Manuel Zepeda Ramos - Vélez

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Piedra Imán

Manuel Zepeda Ramos

Vélez

Septiembre. Era el año de 1976, año de mi incorporación a la Universidad Veracruzana invitado por Roberto Bravo Garzón, la Casa de Estudios más importante del estado de Veracruz, la que habría de convertirse en mi Casa que tanto amo.

Varias fortalezas de la UV me impresionaron para siempre a mi llegada.

La Editorial, la que construyera sabia y visionariamente Sergio Galindo con todo el apoyo de don Gonzalo Aguirre Beltrán, uno de los tres rectores principales en la historia de nuestra Casa. Sergio, lo diré siempre que tenga oportunidad, se adelantó muchos años al descubrir a los jóvenes escritores de América Latina que se convirtieron en la vanguardia de lo que hoy es la literatura del continente Iberoamericano, aquel que “descubriera” Cristóbal Colón.

 

La Orquesta Sinfónica de Xalapa, el gran símbolo cultural de Xalapa alrededor de la cual se fue construyendo el prestigio de la “Atenas” a lo largo de casi 100 años de vida artística en la capital veracruzana. La que yo vi, la OSX ya Universitaria, con sus ejecutantes académicos poseedores de certeza laboral después de muchos años de escatimársela y con el mejor director maduro del México del momento, Luis Herrera de la Fuente, al frente de 110 músicos llegados de todo el mundo, me causó una seria conmoción de emociones recién descubiertas junto al orgullo universitario de poseer, en mi Casa, a la mejor orquesta sinfónica de México.

La Compañía de Teatro, la que fundara Dagoberto Guillaumín iniciándola con Moctezuma II de Sergio Magaña desde los años cincuenta. Los que vivíamos en Xalapa nos desayunábamos en La Parroquia con los grandes actores de México que formaban parte de la estructura teatral de la UV.

El Ballet Folklórico. El gran coreógrafo Miguel Vélez Arceo, oaxaqueño de nacimiento pero veracruzano por adopción, formó una extraordinaria compañía de ballet folklórico, la más importante de México durante muchos años. Sus trabajos de creación se basaron en estudios etnomusicológicos y antropológicos intensos hechos por el Instituto de Antropología. El resultado fue una enorme producción coreográfica sobre música y danza de Veracruz, México y Latino América que hoy es patrimonio indiscutible de Veracruz y de la Universidad Veracruzana que me llena de profundo orgullo por el trabajo realizado. Recuerdo como si fuera ayer el periplo Planetario que el ballet folklórico realizó. Un día salió por el Golfo de México hacia Europa y otro día, cuatro meses después, regresó por el Océano Pacífico después de haber estado en China y Japón como última etapa de la gira auspiciada por el Gobierno Federal, en donde el ballet folklórico de la UV era el gran embajador de nuestro país ante el mundo. A su retorno, les monté una gran exposición con los recuerdos del periplo, lleno de fotografías de todo el mundo con los carteles de promoción que anunciaron en el Planeta las presentaciones del ballet en los mejores teatros de Europa y Asia. Al regreso, el Tlen Huicani tocando música china con instrumentos originales y el ballet bailando coreografías del gigante asiático, con una demostración de profesionalismo en el dominio de los instrumentos chinos de parte de nuestros músicos y los bailarines con la gran capacidad de interpretar las danzas milenarias, nos impresionaron a todos los que lo presenciamos a teatro lleno en el hoy Emilio Carballido de la capital veracruzana.

Pero nunca falta el negrito en el arroz.

A la muerte de Miguel Vélez, el rector de esa época y la Secretaria de Rectoría de ese momento, decidieron otorgarle la dirección del ballet folklórico a un alumno destacado de Miguel Vélez, comprometiéndose a preservar el acervo dancístico creado por el Maestro a lo largo de casi 40 años de trabajo intenso, porque esa gran obra de creación es ya patrimonio de Veracruz y de México. Además de ponerlas tal y como se bailaron durante tantos años e incluirlas en el repertorio del ballet para que se conozcan en todo el mundo y hagan escuela de interpretación y creación, las coreografías iban a ser filmograbadas en gran resolución para poder armar programas dignos de difusión en la tele profesional que lo requiriera, poderlas colocar en los canales del mundo que se dedican a preservar el folklore, así como para poder dar clases de danza vía internet para el acervo mundial que lo solicitara.     

A más de cuatro años del anuncio, no ha pasado nada.

Al contrario. El director que se comprometió a preservar el acervo folklórico de Vélez ha dilapidado ese patrimonio que ya es del pueblo. Ha recortado las coreografías a su libre entender, armando otras coreografías a partir de las ya hechas por el maestro Vélez. Es como si llegara un pintor al Instituto de Artes Plásticas a pintar sobre los lienzos de Fernando Vilchis porque va a realizar otra obra a partir de las obras de Fernando.

Lo que está pasando en el Ballet Folklórico de la UV es muy grave.

La gran obra de Miguel Vélez Arceo debe de ser preservada como él la concibió y que le dio prestigio enorme a México ante el Mundo. Debe de ser bailada siempre, como ejemplo de lo que significa una interpretación extraordinariamente lograda a partir de estudios serios para el aprendizaje de las nuevas generaciones. No hacerlo, sería un crimen a la danza folklórica.

El Ballet por su parte, debe de seguir creando coreografías nuevas a partir de la investigación profesional a la que nuestra Casa está acostumbrada con sus instancias académicas antropológicas. De ese tamaño es el reto que dejó Roberto Bravo Garzón al crear una institución del tamaño del Ballet Folklórico para la preservación de la cultura prehispánica y mestiza.

Ojalá que hubiera una instancia en la Universidad veracruzana que se encargara de hacerlo. Sería muy triste que este gran esfuerzo de muchos años y muchos millones, quedara al garete.

Con el prestigio de la Universidad Veracruzana no se juega.