Manuel Zepeda Ramos - Historieta
Piedra Imán
Manuel Zepeda Ramos
Historieta
Medio. Además de eficiente, es un medio de comunicación que tiene un formato altamente efectivo demostrado con creces y apreciado por niños y grandes a lo largo del tiempo.
Es la historieta.
Desde mi niñez y juventud el cómic, como también se le conoce en los países del mundo, ha estado presente en el imaginario colectivo de los animales racionales.
En el caso de donde pasé mi niñez y parte de mi juventud, mi tierra Tuxtla Gutiérrez, la capital del lugar de mis mayores, los niños y jóvenes de nuestra época no escapamos a estas lecturas que de manera intensa llegaban a mi ciudad.
Don Arturo Ramos, librero importante de la capital de Chiapas que dedicó toda su vida al noble oficio, también tenía un espacio destacado para el cómic, para la historieta.
Cuentolandia se llamaba su lugar en donde los niños y los jóvenes de Tuxtla, más niños que jóvenes, llegábamos en las horas prudentes sobre todo en los fines de semana, a devorar las historietas de la semana que aparecían a montones con un aparato distributivo nacional que hoy envidiaría cualquier empresa de distribución de publicaciones:
La saga semanal de Walt Disney representada en varias historietas con sus correspondientes personajes; la saga completa del Pato Donald con sus sobrinos inquietos y otros personajes atractivos; Lorenzo y Pepita con todo y el Coronel Cholalisa y la Duquesa Sonrisa; Tarzán y sus aventuras en la selva africana; Rolando el Rabioso con su inseparable Pitoloco; La Hermandad de la Lanza y los jóvenes intrépidos listos para la aventura y al rescate de las bellas; La Pequeña Lulú, con su eterno rival Tobi que tocaba el violín peor que muchos violinistas de Xalapa; Archi y sus amigos, con su vida escolástica diaria llena de aventuras y noviazgos atados y desatados.
Especial mención merece La Familia Burrón, historieta que supo plasmar la vida diaria de las vecindades de la ciudad de México, animada por el éxito grande de los melodramas en el celuloide durante la época de oro del cine mexicano. Doña Borola, para mí, ha sido el personaje más importante del cómic mexicano que integraba una familia con su abnegado chaparrito peluquero de oficio, don Regino -arriba de un banquito cortaba el pelo a una clientela abundante que nunca lo abandonó-, como muchas existen hoy en el drama citadino mexicano.
Eran pues, ríos de historietas que los niños y jóvenes de mi época consumíamos con ímpetu semanal y que nos han marcado para siempre.
Con él éxito del mercado evidente, fueron apareciendo poco a poco las historietas nacionales; las que eran concebidas en suelo mexicano y realizadas en imprentas de prestigio.
Así vieron la luz Kalimán, Alma Grande, Chanoc, entre otras, series de caricaturas impresas que si bien tuvieron un éxito de enorme trascendencia, también es cierto que al querer los empresarios o socios surgidos de la emoción trasladarla al cine, se convirtieron en churos cinematográficos de mala memoria.
Debo decir que los Supermachos, de Rius, con Alfonso Arau como productor-director-protagonista del celuloide producido, fue bien saludada por los cinéfilos mexicanos apoyada por una plédade de buenos actores de la época. También la saga de Doña Yolanda Vargas Dulché, Lágrimas y Risas, incursionó en la televisión mexicana con un enorme éxito. Es real que el pueblo ruso paralizaba sus labores a la hora que pasaba Yesenia, con la inolvidable Fany Cano al lado de Jorge Lavat, también ya desaparecido.
La historieta en México pues, ha sido un instrumento de enorme penetración en la sociedad de todas las edades. Y lo ha sido también en el mundo entero. Es un formato que debe de tomarse en cuenta para intentar comunicarse con la masa ciudadana cuando de brindarle información necesaria se trata.
Por eso me emociona que en el estado de Chiapas se vaya a llevar a cabo el primer encuentro de la historieta educativa con profesionales nuevos.
Sin temor a equivocarme, pudiera tratarse del renacimiento de este formato de comunicación en México, que puede resultar de enorme utilidad para transmitir información y conocimiento a los sectores de población que en nuestro país ya rebasan los 100 millones de habitantes.
Lo he dicho muchas veces en este espacio. El gran volumen de la población mexicana aún no conoce las reformas estructurales, por ejemplo, por evidente falta de información. La historieta puede ser un vehículo adecuado para ello -entre otros muchos-, siempre y cuando se escriba y dibuje bien, de manera clara y llana, didácticamente apropiado para el entendimiento colectivo.
Eso significa que en los próximos años deberán desarrollarse nuevos caricaturistas jóvenes, de calidad, a los que el mercado les pueda asegurar un empleo digno. Hablo de que deben de surgir ya recintos escolásticos adecuados para ello; que se creen especialidades al respecto en las escuelas de diseño, que puedan fundir el talento humano del dibujo de caricatura con el desarrollo tecnológico que permita multiplicar el proceso de realización. Su lentitud de realización fue un lastre significativo en épocas pasadas, que ya no debe ocurrir. Este formato ya demostrado en su efectividad debe de regresar por sus fueros a un país como el nuestro que necesita de información efectiva para la vida cotidiana, presentada de manera atractiva. Ya somos muchos.
La historieta debe de incorporarse como esquema de comunicación cuanto antes. Debe ser tratada al más alto nivel educativo, con desarrollo tecnológico de punta.
La historieta es un arma fundamental para el desarrollo.
Estamos en tiempo.