Manuel Zepeda - Carne de Monte
Piedra Imán
Manuel Zepeda Ramos
Carne de Monte
Confianza, voy a confiarles un secreto, espero que esto que voy a hacer no me cueste la pérdida de alguna parte de mis lectores.
Como buen integrante de la generación de la primera parte del siglo pasado y principios de la otra parte —cincuenta y sesenta pues—, época en la que además no había una educación conservacionista de las especies que vivían libremente en las montañas y potreros de mi tierra todos, sin dejar fuera a nadie, éramos cazadores en ciernes.
Empezábamos con el charpe cuyo manejo nos convertía en expertos tiradores. Con él cobrábamos paloma torcaza, codorniz y uno que otro conejo. Todos en el barrio, sin excepción, el mío era el de San Roque en Tuxtla Gutiérrez, éramos expertos en ese maravilloso instrumento que avienta piedras, piedritas y piedrotas.
Conforme avanzaba el tiempo, nuestros padres, también cazadores, porque en aquella época en Chiapas todo era —todavía lo es—, abundante; practicaban esta acción que alguien ahora, indebidamente le llama deporte. Recuerdo de niño que mi papá junto a sus amigos se iban entrada la tarde al monte cercano a la capital de Chiapas y en la mañana del otro día ya habían regresado con dos venados, tres jabalíes y cinco tepezcuintes, suficiente para resolver el alimento de varias familias durante una semana.
Fiel a la enseñanza, después del charpe pasábamos al riflito 22 para llegar a la escopeta 12, 16 ó 20, en nuestra escala de cazadores ya formados. De esta manera, con mis primos y amigos, los mismos colonos de San Roque, también nos remontamos y también regresamos al otro día con nuestra carga de cacería de la que nos sentíamos muy orgullosos.
Mi generación pues, lo digo ahora con gran rubor, fue una generación de cazadores.
Pasó el tiempo, mucho tiempo, para que llegara el día en que yo les confesara a mis hijas mi condición de cazador cuando fui joven.Hubo tragedia familiar.
Durante un mes no me hablaron y lloraron a la par. Poco a poco fueron entendiendo que era un asunto puramente generacional de un lugar de abundantes recursos en donde las familias habían aprendido que podían disponer de ellas sin más pudor que el ir a cazarlas y que la situación del pensamiento por la vida y su preservación había sufrido un vuelco radical a tal grado que ahora todos los habitantes de la tierra estamos luchando día a día por tratar de conservar el planeta en el que vivimos porque lo hemos puesto, nosotros los hombres que lo habitamos, en profunda crisis de existencia y eso no lo podemos permitir.
Ahora mi familia, como todas las familias sensatas de La Tierra, junto a muchas familias de Xalapa, somos defensores y promotores de la vida silvestre porque es la única manera de poderle dejar un mejor futuro a las nuevas generaciones.
En este orden de ideas y viendo la gran promoción que la federación hace al respecto, me ha llamado poderosamente la atención el crecimiento del programa llamado UMA, que las instancias conservacionistas han lanzado a los ciudadanos mexicanos que posean al menos una hectárea de terreno en el campo.
Este programa permite poner en crecimiento cautivo a una serie de especies animales que viven de manera silvestre y que están en peligro de extinción precisamente por el abuso que el hombre ha hecho de su existencia.
En México, en los últimos años y meses han crecido en todo el país estas UMA, en donde venados, tepezcuintes, jabalíes, cocodrilos, iguanas, codornices y una serie de especies de animales más, crecen con los cuidados y observaciones que se requieren para ello y para su preservación, pudiendo también comercializar con ese producto de manera ordenada vendiéndolos en pie para otras UMA en desarrollo, o en canal para abrir un mercado gastronómico de “carne de monte” que fue la delicia de nuestros padres y de nosotros mismos cuando se podía cazar a discreción.
Estas UMA han traído muchos beneficios a nuestras tierras. Distracción sana de quienes ya estamos en la tercera edad, pudiendo hacer una tarea conservacionista como el país lo requiere. Se sorprenderían tan sólo de saber cuantos mexicanos hay ya dedicados a esto, en donde ya empiezan a beneficiar con orden y control del estado pieles de cocodrilos, venados en pie y en canal, así como tepezcuintes para el mercado gastronómico e iguanas para los coleccionistas de mascotas que hoy abundan en México.
Las UMA hoy se convierten en una buena actividad que empieza a tener un gran consumo nacional que México requiere y reclama.
¿A poco no le gustaría a usted comerse en algún restaurante de la ciudad un filete de venado, tepezcuinte al cuchunuc, cola de cocodrilo a las finas hierbas o codornices asadas a fuego lento?
Es, tener hoy, la carne de monte al alcance de su mesa.