La inmaculada percepción

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Por Vianey Esquinca

Dale, dale, dale…

Cuenta la historia que cansado de siempre fracasar en su intento de organizar una posada política, el presidente Enrique Peña Nieto tiene la idea de hacer un nacimiento viviente.

“Este año será diferente y como estoy decidido a lograr que todos participen en el nacimiento, he contratado a don Crescencio Ibarra, el papá de Rubí, para que organice este magno evento. Si es capaz de organizar los XV años de su hija para un millón de invitados, seguro podrá organizar esta fiesta”.

“Pero, entonces, ¿ya no vamos a ler los villancicos para pedir posada?”, pregunta muy preocupado Aurelio Nuño, secretario de Educación. “No amanecí pensando en cómo joder a las posadas”, responde el Presidente, “pero quiero darle un cambio a nuestro evento de fin de año”.

“Pero sí podemos traer una piñata ¿verdad?”, pregunta el coordinador del PRD en el Senado de la República, Miguel Barbosa. “Nosotros podemos llevar una con la figura de Donald Trump que nos sobró, ya hasta practicamos el dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes…. Ehhhhhhhhhhhhhhhhh, puuuutoooooo”. “Muy bien, muy bien, los perredistas llevan la piñata y yo puedo llevar las gelatinas con los rostros de todos nosotros”, dijo muy contenta la senadora del PT, Martha Palafox, “incluso, puedo pedir que nos las dejen en 190 pesitos”.

“Muy bien”, dijo el señor Ibarra, “ahora se trata de seleccionar a los personajes”. “Yo quiero jer Jesús, eje Niño Dios no lo va a tener ni Obama”, dice Andrés Manuel López Obrador. “Este nacimiento no va por el camino correcto, la elección de los personajes va mal, la desorganización aumenta, el descontrol está peor que nunca, el PRI se tiene que ir, y la opción tampoco es López Obrador. Yo en cambio, seré un niño Dios diferente, honesto”, protestó el líder del PAN, Ricardo Anaya.

“Oiga, no, yo quiero ser la Virgen María, pero no quiero ser la mamá de Anaya”, señaló muy enojada Margarita Zavala. “Nooo, yo quiero ser la Virgen María”, grita desde el fondo la secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu. “No señorita Claudia, no puede ser porque se requiere alguien más joven, por ejemplo mi Rubí, pero usted nos puede traer el guacamole que tan bien le queda”, le responde el organizador.

De repente, entre los priistas se empieza a escuchar nerviosismo, pues varios quieren ser el Niño Dios, pero el Presidente les dice: “Dejemos para otros partidos las promociones anticipadas”.

El jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, que se había mantenido muy sospechoso, alza la mano y dice: “yo traigo un as bajo la manga, podríamos construir un pesebre muy bonito en la mejor zona, le podríamos poner luz, pavimentar las calles y luego le cobramos a José y María la plusvalía por haberlo dejado tan bien”.

De repente el organizador, tratando de destensar la situación, pregunta: “¿Nos puede ayudar el Ejército a instalar el pabellón para tener el evento?”, pero responde el secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos: “Nosotros no pedimos estar aquí, no nos sentimos a gusto, no estudiamos para poner carpas ni pesebres, nuestra función es otra y se está desnaturalizando”.

“Señores políticos, recuerden que hay otros personajes, José, el Ángel, los pastorcitos, hasta los animalitos como burros, bueyes y borregos”, empezó a decir desesperado el señor Crescencio. “Por eso no se preocupe”, dice el secretario de Desarrollo Social, Luis Miranda, “en el Congreso puede encontrar a muchos de esos”.

Mientras discutían los políticos sobre quién sería el Niño Dios y la Virgen María, el señor Crescencio se fue acercando a la salida lentamente para mejor dedicarse a organizarle la fiesta a su hija Rubí.