Vianey Esquinca - Los Kardashian de la política
Durante la época de elecciones se presentan distintos fenómenos. Así pues, de los creadores de los chapulines y los dinosaurios, de los mapaches electorales y los grillos, llegan los Kardashian de la política. Aquellas figuras públicas cuyo único talento es ser famosos.
Se trata de artistas, cantantes y deportistas que son postulados por los partidos políticos para conseguir votos, y este año no podría ser la excepción. El futbolista Cuauhtémoc Blanco se cansó de vivir de la patada y quiere ser alcalde a Cuernavaca por el PSD; los payasos Lagrimita y Costel también han dicho que buscarían la alcaldía de Guadalajara y una regiduría. Otro apuntado es Alejandro Camacho quien suspira por una curul en la Cámara de Diputados por el Partido Encuentro Social. También se habla de que Yuri o Laura Zapata buscarían contender por un cargo de elección popular.
Para cualquier trabajo se requieren requisitos mínimos de escolaridad, experiencia, en algunos casos edad. Entre más grande sea la responsabilidad, se exige una preparación mayor y un perfil más completo. Sin embargo, nuestros próceres y héroes nacionales que elaboraron la Constitución seguramente pensaron que ser gobernante o legislador no requería ningún esfuerzo ni era lo suficientemente importante porque sólo se pide edad y ciudadanía.
Esto provoca que, literalmente, cualquiera pueda tener en sus manos las riendas del país. El año pasado, la Confederación Nacional de Municipios de México (Conamm) señaló que 20% de los dos mil 400 presidentes municipales que hay en el país no tenía la capacidad para ejercer el cargo, o porque no tiene una carrera profesional terminada o porque ni siquiera sabía leer ni escribir. Esta cifra sería de por sí, suficiente para explicar por qué algunos municipios están como están.
Para los partidos políticos con que sea popular o represente a un grupo al que se le deba pagar una cuota, léase ambulantes, transportistas o pepenadores es suficiente para pensar que pueden ejercer millones de pesos de presupuesto, aplicar políticas sociales o dirigir las fuerzas policiacas. También elaborar o modificar leyes. Existe una gran confusión entre un proceso electoral y un concurso de popularidad.
Entonces siempre se justifica que se pueden rodear de un equipo capaz que los ayude a gobernar, pero ¿a quién invitaría Cuauhtémoc Blanco a ser su secretario de Gobierno? ¿A Alfredo Tena? En el caso de Lagrimita ¿veríamos a Cepillín como encargado de Desarrollo Social?
El problema es que no hay ninguna responsabilidad por parte de los institutos políticos que los postulan. No escogen a los mejores hombres y mujeres, sino al que les representen votos. Así pues el paso de Julio Alemán o Silvia Pinal en la ALDF fue sin pena ni gloria.
En el caso de los deportistas la situación aún es más clara. Uno de los casos más emblemáticos es el de Ana Gabriela Guevara que definitivamente no ha tenido el mismo desempeño como legisladora o funcionaria que en las pistas. Ha sido más gris que un papel tapiz. Esto sin contar a los deportistas como Tatiana Ortiz o Bernardo Segura que pasaron directo de las glorias olímpicas a distintos cargos de gobierno dejándolos después en medio de escándalos por malos manejos.
Seguramente los partidos dirán que es injusta la apreciación y que candidatos como Cuauhtémoc Blanco o Lagrimita son excelentes representantes de en lo que se ha convertido la política nacional. Primero porque hay mucho juego sucio, fueras de lugar, goles y autogoles, y que un futbolista entiende mejor que nadie estas situaciones. O que si el gobierno es una payasada por no tener a un máximo exponente en él.
Lo que es un hecho es que así como los chapulines, otro daño colateral de la democracia en México es precisamente que cualquiera con tantitas ganitas y popularidad pueda saltar a gobernar o crear las leyes del país. Eso sí, hay que reconocerlo, estos políticos Kardashian aportan a las contiendas las notas de color y las anécdotas.