es esencial. Por lo pronto (y también sintomático), a la primera sesión a cargo de Aguilar Morales no se presentó Juan Silva Meza, el ministro que ocupó la presidencia de la Corte hasta hace unos días. Ojalá que Aguilar, Zaldívar, Silva y los demás ministros entiendan que hoy, en un escenario tan crítico como el que atraviesa nuestro país, con un Poder Ejecutivo y Legislativo cuestionados por varios sectores de la opinión pública, la actuación del Poder Judicial será vital para relanzar la construcción institucional del Estado mexicano.