Rubén Pabello Rojas - Todo empezó muy bien

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Todo empezó muy bien

Rubén Pabello Rojas

En los primeros meses del gobierno de Enrique Peña Nieto todo marchaba estupendamente. Casi era increíble la forma en que diversas corrientes de pensamiento político, agrupadas en la mayoría de los diferentes partidos políticos, se unieron para dar paso a la propuesta del presidente y dieron vida a uno de los instrumentos políticos que en otros tiempos hubiera sido imposible: El Pacto por México.

Con esta formidable plataforma, inédita e increíble, se produjo otro de los fenómenos legislativos que igualmente en otras épocas de la historia de México no se hubieran imaginado: la profunda Reforma constitucional que tocó diversos temas torales de la vida pública del país. Desde la reforma en algunos aspectos sustantivos de la vida nacional que se modificaron en época de Carlos Salinas a principios de los años noventas del siglo pasado, no se había hecho una reforma, verdadera sacudida al árbol constitucional.

 

Todo parecía ir a pedir de boca, todo era miel sobre hojuelas a pesar de las argumentaciones, siempre presentes, infaltables, de los eternos opuestos a todo el quehacer si proviene del gobierno en turno. Opositores aparte, todo parecía ir de maravilla. El país ahora con leyes modernas, adecuadas a la realidad impuesta por la exigencia globalizadora, caminaría a un futuro promisorio de alta prosperidad.

De pronto, cuando la celebración oficial era mayor, cuando se afirmaba que ahora sí los mexicanos disfrutarían de una bonanza cierta, cayó un rayo en seco, sin el menor aviso ni advertencia. Un rayo atronador de consecuencias impredecibles pero graves, en Iguala, Guerrero; en Ayotzinapa.

Lo sucedido revela, fatalmente, de que está compuesto el ADN de la comunidad nacional, es la enésima repetición de una inconformidad subyacente, que aflora cada vez que se den condiciones específicas para manifestar el descontento contenido, de carácter popular, contra un sistema que disimula la realidad, que elude la verdad.

A partir de ese momento ya nada fue igual, se fue el gozo al pozo. Todo se derrumbó como un castillo de naipes y a sufrir. Lo ocurrido después todavía sigue afectando al país. Se desataron, en ese estado y en los vecinos Oaxaca, Michoacán mayormente y en Morelos, Jalisco y Chiapas en menor escala, pero con algún contagio, los auténticos demonios disfrazados de inconformidad social beligerante y agresiva que ha sacudido la paz pública de toda esa región de la Patria.

Los esfuerzos por lograr el control de daños activan los mecanismos del Estado a través de sus órganos y se desata la persecución de delincuentes. Cae Servando Gómez, La Tuta, pero no es suficiente. Es un momento para celebrar la aplicación de la ley, con discreción. No es fiesta nacional. Es únicamente el cumplimiento del deber.

Por lo demás, las penas no vienen solas. La economía nacional a pesar de las reformas fiscales, no se encuentra muy bien, que se diga. Y para mayores angustias, se desploma el precio internacional del petróleo y decrece su producción en el país. El petróleo es el gran recurso fiscal para equilibrar las finanzas públicas de la nación. Es innegable. Se deprecia el valor del peso mexicano frente a divisas extranjeras y consecuentemente el pueblo lo sufre tarde o temprano.

Se aceleran políticas sociales engañosas para combatir la pobreza y el hambre. Se pregona con orgullo vacuo y criticable que ya 4.2 millones de mexicanos no padecen hambre. Sería preferible que esos mismos mexicanos tuvieran trabajo y no caridad.

En 1993 el Centro de Investigación para el Desarrollo, A.C. (Cidac), publicó un libro titulado Contra la pobreza,  en que destacados estudiosos de la materia como son: Guillermo Trejo, Claudio Jones, Edna Jaime, Luís Barrón y Luís Rubio, analizan a profundidad el fenómeno lacerante y persistente de la pobreza y sus secuelas; así como sus causas, su diagnóstico y su combate. Se trata de un estudio serio, útil, y bien calificado.

Comienza el texto tanto en su presentación, como en su introducción anunciando que la pobreza en México es secular y está lejos de ser resuelta. Se remite la obra a  cinco siglos atrás, cuando Fray Gerónimo de Mendieta ya identificaba el problema en las recién descubiertas tierras americanas y, pesimista, predecía que el fenómeno era de muy difícil solución.

Dice el libro que durante la colonia, la Corona española nunca se preocupó del asunto; que en la Independencia y en la etapa cruenta de la segunda mitad del siglo XIX, los problemas políticos no dieron lugar a un abordamiento serio del tema. Las diferencias políticas de conservadores y liberales y las guerras intestinas y las intervenciones e invasiones extranjeras, impidieron su combate.

Es después de la Revolución Mexicana cuando las reivindicaciones sociales toman un curso más determinante; se habla de la Justicia Social en la Constitución de 1917. Han pasado desde esa fecha prácticamente cien años. Todo un siglo y continúa el combate a la pobreza y su consecuencia íntima: el hambre. Hambre combatida en comedores comunitarios para millones de mexicanos hambrientos.

¿Esa es la solución de fondo o es un paliativo más? Como históricamente ha sido. Se recuerda aquel cuentecillo del hombre al que le olían terriblemente los pies y ya había agotado todos, todos, todititos los remedios y ninguno le había dado resultado. Un día un compadre suyo conmovido de su desgracia le preguntó si ya había intentado lavárselos con agua y jabón; a lo que el desdichado respondió sorprendido: hombre compadre, ¡no se me había ocurrido!

 

¿No será que la pobreza secular y su ahijada natural, el hambre, se remediarán proporcionando, pero de a de veras, empleo, educación y trabajo a los desvalidos, que teniéndolo no optaran por el camino del mal consejo?