Yuriria Sierra - Cínicos versus valientes

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Hace unos días, Lorenzo Córdova declaraba que tal vez podría haber un ajuste en el calendario electoral del estado de Guerrero. En el entendido de lo complicado de la coyuntura actual, el INE analiza si hay o no condiciones para que se realice la elección en la que se elegirá al nuevo gobernador, además de alcaldes y diputados locales.

 

Tras los hechos de la noche del 26 de septiembre, la noche negra en Iguala, los partidos políticos se comprometieron a investigar —con mucho más rigor— a quienes se presenten como sus candidatos. Nadie quiere tener a otro José Luis Abarca en sus filas. Que todos pondrán mejores lupas en los registros y en los antecedentes de sus aspirantes. Lo mismo el PAN, que PRI o el propio PRD. Excepto uno: Morena. Hace unos días, Martí Batres, quien funge como presidente (“de chocolate”, diría mi colega Adrián Rueda) del partido de Andrés Manuel López Obrador, declaró que, en la lógica de su partido, la labor de investigar si tal o cual candidato tiene nexos o no con la delincuencia es responsabilidad única de la PGR. O sea, que a ellos, los de Morena, les viene valiendo gorro lo que hayan hecho, lo que hagan, con quién y de qué manera, aquéllos que contiendan bajo sus siglas a una gubernatura, una alcaldía o una diputación. Que ése es asunto del gobierno federal, dice Batres (y AMLO guarda silencio). ¡Qué cinismo!

 

 

Resulta inconcebible que un partido que, como desde hace tanto, ve a su mesiánico líder hablar tan recurrentemente sobre la “honestidad” (lo de “valiente” siempre me pareció una estúpida redundancia, por cierto), pretendan lavarse (una vez más) las manos afirmando que no ellos, sino la PGR, es la que debe realizar todas las indagatorias. Como si ellos no tuvieran responsabilidad alguna, como si lo único que debieran hacer es ganar elecciones abanderando no importa a quién, siempre y cuando les genere votos (y presupuesto). ¿Por eso el silencio de AMLO durante todo este tiempo? Porque ha sido evidente que no ha declarado ni pío tras lo sucedido en Ayotzinapa. Y él nada ha dicho sobre Lázaro Mazón (su protegé en Guerrero, quien a su vez, tuvo como protegé a José Luis Abarca). Bajo la lógica de lo declarado por Batres, esa postura del silencio de López Obrador cuadra a la perfección con aquélla, su otra lógica, la del cinismo. Así, pues, que el Rayito de Esperanza, lo sea ahora para todos los de la calaña del tenebroso matrimonio Abarca-Pineda.

 

Y qué diferencia cuando ante el tremendo cinismo nos topamos con la noticia de que la sensatez, la ética y la decencia todavía tienen fondos entre algunos políticos mexicanos. Que no todos se mueven, sólo y sólo, por sus ambiciones y su rapacidad. Pese a que su nombre sonaba con fuerza para contender por la gubernatura de Guerrero, no sólo por ser puntero en las encuestas, sino porque es de los poquísimos políticos que realmente han hecho trabajo político en la entidad. Inesperada, pero gratísima sorpresa que el senador Armando Ríos Piter anunciara ayer que no se anotaría como candidato.

 

“Espero que esta decisión sea —su salida de la contienda— un campanazo para mucha de la clase política en Guerrero y también para el país, esos que piensan que las cosas, a pesar de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, pueden seguir como si nada, pensar y apostarle al olvido y al carpetazo. No tomar decisiones concretas, contundentes respecto a cambiar las cosas en el estado de Guerrero (...) Mi decisión es porque no voy a ser parte de una red de complicidades que operan en la entidad.”, me dijo ayer en entrevista en Reporte 98.5 el senador perredista.

 

Horas antes, Ríos Piter daba una conferencia de prensa anunciando su decisión, dijo que para quedarse como candidato, debía pactar con personajes políticos guerrerenses, incluido el exgobernador Ángel Aguirre.

 

Lo anunciado ayer por Armando Ríos Piter fue una decisión extremandamente loable y valiente en el marco actual de la putrefacta política mexicana que quedó evidenciada como nunca antes tras lo ocurrido en Iguala. No sólo un mensaje para el resto de la clase política —como aquella de la que hablé párrafos arriba— que no están dispuestos a asumir sus responsabilidades ni a generar cambios, aunque digan que ésa es su bandera, sino un nuevo horizonte (y me atrevería a augurar el nacimiento de un muy importante liderazgo) para la política que toda una generación —que parecía haberse asimilado al sistema— comience a despertar y recuerde que su deber era transformar a este país, no el de convertirse en los repetidores de sus peores vicios. ¡Enhorabuena por tan valiente decisión, senador

Ríos Piter!