Razones 21/1/17

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La era de Trump, el poder de Putin

Por Jorge Fernández Menéndez

Donald Trump inicia su gobierno con la menor tasa de aprobación de la historia reciente de Estados Unidos, apenas 40 por ciento; es el primer gobernante que ganó en el Colegio Electoral, pero que en realidad recibió tres millones de votos menos que su rival, Hillary Clinton.

Es un Presidente que llega a la Casa Blanca porque recibió ayuda electoral de una potencia extranjera: Rusia, que hackeó para beneficio de Trump las cuentas de sus rivales, difundió sus contenidos e instrumentó toda una serie de páginas web con información falsa sobre Hillary que contaminaron las redes y fueron decisivas en la percepción de los electores y otros medios, como lo reconoció Facebook. Investigaciones de la inteligencia estadunidense lo comprobaron e hicieron público, pero además le advirtieron a Trump que existía información en manos rusas sobre su comportamiento sexual, incluyendo su participación en una orgía en Moscú que lo podría hacer objeto de chantaje. La respuesta de Trump fue defender al presidente ruso Vladimir Putin y atacar a los medios que divulgaron la noticia.

Putin dijo que ellos no filmaban “a ningún hombre de negocios de visita en Moscú” (sic), aunque reconocía que a su amigo Trump le gustaban las mujeres bellas y Rusia “tenía las mejores prostitutas del mundo”.

Es el Presidente con mayor conflicto de interés en la historia de su país. Más grave aún: se ha negado a dar a conocer su verdadero patrimonio, los negocios que tiene con otros países (se estima que tiene intereses en unas 30 naciones), y sus declaraciones fiscales (investigaciones periodísticas sostienen que no ha pagado un solo dólar de impuestos en los últimos diez años).

Ha amenazado a China, México, Japón, Corea del Sur, Alemania y Francia, entre otros países; ha roto, antes de asumir, el Tratado Transpacífico; amenaza con romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la OTAN y los convenios militares con Japón al tiempo que reconocería a Taiwan poniendo en jaque la política de una sola China. También, felicitó a Gran Bretaña por el Brexit y simpatiza con el Frente Nacional en Francia, lo que acabaría con la Unión Europea al mismo tiempo que, con la salida de la OTAN, dejaría una Europa fragmentada ante una Rusia (amiga de Trump) con capacidad de influir en el continente (Crimea) y en el Oriente Medio, como ya ha ocurrido en Siria.

Ha agredido a los mexicanos a los que calificó de violadores y criminales (“aunque debe haber algunos buenos”, reconoció); a las mujeres (“cuando tienes poder puedes hacerles de todo, puedes agarrarlas por la vagina”); a los musulmanes, a los que dijo que podría prohibirles la entrada a Estados Unidos; a Hollywood (“Meryl Streep es la actriz más sobrevalorada y una lacaya de Hillary”); a los periodistas, de todos los medios, que simplemente han  cometido el pecado de criticarlo.

Su política económica proteccionista lo lleva a amenazar empresas para obligarlas a que inviertan en Estados Unidos; a plantearse tasas aduanales que violan no sólo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte sino los de la Organización Mundial del Comercio con lo que amenaza el libre comercio mundial.

Ganó las elecciones utilizando el lenguaje de los Occupy Wall Street y los antisistema, pero el gabinete de Trump está conformado por ultramillonarios sin ninguna experiencia en la administración pública y militares de línea dura. Una plutocracia empresarial-militar, ultraconservadora. Incluso, así en las sesiones de confirmación en el Senado, esos funcionarios terminaron contradiciendo prácticamente todas las ideas que públicamente ha expresado el futuro Presidente.

En fin, la lista podría continuar pero de lo que no cabe duda es que el mundo, no sólo México, esperan con incertidumbre y temor el inicio de la era Trump, la que más allá de los aciertos y errores que se puedan dar sabemos, ya que pondrá en peligro y puede romper todos los equilibrios geopolíticos surgidos del fin de la Guerra Fría. Para México el peligro a corto plazo puede ser mayor, porque como las amenazas de guerra comercial contra China y otros países no podrán concretarse en el corto plazo, puede tomar a México como su leit motiv para presionarlos o dar golpes de efecto en su opinión pública (como sucedió con los casos de Carrier o Ford).

La incertidumbre que crean estos gobernantes, y eso lo saben tanto Putin como Trump, no es producto de la confusión mental o administrativa, es una forma de ejercer el poder. Crean realidades simultáneas, contrapuestas entre ellos y sus principales colaboradores que dejan a la gente, a sus amigos y adversarios (que muy rápido y en una misma frase pueden cambiar de una condición a la otra) en la incertidumbre, sin saber a qué atenerse, mientras ellos deciden y ejecutan una vía cualquiera en su supuesto beneficio. Por eso alimentar la incertidumbre es parte de su estrategia y contra ella sólo funcionará hacerse fuerte en las certidumbres, las convicciones, en la seguridad de lo que somos.