Sin tacto 6/1/17
El Gurú: manifestaciones y vandalismo
Por Sergio González Levet
Llevábamos ya una hora parados frente a la pantalla de 70 pulgadas.
Una chulada: con cuatro veces más resolución que una full HD, preparada para HDR, un escalador a 4K y Motion Rate de 120 mhz. Obvio, era una Smart TV con acceso ilimitado a Internet y rendimiento mejorado. La pantalla venía con retroiluminación LED, ahorro de energía, y tenía dos entradas USB y tres puertos HMDI.
Era de color negro y ultra delgada.
El maestro había dedicado la primera media hora en admirarla, alabar sus características, sorprenderse con los avances tecnológicos que traía y gozar anticipadamente en la imaginación los servicios de entretenimiento, formación e información que gozaría a través de tal maravilla construida por la ciencia humana.
El precio del producto era alto, muy alto, rondaba los 30 mil pesos y yo sabía que el Gurú andaba en una temporada de vacas ya no flacas sino famélicas, al igual que la mayoría de los mexicanos y el total de los veracruzanos, que sufríamos además de los embates de la crisis la terrible herencia del saqueo inmisericorde que habían hecho el Gobernador anterior y su grupito depredador de familiares y amigos enquistados en su equipo de gobierno.
-Venerable Maestro, -dicho por mí con toda sorna, frente al entusiasmo juvenil que el pensador mostraba, ante la certeza de que estaba a punto de ser el dueño inminente del nuevo aparato- si piensa adquirir esta pieza, ¿qué esperamos para llevarla de una vez? Todo es cosa de llegarnos a la caja, pagar por el producto y subirla al vehículo para llevarla a su departamento y colocarla en el lugar que considere más conveniente. Yo le ayudaré a cargarla en la medida de mis posibilidades, porque sabe que no debo hacer grandes esfuerzos dadas las condiciones de mi corazón.
-¿Llevarla a la caja? ¿Pagar por el producto? ¡Ni en la imaginación, querido discípulo! Y menos pedirte prestado a ti porque buen papel haría como maestro tratando de darte un sablazo con un dinero que tal vez me tardaría mucho tiempo en poder pagar.
-¿Entonces no la piensa llevar? -le pregunté un tanto amoscado, tomando en consideración el largo tiempo que nosotros y el vendedor de la tienda habíamos perdido -según yo- contemplando, admirando, sopesando y enterándonos de las condiciones de la famosa pantalla.
-Claro que la pienso llevar. No es otra mi intención. Si tenemos la paciencia suficiente, pronto la verás adornando la pared más grande de mi sala -me contestó lleno de seguridad en la voz.
-Pero ¿cómo le piensa hacer? Ya me dijo que no tiene dinero ni aceptará un préstamo mío.
-Pues te digo que es cosa de saber esperar. Recuerda que yo, como el Siddartha de Herman Hesse son tres cosas las que sé hacer fundamentalmente: pensar, esperar y ayunar. Así que vamos acomodándonos bien, porque de un momento a otro el día de hoy -o tal vez mañana o pasado- llegará una turba de ciudadanos indignados por el alza a los precios de las gasolinas y vandalizará esta tienda. Va a ser un grupo de varios cientos de ciudadanos exasperados, que por su número y su actitud decidida harán imposible la función de resguardo que tienen encomendada los dos guardias de seguridad que están a la entrada… y cargarán con todo lo que puedan
El Gurú volteó hacia la entrada del súper, con la ilusión de que ya vinieran llegando los indignados a hacer su función justiciera y me dijo;
-Así que vámonos poniendo lo más cómodos posible, pero sin alejarnos mucho de la pantalla. Y apenas llegue la turba, nos abalanzamos sobre esa belleza de aparato y lo llevamos con toda prisa al coche.
-¿Y la ética, maestro? ¿Y la moral que preconiza?
-Esto no es asunto de ética ni de moral, mi pequeño Salta. Pero para acallar tu conciencia le podemos llamar una “recuperación proletaria” o un asunto de “justicia igualadora”, ambos desde el punto de vista de la plusvalía. Ahí te dejo de tarea leer a Marx sobre este último término.
…y nos dispusimos a esperar pacientemente.


