Manuel Zepeda Ramos - Las elecciones, van
Piedra Imán
Manuel Zepeda Ramos
Las elecciones, van
Vital. Tan importante como producir riqueza, las elecciones del 2015 son un asunto vital.
No es poca cosa. Es la consolidación de varias metas intermedias.
Ahora que la opinión pública marca nubarrones en torno a las elecciones del 2015, vale la pena hacer memoria y recordar la fortaleza de los hombres de México y las instituciones por preservar el país democrático que queremos para las generaciones futuras.
El gran paso que fue el construir un órgano electoral de credibilidad para dar paso a la gran transición democrática de México que tanto necesitaba la Nación, se logró porque se confió en intelectuales probos y patriotas que supieron hacer frente, a la mexicana, a la serie de requisitos que la maña electoral de muchos años acumuló en el imaginario electoral al grado de sentir la fuerza de poder invalidar cualquier intento al respecto.
Después vino la primera asechanza. La necedad de los partidos representados en el Congreso de la Unión por pensar en que el órgano electoral debía tener un ingrediente partidista desde el Congreso para hacerlo “confiable” en las decisiones fundamentales de la vida política nacional. Se accedió, a pesar que lo que el IFE había hecho era ejemplo ante el mundo, reconocido por las naciones emergentes del Planeta.
Las elecciones del 2006 terminaron entre mentadas de madre y hojas de tamal. López Obrador fue capaz de tomar el Paseo de la Reforma porque no ganó las elecciones presidenciales partiendo en dos a la Capital de la República —como el Muro de Berlín—, durante muchos meses ante el desinterés manifiesto de autoridad alguna para poner un mínimo de orden en una ciudad de locura cuyos habitantes sufrían el desaguisado de vivir en el desorden urbano un día sí y otro también, algo parecido casi una década después cuando con la muerte de 43 normalistas en Iguala los “anarquistas” se lanzaron a las ciudades y carreteras, a los edificios públicos emblemáticos de la historia nacional y a los edificios particulares, para destrozarlos sin temor alguno y sin que alguna autoridad, local y federal, lo impidiera.
Las siguientes elecciones, las de 2012, fueron, en comparación con las del sexenio anterior, paseo de una tarde en la alameda. El candidato ganador superó a su contrincante más cercano por más de cuatro millones y medio de votos. La transición fue tersa y en paz.
Ahora, después de una jornada de dos años de trabajos legislativos intensos, de acuerdos democráticos sin precedente, en donde se movilizaron todas las fuerzas políticas existentes, registradas e integrantes del Congreso de la Unión en la adecuación de la Constitución Política Mexicana para ver hacia adelante en la competitividad universal, como no había sucedido desde el Constituyente de Querétaro; en tres desafortunados meses pasa lo que todos nosotros conocemos y el mundo informado también y que pone en corto tiempo a nuestro país en el ojo del huracán mediático con los sucesos iniciados en Iguala con la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.
El boom mediático intenso de los acontecimientos de Iguala llega hasta la jornada electoral.
Lorenzo Córdoba, el nuevo representante del INE, el Instituto Nacional Electoral que vuelve a sufrir otra modificación ahora dentro de las Reformas Estructurales, es cuestionado acerca de que si se deben cancelar las elecciones en los estados de Guerrero y Michoacán por los hechos que se suceden en las dos entidades federativas.
El especialista en acciones electorales desde hace muchos años, testigo de la evolución del instituto electoral del México democrático, responde inmediatamente que no.
Tiene razón el Doctor Córdoba.
No se puede dejar de cumplir con el mandato democrático que hemos empezado a vivir y a experimentar de manera favorable al desenvolvimiento democrático de nuestra nación en el siglo XXI.
No es posible que los mismos hombres de izquierda que lograron con creces el desbarajuste guerrerense por no saber ejercer el poder para gobernar y sí para hacer negocios de enriquecimiento rápido, sean los que se opongan a una jornada democrática, necesaria, para paliar la molestia y el encono hacia un gobierno estatal que no supo ejercer el mandato de las urnas. Son los mismos que ahora le piden a Obama que “regañe” a Peña Nieto por lo que hicieron ellos sin vergüenza alguna, vinculándose al crimen organizado con tal de alcanzar el poder.
En casos como éste, como los de Guerrero y Michoacán, no es posible dejar sin elecciones fundamentales a estas entidades federativas. Nuestra nación ya es una nación madura que puede implementar unas elecciones con el concurso de toda la sociedad que habrá de renovar sus esperanzas. Esto me recuerda que en medio del cese unilateral del fuego, en aquel Chiapas convulso de 1994, de la guerra zapatista, se llevaron a cabo elecciones para gobernador, para el Congreso del Estado, ayuntamientos y para senadores y diputados al Congreso de la Unión, sin ningún incidente que lamentar. Las lecciones se llevaron a cabo en todos los distritos del conflicto armado en donde, por cierto, el triunfador fue el PRI.
México ya está inserto en una etapa de crecimiento democrático definitivo, acorde con el nacimiento del nuevo milenio.
El pueblo mexicano ya aprendió a optar por quien quiere que sea su representante ante las cámaras y ante su municipio.
Son triunfos indiscutibles por los que no va a permitir retrocesos irresponsables.
México se consolida en su vida democrática.